sábado, 27 de diciembre de 2014

Relación del pensamiento con los cuatro elementos primarios - en you tube -

RELACIÓN DEL PENSAMIENTO CON LOS
CUATRO ELEMENTOS PRIMARIOS
 
Siguiendo el ejemplo de los caldeos, enseñaron los griegos, egipcios y hebreos que el universo inferior consistía de un compuesto de los cuatro elementos primarios: tierra, agua, fuego y aire. Los egipcios encarnaron estos elementos en el símbolo de la esfinge, como lo habían hecho antes, con similar intento, los asirios al fabricar su monstruo mitológico, el hombre toro.
Los hebreos, también, fabricaron una extraña bestia, llamada cherubin, que tenía cuatro cabezas, una de hombre, otra de león, otra de águila y la última de toro. A estas cuatro cabezas se asignaron los signos fijos del zodíaco: también, los cuatro evangelistas:
Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Con relación a los cuatro elementos, el toro se asignó a la tierra, el águila, al agua, el fuego al león, y el aire a la cabeza humana. Sobre la cruz, compuesta de estos cuatro elementos, fue crucificado el Cristo-hombre, o Alma del Mundo. 
El prototipo tierra, agua, fuego y aire de los antiguos, devino el carbono, hidrógeno, nitrógeno y oxígeno de la ciencia moderna - las cuatro sustancias primarias que son la base de toda estructura corpórea.
No sólo el cuerpo físico del mundo tiene esta constitución cuaternaria primaria, pues también encontramos en el reino del pensamiento cuatro elementos tan indispensables como aquéllos para la naturaleza mental. Por ejemplo, en el plano del pensamiento, el elemento tierra se manifiesta como practicidad, el elemento agua como versatilidad, el elemento fuego como impetuosidad y el elemento aire como idealidad. En consecuencia se puede decir que es perfecta la mente en la cual se encuentran estos cuatro elementos en proporciones iguales.
Cuando los griegos construían una ciudad, elegían un sitio en el cual estuvieran reunidos armoniosamente estos cuatro elementos (tierra, agua, fuego y aire). Si había demasiada agua, la humedad hacía peligrar la salud; si demasiado calor, se quemaría la vitalidad. La tierra se consideraba la polaridad del frío; el agua, la polaridad de la humedad, y el aire, la polaridad de la sequedad. Así como la armonía de estos elementos producía el ambiente ideal para el desarrollo de la cultura, la armonía de las analogías mentales de
estos elementos producía un ambiente ideal para el desarrollo y bienestar mental.
Si la mente es demasiado práctica, la naturaleza deviene fría como la tierra. Si es demasiado impetuosa, la razón se ofusca como si estuviera rodeada por un consumidor fuego. Cuando el elemento terreno del pensamiento (practicidad) predomina, se produce el
materialista: cuando el elemento ácueo del pensamiento (versatilidad) predomina, tenemos al inconstante; cuando el elemento ígneo del pensamiento (impetuosidad) predomina, nace 
el fanático; cuando el elemento aéreo del pensamiento (idealidad) predomina, el idealista sin sentido práctico, o el soñador se produce. Sin embargo, cuando todo se mezcla de modo adecuado, la idealidad es controlada por la practicidad, la impetuosidad es dirigida por la idealidad, y la naturaleza rígida de la practicidad brilla por la influencia de la versatilidad.
Si después de analizar cuidadosamente su equipo mental, el individuo encuentra deficiencias en algunas de esas cualidades mentales, deberá comenzar de inmediato a cultivar ese elemento particular hasta el punto en que la deseada armonía de su expresión 
mental sea establecida. Así considerados, estos cuatro constituyentes pueden ser denominados los elementos primarios del pensamiento humano.

Manly Palmer Hall – La Cultura de la Mente

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