Rudolf Steiner y el Problema Social


Rudolf Steiner y el Problema Social 
por Francisco Schneider - Buenos Aires 

        En el instante actual de la evolución histórica, el mundo hállase dividido en dos fuerzas antagónicas, irreconciliables, representadas por el “capitalismo” y el “comunismo”. Las tendencias políticas de ambas partes son imperialistas, y cada una trata de superar a la otra mediante el aprovechamiento de los grandes progresos técnicos de nuestra era. Otro aspecto predominante es que, paralelamente con el adelanto de la técnica y organización en la industria, encontramos el mejoramiento de las condiciones exteriores de la vida, más marcadamente en el Oeste, con cambios fundamentales en la estructura de la convivencia humana. Al observador superficial podría parecer que ya la evolución misma nos está conduciendo paulatinamente a condiciones económicas y sociales compatibles con la dignidad y las exigencias de todo ser humano. Sin embargo, puede observarse que no es así, pues el antagonismo entre las grandes potencias significa un constante peligro y desvía el sano desenvolvimiento de las ciencias y sus instituciones, de la economía y la vida del hombre en general. Más aún, debemos admitir que, a pesar de todos los progresos de nuestro siglo, subsiste el “problema social”, con matices distintos en cada ambiente, y hasta que no tratemos de resolverlo con ideas y medidas adecuadas, continuará la inestabilidad económica, política y espiritual, que pone en peligro toda nuestra existencia y dificulta la verdadera evolución. 
        Este panorama universal es consecuencia del hecho de que el gran progreso técnico e industrial no significó, asimismo, avance de las nuevas ideas de ordenamiento social, que las nuevas condiciones de nuestra existencia exigían. Por estas causas, y por supuesto nos referimos a las condiciones de vida en los principales centros de nuestra cultura, la situación económica y política entró, ya antes de la primera guerra mundial, en una crisis que se agudizó después de ella. Rudolf Steiner ofreció a la humanidad las ideas que permitían encontrar soluciones a los profundos problemas de la convivencia social. Las expuso en conversaciones mantenidas con personalidades de las más altas esferas políticas y culturales de la Europa Central, en el año 1917, antes de terminar la guerra, y más tarde, en muchas conferencias públicas y, principalmente, en su libro fundamental titulado: “Die Kernpunkte dersozialen Frage in den Lebensnotwendigkeiten der Gegenwart und Zukunft” (Esencia del problema social, sus exigencias vitales en la actualidad y en lo futuro), publicado en abril de 1919. 
        Las formas de convivencia de los hombres en la tierra cambian constantemente en el curso de la evolución histórica, pues dependen de las más variadas costumbres, las distintas religiones, la cultura de los pueblos, el progreso científico y, esencialmente, de la filosofía y concepción del mundo de cada época. Las formas sociales son muy diferentes, por ejemplo, en pueblos y tiempos de marcada orientación cósmico-espiritual o, en cambio, en civilizaciones que tienen sus cimientos en una concepción del mundo más o menos materialista. Si comparamos, a este respecto, las costumbres y condiciones de vida del siglo XVIII con las que regían hacia fines del siglo XIX, y éstas con las características sumamente distintas de nuestra era, se pone de relieve que no puede haber leyes y máximas perpetuas para el ordenamiento de la convivencia humana. 
        Hemos podido observar y tomar parte en los grandes progresos científicos y técnicos y, como consecuencia, se ha operado la transición de la artesanía tranquila, de tiempos no muy lejanos, a la moderna producción industrial. Pero todo esto es, por otra parte, el resultado de nuevas facultades del pensamiento, una nueva conciencia humana que encuentra su expresión específica en el intelectualismo y en el materialismo, que dominan en todas las esferas de la vida humana actual. El problema social se relaciona y se asocia, en todos sus aspectos, con estos hechos de la evolución, que no pueden compararse a situaciones anteriores de la historia.            Rudolf Steiner, el fundador de la ciencia espiritual moderna, la Antroposofía, con sus resultados prácticos para todas las ramas de la cultura humana, ha observado y vivido en su alma, desde su adolescencia, los graves problemas sociales en toda su hondura. Después de fundamentar filosóficamente sus conceptos científico-espirituales, empezó a hablar de la Antroposofía a principios de nuestro siglo y, desde entonces, trató de hacer comprender que su enseñanza no podría tener efectos benéficos para la humanidad si no llegara a aplicarse en la vida práctica y, muy especialmente, si no se hiciese eco de las inquietudes sociales de nuestra época, y no se enfocase el asunto hacia soluciones adecuadas. Sus ideas no fueron resultado de reflexiones abstractas, pues no puede llegar a ellas el intelecto que tiene en cuenta únicamente lo que el hombre percibe con los sentidos. La ciencia actual concibe tan sólo los pensamientos que se asocian con apoyo en la observación de los fenómenos y de los hechos del mundo que nos rodea. Este  mismo modo de pensar y reflexionar prevalece también en las Ciencias Económicas, materia relativamente nueva entre las disciplinas de nuestras universidades, y cuya literatura tiene tan sólo una tradición de algo más de un siglo. Hasta el presente, esta nueva rama de las ciencias universitarias no ha podido hacer nada para solucionar los problemas sociológicos. Tampoco han contribuido a solucionarlos las fuerzas políticas con sus programas basados en los pensamientos intelectualistas de nuestra época. 
        En 1905 Rudolf Steiner habló y escribió por primera vez sobre nuevas ideas sociales, emanadas de un profundo análisis de las condiciones primordiales de la convivencia humana. Sin embargo, el tiempo no había madurado para la debida comprensión de lo que exponía; dominaba en los hombres de esa época una disposición de ánimo poco propicia para salir de la rutina del pensar y sentir humano y, como resultado de esta situación general, Rudolf Steiner tuvo que resignarse a dejar para muchos años más tarde el intento de despertar las conciencias, para que escuchasen la palabra del investigador espiritual en relación con el problema social. Fue, como ya dijimos más arriba, durante la primera guerra mundial, en 1917, cuando insistió en la necesidad de una nueva orientación para el ordenamiento de la vida humana en todos sus aspectos y sectores, tanto en el ámbito de un pueblo o una nación como en las relaciones universales de los pueblos. En 1917, dio también a publicidad su libro “Von Seelenrätseln” (De los Enigmas del Alma), en el que da a conocer un extraordinario concepto (aunque hasta la fecha no lo haya apercibido la ciencia oficial) sobre la estructura del organismo humano en su relación con las facultades anímicas del pensar, del sentir y del querer. Un capítulo del citado libro trata de una estructura de tres funciones básicas del organismo físico humano (Dreigliederung des menschlichen natürlichen Organismus) y de cómo dependen de ellas aquellas tres facultades. Los tres sistemas del organismo físico son: el neurosensorio, localizado principalmente en la cabeza; el rítmico, con sus centros en el corazón y la respiración y, como tercero, el del metabolismo y de los movimientos del organismo humano, sistemas que constituyen, en el mismo orden, las bases orgánicas del pensar, del sentir y del querer. 
       En su libro “Esencia del problema social”, Rudolf Steiner expone sus nuevas ideas sobre ese problema y hace también mención del resultado de sus investigaciones, expuesto en 1917 en su libro “Von Seelenrätseln”: hace alusión, a título de ejemplo, a los tres sistemas del organismo humano para que se llegue a comprender que un organismo de convivencia humana, como lo es el conjunto de las funciones de la economía, la vida política y cultural de  una nación o de un pueblo, obedece también a leyes específicas que se deben tomar en consideración cuando se desea ordenar y estructurar la convivencia social íntegramente, en todos sus aspectos. Estas leyes exigen que el “organismo social”, como lo llama Rudolf Steiner, esté estructurado de acuerdo con las condiciones de vida de cada uno de los tres sectores de este organismo, o sea: el de la esfera económica de un país que se desenvuelva con absoluta autonomía en sus funciones de producción, circulación y consumo de mercaderías para que pueda cumplir con su misión; el de la esfera de la vida jurídica y estatal que se limite a sus funciones propias: protección a los habitantes del país y regularización de las relaciones recíprocas de hombre a hombre, puesto que el Derecho, que es del dominio de este sector, no reconoce diferencias o distinciones entre las personas que viven en un territorio; y el de la esfera cultural o vida espiritual que tenga absoluta libertad en todo su radio de acción, es decir, en las ciencias, en el arte, en la religión y, como actividad básica y decisiva para el progreso de la humanidad, en la educación, en el más amplio sentido de la palabra, lo que significa, por supuesto, que la autonomía de acción debe extenderse sobre la enseñanza en todas sus ramas y especialidades. Cuanto más autónoma sea la vida cultural de una nación, tanto más beneficio reportará a todas las actividades y al progreso general de una comunidad humana.
       En uno de los capítulos del mencionado libro “Esencia del problema social”, Rudolf Steiner explica que las leyes de convivencia de los hombres en la Tierra surgen necesariamente de una adecuada reflexión sobre lo que él llama las “ideas primordiales” que debemos concebir y luego tratar de aplicar en todo esfuerzo por ordenar y organizar la economía, la vida espiritual y el sector político estatal de una nación. Llegaremos a comprender lo que Rudolf Steiner expone sobre esas ideas primordiales de la convivencia social si decimos que el hombre es, en su verdadero ser, una entidad espiritual que recibe sus impulsos de un mundo espiritual, puesto que toda ciencia, la práctica de un arte, una religión, no son otra cosa que la aplicación y manifestación de leyes cósmicas, espirituales en la ciencia, el arte, la religión y, por consiguiente, en todas las actividades y aspiraciones del ser humano en la Tierra. Con las facultades y capacidades que recibe y desarrolla de tal modo, el hombre transforma lo que encuentra en el mundo físico, en la Naturaleza, y crea así todo lo que necesita para su subsistencia: la alimentación, vestido y vivienda, como asimismo todos los enseres, herramientas, etc., hasta las cosas más diversas y más perfectas, según las necesidades y exigencias de una persona o comunidad humana.        Las   necesidades crecen con el avance de la civilización; su satisfacción es siempre fruto del progreso cultural, y el trabajo que el hombre cumple como habitante de una región terrenal transforma la Naturaleza, morada del hombre físico en el mundo. Pero vive y trabaja fraternalmente, si cumple las “leyes primordiales”, en compañía de otros seres humanos que comparten con él su destino terrenal y experimenta con ellos el encuentro de un ser humano con otro ser humano, en igualdad de relaciones mutuas. Se discierne por estas reflexiones el verdadero origen de los ideales proclamados en un memorable momento histórico, los ideales de libertad, igualdad y fraternidad que el hombre reclama como condiciones inalienables de su existencia.
        En el subtítulo de la referida obra de Rudolf Steiner, se expresa claramente que se trata de exigencias de la vida “presente y futura”, lo que nos lleva a intuir que las ideas expuestas en ella no deben considerarse como recomendaciones o programas del momento, sino como leyes inmanentes de toda convivencia social. Es, en efecto, importante observar que Rudolf Steiner no da en ningún momento programas de contornos fijos e inmutables. Lo que nos presenta en sus libros y en sus conferencias, son indicaciones que nos pueden conducir por el mejor camino hacia el encuentro de las realizaciones propias de cada situación y hacia la solución de todo problema que pueda surgir en los tres distintos sectores del organismo social. 
        En la vida económica tenemos en la actualidad múltiples problemas en relación con lo que significan los términos: “trabajo”, “mercadería”, “capital”, para enumerar algunos de los más discutidos conceptos sociológicos. Con el modo de pensar que nos proporciona el estudio de las obras de Rudolf Steiner, tenemos que admitir que la reflexión puramente intelectual no alcanza a profundizar lo suficiente la comprensión de los factores que debemos analizar para llegar a conclusiones que concuerden con la realidad viviente de esos conceptos. Las ideas de Rudolf Steiner son fruto de investigaciones científicoespirituales, por lo que exigen que sean comprendidas con el pensamiento abierto a la espiritualidad.
         A pesar de esta exigencia, hemos de buscar el camino de poner en práctica lo que Rudolf Steiner nos indica como el imperativo indeclinable de los problemas actuales de la convivencia humana en cada una de las tres esferas del organismo social: la económica, la jurídico-estatal y la cultural. Es nuestra obligación y misión histórica trabajar en pro de la autonomía de estos tres sectores y permitir que en ellos actúen las energías propias de cada uno, en absoluta independencia. Cada individuo, dice Rudolf Steiner, puede comenzar a encaminar las cosas en esta dirección, en el lugar que le ha deparado el destino. Es cierto que las condiciones de vida han cambiado enormemente desde la primera publicación del mencionado libro; no obstante, las ideas que entonces se expusieron son tan vivientes y reales en nuestros días como en el momento histórico de su aparición. Falta solamente adaptarlas a cada nueva situación, y demostrarán sin duda su validez “para el presente y para el futuro”, futuro de muchos decenios, quizá de siglos.
         Otro libro muy importante sobre el mismo asunto es la publicación de 14 conferencias que pronunció Rudolf Steiner en el Goetheanum, en Dornach (Suiza), en el año 1922, con el título global de “Nationalökonomischer Kurs” (Curso de Ciencias Económicas). En él se analizaron los factores y las fuerzas del sector económico del organismo social. Se trata muy especialmente del tema que podemos definir como “justo precio” de los bienes creados por el trabajo humano, y se investigan las leyes generales de la vida económica, llegando a definiciones interesantes de los conceptos principales relacionados con la producción, circulación y consumo de mercaderías, la formación del capital y su “consumo”, el significado de la acción de las fuerzas espirituales en la creación de bienes y muchos otros aspectos puramente económicos, pero sin dejar de lado, al mismo tiempo, las relaciones de la economía con los otros dos sectores del organismo social. 
        Con gran satisfacción podemos finalizar esta breve exposición, anunciando que está por publicarse en México una versión al castellano de la obra de Rudolf Steiner “Die Kernpunkte der sozialen Frage in den Lebensnotwendigkeiten der Gegenwart und Zukunft”, (“El aspecto ternario del organismo social”).

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