sábado, 28 de marzo de 2015

Las Criaturas de los Elementos


CAPÍTULO I
LAS CRIATURAS DE LOS ELEMENTOS

Los antiguos filósofos poblaron los elementos de la Naturaleza con razas y especies completamente desconocidas para el hombre común. Los sabios de todas las edades afirmaron que la Naturaleza obra a través de fuerz as inteligentes, y no a través de leyes mecánicas. Sobre esta hipótesis, fue construida la doctrina de los Espíritus de la Naturaleza y las larvas elementales. Paracelso, llamado el Hermes suizo, y el primer gran médico de los tiempos modernos, nos ofrece el más completo análisis de estas extrañas criaturas que viven, se mueven, y cuyo ser no es visto ni tampoco comprendido por el hombre mortal.
Pese a ver todos los días sus obras, nunca se nos ha enseñado a conocer los trabajadores que, día y noche, actúan a través de las fuerzas más sutiles de la Naturaleza.

Estos espíritus elementales pueden dividirse en tres grupos:

  1.  Los elementales de los cuatro elementos o éteres, a los que llamados comúnmente los Espíritus de la Naturaleza.
  2. Los elementales creados por el  hombre en los planos astral y mental.
  3. El Morador del Umbral, o elemental  individual.

LOS CUATRO ELEMENTOS

De acuerdo con las antiguas doctrinas, el universo tangible está compuesto de cuatro elementos principales. Estos cuatro elementos están regidos por los Señores de la Forma, a 
los que a veces se denomina Querubín de cuatro cabezas. El Querubín de cuatro cabezas apostado a las puertas del Jardín del Edén; el Querubín de cuatro cabezas que, con su otro hermano de creación, está arrodillado en el Asiento de Misericordia del Arca de la Alianza; las cuatro bestias del Apocalipsis; los cuatro aspectos de la gran esfinge asiria; el hombre- toro babilónico, todos simbolizan estos cuatro elementos primordiales. 
Desde tiempo inmemorial, el hombre dividió la forma en cuatro esencias fundamentales. Estas cuatro esencias son la base de todas las cosas conocibles por los centros de conciencia del cuerpo material humano. Todas las cosas que están en un plano más elevado que estas cuatro esencias sólo pueden ser conocidas por la visión espiritual.
Todas las innumerables y complejas formas que aparecen en este mundo como productos de 
las emanaciones geométricas de los Señores de la Forma, o de los Devas constructores de 
cuerpos, son la expresión de estas cuatro corrientes L de vida. A estas corrientes se las denomina los ríos de vida que surgen de los jardines del Señor, y su fuente es la gran jerarquía creadora llamada por los antiguos los Reyes de Edom. 
Por encima de la sustancia raíz cósmica, los cuerpos físicos están animados por estas corrientes dadoras de vida del éter. El éter es esa parte del cuerpo del Logos Universal (o de algo más elevado que no conocemos) que ocupa la posición de portador o recipiente, porque a través de él pasa en cuatro corrientes el poder del Logos creador. De sus esencias 
provienen los cuatro principios creadores que en la actualidad forman la base del cuádruple
vehículo humano:

1. Físico o terrestre.
2. Etéreo o acuático.
3. Astral o ardiente.
4. Mental o Aéreo

Estos cuatro vehículos, que los antiguos simbolizaban por los brazos de la cruz, forman la base de la doctrina sagrada de la crucifixión. Por constituir la base primordial de los cuerpos, están bajo el control de las cuatro cualidades y signos constructores del cuerpo conocidos con el nombre de los cuatro signos fijos del zodíaco. Son las tres crucifixiones presentes en el zodíaco: la cruz de los cuatro signos cardinales, la cruz de los cuatro signos fijos, y la cruz de los cuatro signos comunes. A su vez éstas representan las tres principales encrucijadas de las fuerzas vitales en el cuerpo humano. El mundo etéreo entero, con sus muchas corrientes cruzadas, tiene su asiento en el plexo solar y en el bazo del cuerpo humano. A menudo se le da el nombre de mar ardiente, o jofaina de purificación, porque en la hondura de sus aguas el alma, en su peregrinaje hacia la inmortalidad, debe limpiarse. Estos cuatro elementos están en la base, tanto como la vida que está detrás, de los cuatro elementos materiales físicos: tierra, fuego, aire y agua. El poder de los mundos causales invisibles obra a través de los cuatro elementos materiales para lograr manifestarse en cuerpos, células y combinaciones moleculares.

De modo similar a lo que ocurre en cada reino de la Naturaleza donde se desarrolla una serie de vidas, y es el plano de una gran efusión natural, se afirma que estas cuatro divisiones del éter, que se manifiestan en la materia en la forma de cuatro elementos, están habitadas por grupos de inteligencias que se desenvuelven a través de esas esencias elementales. Según los antiguos, estos elementales fueron creados con una sola sustancia: el éter o elemento en que existen. No poseen un cuerpo compuesto y por consiguiente no pueden alcanzar la inmortalidad, puesto que no tienen otra esencia de vida germinal que la de su respectiva esencia elemental. Por otra parte, como compuestos con una sola sustancia, están libres de las influencias destructoras e inarmónicas de las corrientes contrarias que afectan los cuerpos compuesto, y por lo tanto pueden vivir centenares - algunos viven miles de años. 
La literatura clásica contiene muchas referencias a estos elementales. En el poema de Pope, Rape of the Lock, los elementales desempeñan el papel más importante. En el Conde de Gabalis, notable libro del abate de Villars, hay también una tesis exhaustiva sobre esas extrañas criaturas de la Naturaleza; las que presentan variadas formas y tamaños, según su trabajo y deberes. Asimismo sus cuerpos poseen distintos grados de densidad, según el
elemento en que obran.

Paracelso y el conde de Gabalis dividen los Espíritus de Naturaleza en cuatro clases:

  1. Gnomos, los espíritus de la tierra.  
  2. Ondinas, los espíritus del agua.
  3. Salamandras, los espíritus del fuego; y
  4. Silfos, los espíritus del aire.


LOS GNOMOS

Bajo el título general de gnomos, hallamos a esos seres conocidos con el nombre de trasgos, duendes, diablillos, duendecillos de los bosques, enanitos, hombrecillos de las peñas, y muchos otros nombres similares. Los gnomos son los más densos de todos los Espíritus de Naturaleza, y por consiguiente están más sometidos que los otros espíritus a las leyes de mortalidad. Viven en el elemento tierra, y se dice que trabajan en las rocas y, hasta cierto punto, en los árboles y flores. Algunos tipos de gnomos habitan en los viejos castillos en ruinas. Esta es una de las razones por la que los viejos edificios están cubiertos de hiedra y enredaderas, porque los gnomos aman difundir las bellezas de la Naturaleza. Algunos gnomos alcanzan un gran tamaño; otros tienen el poder de cambiar su tamaño a voluntad. La mayoría, sin embargo, se asemeja en estatura a los enanos, con el cuerpo más bien  rollizo, la cabeza grande y anadean al andar, con vestiduras que crecen como parte integrante de ellos. Según Paracelso, se casan y crían hijos, y viven en un extraño mundo que los pueblos del Norte llaman Elfheim. Se dice que vienen de la tierra y que son capaces de penetrar hasta su mismo centro. También viven en cavernas y modelan las estalactitas y estalagmitas, y otros trabajan el coral y el nácar en el fondo del mar. Estos hombrecillos son vistos a menudo por los niños, los que pierden la clarividencia más o menos a los siete años de edad. A veces se los ve en los bosques atesorando provisiones para el invierno. Son hombrecillos muy industriosos y tienen a su cargo el modelado y formación de la tierra. Bajo la dirección de los gnomos más sabios, se ocupan de todos los sólidos, huesos y otros tejidos del cuerpo humano, obrando en ellos y componiéndolos. Ningún hueso roto podría soldarse si no fuera por la ayuda de los gnomos. 
El rey de los gnomos se llama Gob, término del que deriva la palabra inglesa goblin (trasgo). Se dice que cada uno de estos reinos elementales tiene su morada en uno de los cuatro rincones de la creación; y a los gnomos, que trabajan con el más cristalizado de todos los elementos, les fue concedido como hogar el rincón norte de la creación. Los antiguos sostenían que los gnomos gobiernan los tesoros secretos y las cosas ocultas de la tierra, y que los que buscan los tesoros materiales escondidos en la Naturaleza, deben primero ganarse el apoyo y la asistencia de los gnomos, los que a voluntad pueden develarlos, u ocultarlos en tal forma que es imposible descubrirlos. Los gnomos son muy avaros, codiciosos y gustan de la buena comida; por otra parte, trabajan incesantemente, son muy pacientes y fieles, y en nuestro mundo se los llamaría firmes y sobrios. Ocasionalmente
celebran grandes cónclaves en el corazón de algún sombrío bosque o entre las peñas; y en la 
maravillosa historia de Rip Van Winkle, The Legend of Sleepy Hollow, están cabalmente retratados. Estos hombrecillos trabajadores desempeñan un papel muy importante en el desarrollo del hombre, y lo ayudan en su trabajo. Obran intuitivamente a través de los elementos; y aunque poseen cierta inteligencia, es muy inferior a la nuestra. Son incapaces de expresarse o manifestarse por medio de cualquier sustancia que no sea un elemento. El hipotético éter que llena todas las sustancias cristalizadas sólidas como la primera esencia etérica es la única sustancia en la que pueden obrar. 
Por vivir en la oscuridad y ser propenso a la tristeza, se dice que los gnomos pueden producir ciertos efectos en la constitución humana, y gobernar la melancolía saturnina, la congoja y el desaliento.

LAS ONDINAS

Bajo la clasificación de ondinas se conocen las ninfas, náyades, pejemullares, sirenas, arpías, hijas del mar y diosas del mar de los antiguos. Son estos los elementales cuyo hogar es el elemento agua: los océanos, lagos, corrientes y ríos de la tierra. Gobiernan los líquidos o las fuerzas vitales del cuerpo humano. En la misma forma que los gnomos están representados por el signo de Tauro en el zodíaco, las ondinas está representada por Escorpio, por cuanto tienen que ver con la vida y las fuerzas vitales de la Naturaleza. Tienen fama de ser muy hermosas, y en su reino, la belleza es al parecer el principio fundamental del poder. Muchas de sus cualidades son similares a las de los gnomos, puesto que viven en un mundo que les es propio. Por regla general se las considera amistosas y se cree que es afortunado verlas, y sirven al hombre en el espíritu de amor y sinceridad. Como los gnomos, tienen sus propios amos; individuos que poseen un grado inusitado de superioridad. Su gobernante supremo, Necksa, es a quien obedecen y reverencian en sumo grado. Todos estos seres tienen conocimiento de Dios, lo reverencian y tratan de obedecerle en todas las formas posibles. A las ondinas se les otorgó el rincón oeste de la creación, y según dicen a veces susurran en el viento oeste, el que es el medio de su poder. Trabajan con las criaturas del mar, y se sabe que desempeñan un importante papel en la producción de la lluvia.

Los filósofos medievales (especialmente Paracelso) creían que las tormentas eran causadas por las batallas entabladas entre los Espíritus Naturales; que el choque de sus cualidades producía grandes disturbios en los cielos, a los que damos el nombre de tempestades y cataclismos. 
Las ondinas tienen aproximadamente el mismo tamaño que los seres humanos, y por lo general se las simboliza como doncellas vestidas con la espuma del mar o que cabalgan caballos de mar, o como sirenas. Por estar compuestas de una esencia más sutil y de un éter de calidad más fina, las ondinas viven mucho más tiempo que los gnomos, pero también están sometidas a las leyes de mortalidad. Se interesan especialmente por las plantas y las flores probablemente porque el doble etérico de la planta es el mismo tipo de éter que el de ellas. Son seres de carácter alegre, y la calidad de sus emociones es más bien vital que astral. Por tener un temperamento vital, ejercen considerable influencia en el temperamento vital de los seres humanos. 
LAS SALAMANDRAS 
Los antiguos honraban en sumo grado a las salamandras, llamándolas los Reyes del Fuego a causa de su aspecto llameante, su enorme fuerza y poder, y el importante papel que desempeñan en los asuntos humanos. Ninguna chispa o fuego puede encenderse en la tierra sin la ayuda de las salamandras, porque son los espíritus del fuego. Los que poseen la 
capacidad de estudiar los fenómenos de la clarividencia pueden ver a los grandes reyes del 
fuego retorciéndose y girando en las llamas, especialmente durante una gran conflagración.
Muchos de los antiguos creían que las salamandras del fuego eran dioses, afirmando que sus 
emperadores eran los hilos de estos reyes del fuego.

Las salamandras tienen a su cargo las esencias emocionales del hombre, y viven en el tercer éter, que refleja las cualidades del plano astral o mundo del fuego. Su forma y tamaño son muy variables, y a veces se las suele ver arrastrándose en medio del fuego. Eran conocidas por los antiguos como grandes gigantes vertidos con una armadura de llamas que elevaban a través de las esencias del elemento fuego. Guardan una estrecha conexión con todas las organizaciones sagradas que utilizan el fuego en el altar, y no caben dudas de que son idénticas a los gigantes-llameantes de Escandinavia. Gustan especialmente del incienso, cuyos humos les permiten asumir las formas de ciertos cuerpos. 
Las salamandras son los más fuertes y más dinámicos de todos los elementales. Gran similitud existe entre ellas y los ángeles Luciféricos, y también con los grandes Devas del
fuego de la India. En los volcanes y en los estratos ígneos de la tierra moran según el decir popular, y desde allí imparten su autoridad. Su rey llameante, Djin, es un ser maravilloso, ardiente y que inspira reverente temor, y gobierna a sus súbitos con una vara de llamas.

Aunque peligrosas para la vida humana, las salamandras, cuando se sabe comprenderlas, son muy beneficiosas. Son prontas en la acción, tempestuosas y emocionales, pero muy enérgicas. Algunas pueden alcanzar un tamaño impresionante y se parecen a los gigantes de los tiempos prehistóricos, mientras que otras son muy pequeñas y apenas perceptibles a simple vista. Se sabe que moran en el sur, y se las siente en los cálidos vientos del ecuador. Poseen un temperamento ardiente, e influyen hasta cierto punto en todos los individuos dotados de este temperamento. Si se deja que esta cualidad se convierta en el poder que controla la vida, las salamandras, que obran a través de ella, confieren a todos los que sufren esta influencia una naturaleza tempestuosa, un temperamento ardiente y pasiones incontrolables. 
Debido a la tenuidad del elemento donde moran; es muy raro ver a las salamandras. Viven hasta una edad avanzada, y muchas sobreviven millares de años antes de disolverse finalmente en la esencia primordial en la que se habían diferenciado.

LOS SILFOS 
Los habitantes del cuarto éter (el más fino y elevado de todos) se denominan silfos, o espíritus del aire. También se los conoce con el nombre de caballeros de la noche, los nacidos del viento, los ángeles de la tempestad, los Devas del aire, los nacidos de la mente, y con otras variadas denominaciones. Los antiguos creían que moraban en las nubes. Estudios profundizados, no obstante, han probado que este grupo de elementales (en el que se incluyen las hadas y todos los seres con ala iridiscentes que se nombran en los cuentos de hadas de los niños) tienen más bien realmente sus moradas en la cima de las montañas que en el mismo aire. 
Los silfos viven y tienen su ser en su propio éter, y, como los gnomos, se multiplican y viven en un mundo propio, en el que construyen sus castillos de aire con el elemento sutil que es el reflejo del plano mental. Su aspecto es muy variable, porque algunos se asemejan a seres humanos pero con proporciones ligeramente distintas. Se sabe que son alegres, excéntricos, caprichosos e inconstantes, y van de un lado para otro. Están siempre ocupados y trabajan con los pensamientos de los seres vivientes. Colaboran con los elementos aéreos del cuerpo humano, tal como los gases y éteres que se generan dentro de su propio ser, mientras las salamandras obran a través de la sangre y los elementos ardientes del cuerpo.
Paralda, su jefe, vive según es sabido en la más alta montaña de la tierra. Los silfos ejercen poderosa influencia en todas las cosas en las que el aire es un importante factor. Los 
próximos dos mil años serán una edad aérea en la que la influencia de los silfos se manifestará en forma especialmente evidente, y la conquista del aire tiene mucho que ver 
con el descubrimiento de estos hechos latentes y ocultos. 
Los antiguos afirmaban que las guerras, plagas, incendios, terremotos y otros cataclismos eran causados por grandes ejércitos de elementales que marchaban unos contra otros armados hasta los dientes, y que luchaban en los elementos de la Naturaleza. Por eso se decía que el trueno y el rayo eran causados por batallas entre los silfos y las salamandras, mientras que las lluvias y la marejada eran causadas por los silfos y las ondinas. Los movimientos de cuerpos en la tierra, los aludes y los ruidos subterráneos eran causados por las querellas que se producían entre las salamandras y los gnomos. Generadas por las explosiones de la pólvora, las salamandras frecuentan los campos de batalla. Como grandes 
ejércitos de seres de un rojo llameante, se alimentan también de las pasiones humanas, se convierten en obsesiones en la mente del hombre y se expresan a través de los éteres receptores de su cuerpo.

Los cuatro grupos - gnomos, ondinas, salamandras y silfos - forman los moradores naturales de los elementos etéricos. Su obra se lleva a cabo por medio de lo que se denomina el cuerpo húmedo de la tierra y los Logos Planetarios, y asimismo tienen sus polos correspondientes en el cuerpo del hombre.

Además, hay otros grupos de elementales, algunos productos de los fenómenos naturales, y otros generados por el hombre. Entre estos últimos cabe mencionar los elementales del pensamiento y la emoción, los fantasmas, los espectros, el Morador del Umbral, y las larvas. El último grupo (al que también se conoce con el nombre de cascarones etéreos) son los cuerpos de los individuos que, en el curso de la muerte, pasaron al plano astral. Al desechar el vehículo etérico poco después de haberlo hecho con la forma física, lo dejan tras sí en el éter, donde se desintegra lentamente. Estos cascarones están en la base de gran parte del porcentaje de las manifestaciones mediúmnicas, hecho que puede ser determinado sólo por medio del examen de los globos oculares del médium. Estos desechos son usados a menudo por los elementales y las larvas como vehículos temporarios de manifestación mientras flotan en el éter en el proceso de su desintegración. Debido a la sutil estructura de esos desechos etéreos, a menudo son necesarios muchos años para que la desintegración tenga lugar. De ahí que ejércitos de cuerpos etéricos floten como astillas de maderos errantes en el mar de la humedad etérea, desechados por sus primitivos dueños que desde hace mucho pasaron a otros planos de vida.

del libro Fuerzas  Invisibles - Manly Palmer Hall

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Principios Naturales



CAPÍTULO II
PRINCIPIOS NATURALES 
Los Espíritus de la Naturaleza son a veces visibles a simple vista, pero sólo pueden ser dominados por aquellos que controlan los elementos en los que estas entidades viven. Por consiguiente el poder del hombre sobre esos elementos le otorga el predominio sobre esos reinos. Según los antiguos, los elementales estaban originalmente bajo el dominio del hombre adámico, y están siempre sometidos a aquel que es dueño de su sustancia. Sirven con sinceridad, aunque no comprenden o reconocen las necesidades de la raza a la que sirven. Guiados por jerarquías más elevadas, estos seres son la base inteligente de los fenómenos naturales, y ayudan a implantar cualidades y poderes dentro de la planta, el mineral, el animal y el hombre.

Muchos lectores aceptarán con reluctancia la realidad de estos entes. Pero como constituyen una parte de la gran jerarquía oculta y son la encarnación de principios naturales, es preciso que les concedamos alguna atención y estudio. Bajo ciertas condiciones, estos elementales se vinculan con el hombre y le sirven con fidelidad y en forma cabal, como ocurrió en el caso del demonio de Sócrates. Bajo otras condiciones, se los tomaron por ángeles, demonios y otras larvas sobrenaturales. También se cree que existen en esencia en los cuerpos químicos de la Naturaleza. Son los elementales no sólo de nuestra tierra y de la cadena planetaria, sino también de otros planetas y sistemas solares. La diferencia constitucional primordial entre los elementales y el hombre estriba en que la vida evolutiva de la que somos una parte está compuesta de organismos complejos formados por el espíritu y su cadena de vehículos, mientras que la composición de los elementales no es más que el éter con el que están formados. De ahí que la única evolución que pueden experimentar es la evolución de su propio éter, del cual les es imposible disociarse.  
Prácticamente toda la sabiduría oculta del mundo se basa en el conocimiento de los cuatro éteres y de sus poderes como factores en el desenvolvimiento de las combinaciones de formas. Los éteres en los cuerpos de los minerales, plantas, animales y el hombre, son la base de la diferenciación de estos reinos de vida. Sin su principio vital (que es, en verdad, el Hiram Abiff de la Masonería) la construcción del templo de las edades no podría proseguirse.

Entre los antiguos pueblos orientales, la doctrina de las cuatro creaciones enseñaba que del cuerpo de Brahma, la Deidad concreta, cuatro hijos, que representaban las razas visibles de la tierra, habían nacido. De los pies de Brahma, nació el hombre negro, o la tierra física, a la que se acostumbra llamarla el escabel de Dios. Del tórax de Brahma, nació el hombre moreno, que representaba el éter o la emanación etérea de la Naturaleza. De las manos de Brahma (con su poder de acción) nació el hombre rojo, que representa los principios de movimiento y emoción, construcción y destrucción, de acción y reacción. De la boca de Brahma, nació el hombre blanco, el brahmán, que es hombre espiritual y mental.  
Estos cuatro elementos constituyen las cuatro emanaciones del Huevo Cósmico. Los orientales a veces dividen el universo en cinco divisiones, simbolizadas por los cinco dedos de la mano del hombre. Los hindúes reconocen una quinta división que se extiende desde la base de la nariz hasta la cúspide de la cabeza. La evolución del hombre consiste en el paso de la conciencia a través de los cuatro elementos que hayamos simbolizados en forma tan maravillosa en las antiguas iniciaciones.

INICIACIONES

Primera Iniciación. - La destrucción del Dragón de la Materia. 
Éste es el triunfo de la discriminación sobre los vehículos de Maya, y la liberación de las sustancias químicas de la Naturaleza, con su correspondiente ley de cristalización. Esto también consiste en vencer la ley de inercia y en pasar físicamente a través de una pared de piedra. Esta batalla se gana por medio de la espada Excalibur, que es entregada al rey por la mano de una ondina que la saca de las aguas del éter vital. 
Segunda Iniciación. - El rescate de la Perla de Gran Precio del océano de las sustancias vivientes. 
Este oro del Rin es guardado por los ángeles y los guardianes de las fuerzas vitales del cuerpo. Bajo la dirección del segundo grupo de elementales (ya descritos con el nombre de espíritus del agua) están las fuerzas vitales de la Naturaleza, que éstos manipulan bajo la dirección de jerarquías más elevadas. Esta segunda iniciación se realiza quemando el agua con la espada llameante del Querubín de cuatro cabezas, la que está vuelta hacia arriba en el cerebro. En esta iniciación, el candidato aprende a desechar el mar de fuego y recibir la 
bendición del agua santa (que representan las fuerzas vitales de su propio cuerpo) después de lo cual pasa bajo el mar y aprende a resolver el misterio del agua, la que nació del tórax de Brahma.

Tercera Iniciación. - El paso del Anillo Llameante.

En esta iniciación, el candidato cruza la línea que separa los dos elementos más elevados de los dos más bajos en su esfuerzo por separar el alma del cuerpo animal. Esta iniciación es explicada en la leyenda de Sigfrido y Brunilda. El candidato recibe la bendición del fuego, incorpora el poder de la salamandra a su vehículo consciente, y se pone bajo el rayo directo de Leo, el rey de fuego del templo. Aprende a pasar entre las llamas y también a gobernar las llamas de su propio cuerpo. Durante este proceso se le enseña a aplicar el suave calor del alquimista que, luego de pasar por la columna vertebral, empolla el huevo de Brahma dentro de su propio cuerpo, liberando en esta forma la serpiente de su postura de descanso y obligándola a dirigir su fuego hacia arriba hasta el Árbol de la Vida. Bajo su dirección, logra el primer grado místico. Si se queda en ese lugar, se convierte en místico y en un poder del sendero de llamas del corazón, y viste la túnica púrpura de Cristo. 
Cuarta iniciación. - El ascenso por el sendero del fuego espiritual.

En esta prueba, el candidato logra el poder de pasar conscientemente a través de la atmósfera espiritual, e incorpora en su vehículo el activo poder funcional de los silfos, o espíritus del aire. Logra el poder de conocer los principios atmosféricos de la Naturaleza y 
asimismo el funcionamiento consciente del cuarto plano de la Naturaleza por medio de la ayuda de la cuarta esencia elemental que está dentro de él. En los mitos del Norte, cabalga 
el caballo de ocho patas para ir al cielo; el ocho durante muchas edades simbolizó el sendero del fuego espiritual en el hombre. Combina en esta forma los cuatro elementos en el poder de la mente, del que puede aprovecharse por medio del cuarto éter, y ésta es la forma más elevada de conciencia de que gozamos en la actualidad.

Todas estas iniciaciones sólo son posibles por medio de la interpenetración de las esencias elementales con el organismo del hombre. Durante estas iniciaciones, el hombre logra dominar los elementos y los distintos grupos de inteligencias que habitan en ellos. En este escrito estamos considerando únicamente un solo grupo de estos moradores; es decir, los Espíritus de la Naturaleza.

Enumerándolos en forma somera, los elementos son los siguientes (empezando con los más bajos):
  1.  Básicos, éter atómico (gnomos) cuita fase más elevada se expresa en la cristalización.
  2. Éter húmedo (ondinas) que se expresa como el agua de vida, la divina Madre Isis de todas las cosas.
  3. Éter astral  (salamandras) que se expresa en todos los movimientos y percepciones de los sentidos.
  4. Éter mental (silfos) que se expresa como la base de la percepción mnemónica y del intelecto razonador.


Estos cuatro éteres representan los canales para la expresión de las fuerzas de los cuatro mundos de la Naturaleza a través de los cuales evoluciona el hombre en la actualidad. El éter no es en sí mismo un mundo, sino meramente una sustancia capaz de transportar o perpetuar el producto de alguna otra esfera. Los antiguos se referían al éter llamándolo el hipotético espejo de la eternidad, porque refleja los mundos de la Naturaleza en una forma concreta, vitalizando e impregnando esta forma con las chispas de vida que contiene en sí mismo. 
Cuando el sacerdote levanta la mano en la bendición, mantiene en alto dos dedos y otros dos bajos. Los dos dedos bajos representan los elementos de la tierra y el agua; los dos dedos levantados representan los elementos del fuego y el aire; mientras que el pulgar representa el Akasha, o espíritu. En esta forma, el sacerdote imparte la bendición de los cuatro éteres, sin los cuales la conciencia es imposible, y cuyo influjo es la base del crecimiento, de la redención y de la regeneración.


del libro Fuerzas Invisibles - Manly Palmer Hall

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viernes, 27 de marzo de 2015

Formas Mentales y Elementales Generados por las Emociones



CAPÍTULO III
FORMAS MENTALES Y ELEMENTALES
GENERADOS POR LAS EMOCIONES

Al hombre le fue concedido, como a su Dios, ser un creador. La chispa de vida que tiene dentro de él es capaz de otorgar vida eterna a las partículas indeferenciales que existen en la naturaleza. En otras palabras, dentro del hombre hay una piedra de toque que transforma en una sustancia similar a él todo lo que se pone en contacto con su persona.
Como el universo está lleno de las chispas de las ruedas de Dios, también los elementos de 
la naturaleza están llenos con las chispas que se desprenden de las ruedas de vida, retorciéndose y girando dentro de los organismos más bajos de la naturaleza. El hombre es un dios que se está haciendo; está mucho más cerca de la divinidad de lo que cree o de lo que le conviene creer. El infinito deseo de crear late en su sangre en la misma forma en que
lo hace en el ser de la Deidad; en cada momento de su vida expresa las cualidades divinas de la creación. No sólo crea seres semejantes a él y perpetua su especie por media de la ley natural, sino que es también un creador en los planos más elevados de la naturaleza. Del mismo modo en que su organismo físico reproduce seres semejantes a él, también nacen de su ser otros hijos.

Volviendo a las cuatro creaciones del cuerpo de Brahma, podemos decir ahora que de las sustancias simbólicas de los pies de Brahma (tierra material) de de los muslos de Brama (agua etérea), del pecho de Brahma (fuego astral) y del cerebro de Brahma (aire mental) es modelado el vehículo cuaternario por medio del cual el ego espiritual puede funcionar respectivamente en los mundos físico, etéreo, astral y mental. Por medio de los poderes generadores del mundo físico, el hombre ayuda a formar los cuerpos físicos de los seres vivientes que lo acompañan en la vida. En la misma forma es capaz de dirigir los planos de sustancia que sirven para expresar otras oleadas de vida en evolución, puramente física. En el tercer mundo, donde el hombre rojo nació de Brahma, emana del Brahma en el hombre 
una gran corriente de seres construidos por sí mismo, muy similares a los hijos del cuerpo físico producidos en este mundo. Su responsabilidad hacia esos seres es tan grande como hacia los de su misma carne y sangre que crecen en torno de él en la forma de hijos y descendientes. No podemos comprender lo porque estos hijos son invisibles a la vista normal del mundo físico. El clarividente entrenado, sin embargo, es capaz de verlos, y comprende que estamos ahora poblando este mundo con hijos que crecerán para ser sus futuros ciudadanos, en forma tan segura como poblamos el plano astral con los hijos de nuestras emociones, extrañas y ardientes criaturas nacidas de nuestro propio cuerpo emocional, cuyo vértice remolinante se halla en el hígado. Este cuerpo es el León del Querubín, y de él se derrama en el mundo la progenie del plano emocional.

NUESTROS HIJOS ASTRALES
(El Mundo Astral es denominado un plano de la naturaleza)

La pasión, la compasión, la emoción y el deseo humanos son las cualidades que hacen que el cuerpo del individuo concuerde con el cuerpo correspondiente del Hombre Macrocósmico. Dios o Brahma - tiene una constitución septenaria. Para cada uno de sus cuerpos, hay un polo o vórtice vibratorio en reciprocidad con el cuerpo humano, siendo estos polos centros de actividad que responden a los grandes centros de los planos del Hombre Universal. Por analogía no caben dudas de que los planetas de nuestra cadena son los átomos simientes permanentes del Hombre Universal, y que cada átomo es el centro de un sistema septenario de esferas o globos compuestos de variados grados de densidad. En el Hombre Universal, estos cuerpos son denominados planos de la Naturaleza; en el hombre inferior, estos planos son llamados cuerpos. En la actualidad, sólo podemos conocer las oleadas de vida que atraviesan las siete esferas, las que armonizan con la creación material. Cabe decir con seguridad, no obstante, que en la Creación Mayor, Brahma creó oleadas de vida en cada uno de sus planos (o cuerpos) y que los elementos invisibles de la Naturaleza están poblados con razas, orbes, cadenas y. que pasan a través de la cadena septenaria de  manifestación, sin que ninguna de estas creaciones se dé cuenta o comprenda la existencia de cualquiera de las otras, o que sea comprendida por cualquier otra. Puesto que esto es cierto del Hombre Universal y ya que la ley de analogía es una guía infalible, podemos afirmar con seguridad que el hombre (el universo menor) no sólo lleva a cabo la obra de la creación física, sino también da origen a una complicada serie de creaciones mentales y astrales que el vidente entrenado es capaz de estudiar a primera vista y cuyos atributos puede clasificar.


Damos seguidamente un resumen de algunos de sus más sobresalientes rasgos: Cada plano de la Naturaleza corresponde a cada uno de los vehículos del hombre. La evolución consiste en elevar el centro de conciencia de vida sucesivamente de un plano a otro por la armonización gradual de la conciencia con la velocidad vibratoria de cada plano.  

En el mundo occidental, el plano físico es el mundo de la realidad, por cuanto la conciencia de sus habitantes se concentra únicamente en las cosas materiales, quedando los centros de los sentidos aprisionados en lo visible y físicamente tangible. 
 
Para nosotros el mundo físico es la única realidad existente por cuanto conocemos lo externo sólo a través de la velocidad vibratoria de la percepción sensorial; y nuestra velocidad de percepción sensorial hace que armonicemos con el plano más inferior - los pies de Brahma -, el nivel de los Sudra, o sirvientes.

En la Naturaleza, hay un mundo o plano (uno de los cuerpos de Brahma) con el cual el hombre llega a armonizar por medio de la velocidad vibratoria del átomo emocional sutrátmico. El giro de los átomos produce una velocidad de vibración, y cada uno de estos átomos simientes vibra a una tónica diferente. Para el que es capaz de entenderlo, y cuyos sentidos hayan logrado las necesarias armonizaciones, estos átomos simientes entonan un canto místico cuyas notas suenan como los tonos estruendosos de un órgano colosal de la Naturaleza. Sin detener nunca su maravilloso movimiento de giro, se unen al conjunto de las sinfonías celestiales de las esferas en movimiento. En una forma más moderada, entonan el canto emitido por los planetas y de este modo susurran el nombre sagrado del Más Alto, ese Ser maravilloso que está compuesto de todas las chispas de vida que giran en la infinita espiral del sonido vibratorio.

Del cuerpo físico del hombre se extiende un aura en forma de huevo, con la parte más ancha abajo. Esta aura, llamada comúnmente el cuerpo astral, es una serie de emanaciones remolinantes en la que los rudimentos de los órganos pueden advertirse en espirales y ruedas giratorias de luces coloreadas. Este cuerpo en forma de huevo se extiende de treinta a treinta y cinco centímetros fuera de la forma física, y es el vehículo de la expresión consciente que hace armonizar al hombre, el pequeño dios, con las emociones del Creador. Como el rojo planeta Marte (que es su nota fundamental) este cuerpo brilla con matices y colores opalescentes, en los que predominan el rosado, el violeta y el naranja. Este cuerpo pertenece tanto al organismo como el cuerpo físico, y funcionamos en él muchos años después de la muerte de nuestra forma física.

Este cuerpo astral expresa todos los sentimientos, las emociones, los deseos, los odios, los temores, los excesos y las cualidades activas del organismo humano. De él se derraman perpetuamente en el plano astral de la Naturaleza los elementales creados por el hombre que habitan ese plano en el gran universo.


Los antiguos dividieron el plano astral en dos grandes regiones: Kama LokaDevacham. Estas palabras expresan en forma más adecuada que los términos de los idiomas occidentales las cualidades de este mundo. La traducción Kama Loka significa en primer lugar el mundo de Compensación. Fue identificado con el purgatorio por las organizaciones religiosas de la Cristiandad, y está compuesto por los tres planos más groseros del mundo astral. Es importante comprender que el así llamado purgatorio de los antiguos es muchas veces más sutil en sus principios atómicos que el mundo físico, y que interpenetra la materia física. Aunque no tengamos conciencia de ello, las llamas eternas del infierno están en medio de nosotros, invisibles, desconocidas, y absolutamente inocuas, debido a que actuamos en un nivel de vibración distinta. 
En esta división inferior del plano astral se vierten los elementales generados por las emociones del hombre. Nuestros odios, temores y excesos son así estancados en los tres 
planos inferiores del mundo astral. Allí el clarividente puede ver el fruto de la degeneración humana y los hijos nacidos del cuerpo animal del hombre. Estas creaciones a menudo son extrañas contradicciones de las cosas que una persona quisiera que los demás creyeran, porque no muestran lo aparente, sino los secretos excesos de su vida. Como corrientes de demonios y monstruos, tal como las que frecuentan el sueño de los adictos al opio o resplandecen ante los ojos de los borrachos, vemos a los hijos nacidos en el lugar más bajo del mundo de fuego de Dios. Surgen de nosotros en una incesante e infinita corriente, y 
nutren esa hirviente multitud de seres de fuego que se destruyen unos a otros en ese mundo de oscuridad. Esto es por cierto el Infierno del Dante. En Kama Loka, la tierra del pecado, el hombre debe encontrarse con sus creaciones cara a cara y enfrentar a los hijos de sus vicios. 
Poco comprende el hombre la inmortalidad que es capaz de otorgar a sus creaciones. Hay una leyenda apócrifa del Maestro Jesús en la que se dice que cuando era niño modelaba para jugar palomas de arcilla y las echaba en el aire, dándoles vida para que pudieran volar al cielo. De la misma manera, cada uno de nosotros, con el poder de inmortalidad en nuestra alma, otorga la vida a las substancias de la Naturaleza, modelándolas en la expresión de nuestros temperamentos y personalidades, y arrojándolas en la sutiles esencias de la existencia donde flotan por incontables edades, llevando cada una las bendiciones o las maldiciones con que fueron dotadas por nosotros.

FORMAS DE PENSAMIENTO
Los pensamientos son las emanaciones geométricas del cuerpo mental. Germinan y se vitalizan por medio de la unión del plano mental con el cerebro físico que, como si fueran el 
padre y la madre, dan nacimiento a un hijo: un pensamiento. Para poder pensar, es necesario 
que el ente tenga en su ser un centro de poder consciente, un vórtice sutrátmico con la misma velocidad de vibración que el plano mental. En torno de este centro, construye el aura mental, que consiste en un vehículo en forma de huevo, a veces con las puntas uniformes y otras con el extremo superior ligeramente más ancho. Este ovoide, por armonizar con Saturno (el que nació de la mente), es de un color índigo oscuro, pero lo atraviesan formas mentales de variados colores y por lo general tiene un borde hermosamente festoneado de luz dorado, la que a veces vira al verde o al anaranjado. Este cuerpo, que es el vehículo de conciencia en el plano mental, es el más elevado de que somos capaces de construir en la actualidad ya que los vórtices de los cuerpos superiores aun siguen en estado latente.

Los Maestros de la Sabiduría (los más altos iniciados de nuestra oleada de vida) actúan en estos cuerpos mentales, los que algunos de ellos son capaces de modelar en estrechas semblanzas de la forma humana. Estos son los cuerpos de los cuales surgen las formas de pensamiento, extrañas emanaciones geométricas, y muchas ondas y rayos de diversos colores. Estos también son los hijos del hombre; y por haberlos creado, tiene la responsabilidad de su existencia, ya que no tiene el poder de impedirles ir de un lado para otro en el espíritu de su creador. 



Estamos rodeados por las emanaciones de nuestros propios cuerpos, que se esparcen constantemente en las infinitas corrientes de reserva de energía, tanto constructiva como destructiva. Estas corrientes de energía son el resultado de haber vitalizado nuestras emociones y pensamientos confiriéndoles por esa razón el poder de nuestra inmortalidad.  

DEVACHAN
En Oriente, se llama Devachan al hogar de los Devas, una importante raza de seres espirituales, o más bien de creaciones astrales de orden elevado que nunca aparecen en el plano físico, pero que actúan continuamente en sus cuerpos astrales y ocasionalmente en sus cuerpos mentales. A veces los Devas se vinculan con las salamandras, pero esto es incorrecto, como el estudioso que examine cuidadosamente esta cuestión comprenderá fácilmente. Los antiguos reconocían tres grupos de Devas:

  1. Los Devas informes de los más elevados planos mentales, cuyos vehículos están formados por la noche sin nubes de la sustancia Arupa, esencia mental abstracta; 
  2. Los Devas encarnados, que son los grandes seres que moran en el Rupa, o el plano de formas mentales compuesto de materia pensante concreta similar en contextura a las formas de pensamiento;
  3. Los Devas del fuego, o los moradores de Devachan, el plano astral más elevado. 
Los Devas forman parte del gran grupo de los entes espirituales que ayudan a llevar a cabo las direcciones del Logos Planetario. Son seres maravillosos dotados de gran sabiduría, gloria y poder, y nunca aparecen en el plano físico. Su conocimiento es aparentemente ilimitado, y ver a uno es una experiencia inolvidable. Forman un grupo de instructores de la humanidad en los planos más elevados de la Naturaleza. Estos seres son emanaciones de las oleadas de la creación, y evolucionan como hijos arrojados por los cuerpos súper-físicos de las deidades. Algunos se denominan, los “nacidos del sudor”; otros “hijos del fuego”. En muchas de las antiguas doctrinas, eran llamados “nacidos de la sangre”, y también en otras, “hijos de la mente”.

De la misma manera que estos seres son los Hijos de Dios nacidos de la mente, también lo son las formas de pensamiento y los elementales astrales, los hijos nacidos de la mente y los hijos nacidos del fuego de los seres humanos. El hombre tiene la responsabilidad de esas extrañas criaturas que flotan en el espacio y combaten durante innumerables años antes de disolverse finalmente en las esencias Al cuerpo de Dios. Si el hombre tuviese el poder de la creación inmortal, poblaría los elementos con estos demonios. Pero como todavía no aprendió a hacerlo, en esto estriba su salvación. 


del libro Fuerzas Invisibles - Manly Palmer Hall

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