domingo, 22 de abril de 2018

Sueños dentro de un sueño - en you tube - SEXTA PARTE de El Castillo de Asélzion



Detúveme en aquella orilla a fin de tomar un obligado descanso. Desde allí veía solo la negra masa de agua que ondulaba lenta y confusamente, apenas iluminada por una débil y perlina luz. Mire hacia atrás, temerosa de que mis perseguidores fueran en mi seguimiento, y vi que una espesa neblina impedía distinguir los objetos aún a corta distancia. Parecía ser de noche, aun cuando poco antes había visto la luz solar. En extremo fatigada, me senté en
el suelo cerca de un obscuro arroyo casi invisible para mi. La tranquila y profunda obscuridad ejercía un efecto calmante en mis sentidos, y en medio de mi extenuada languidez pensaba yo: "¡Cuán feliz sería si se me permitiese descansar aquí por tiempo indefinido!"
«Ahora comprendo», decíame a mi misma, «por que hay gentes que desean morir, que ruegan e imploran por la muerte como una gran bendición!  Han perdido el Amor, y sin Amor la vida carece de importancia.
Vivir, y vivir durante largos períodos de tiempo en mundos en que no se encuentra ni simpatía, ni amistad, ni esperanza, ni consuelo, es el infierno, no el Cielo!»
«¡El infierno, no el Cielo», repitió una voz cerca de mi.
En extremo sorprendida, vi a mi lado una figura de contornos indefinidos, una mujer en negra vestimenta de larga cola, cuyo rostro brillaba con una pálida belleza en la indecisa luz de aquel lugar.
«¡De manera que al  fin has encontrado tu camino hasta aquí!», dijo con suavidad.
"iAquí donde todas las cosas terminan y nada principia!".
Púseme de pie a fin de mirarla frente a frente.
"¡Donde todas las cosas terminan!", repetí.
«Seguramente donde existe la vida no existe el fin», agregué.
Me dirigió una fugaz sonrisa.
«La vida es un sueño», dijo, "y las cosas de la vida son sueños dentro de un sueño. Nada real existe. Os imagináis verdades que son únicamente meros engaños".
Aturdida y asombrada, la miré con detenimiento.
Era hermosa, y la apacible tristeza de sus ojos expresaba compasión y ternura.
«¿Entonces es mentira la Creación?», pregunté.
Ella no dio respuesta alguna, sino que se limitó a levantar una mano y a señalar hacia la obscura extensión de agua. Miré en la dirección indicada, y proferí un grito de éxtasis. Brillando en la ondulante obscuridad, como una visión en un país de hadas, se encontraba el «Dream», resplandeciente de proa a popa con luces que centellaban como millones de diamantes.
«¡ Vuestro sueño de amor!», exclamó. «¡Miradlo por última vez!».
Llena de ansiedad y con el corazón palpitante, vi que el yate comenzaba a sumergirse lentamente en aquella masa de agua obscura, hasta que solo sus mástiles quedaron visibles. En seguida, cobré fuerzas para dominar mi tortura y para no ceder a la agonía que amenazaba sumergirse en la más angustiosa desesperación.
«¡Este es un fantasma de la pena! dije; pero nada significa. El amor que guarda mi corazón es mío propio; es mí vida, mí alma, mí ser! ¡Es eterno como Dios mismo, y a Él lo encomiendo!».
Proferí estas palabras en voz alta, manteniendo el libro «El Secreto de la Vida» aferrado a mi pecho, y alcé mis ojos confiadamente hacia la densa obscuridad que a manera de cielo se extendía sobre mi. Luego una mano femenina tomó la mía con suavidad.
«¡Ven!» dijo dulcemente.
Divisé entonces un pequeño bote que se dirigía hacia mi guiado por una mujer cuyo rostro estaba oculto tras negro velo.
Mi compañera me hizo señas de que la siguiese. Su aspecto tenía algo de imperativo que me impelía a obedecer. Entramos a la pequeña embarcación. Recorrimos la obscura superficie durante un tiempo que me pareció largo, hasta que comencé a sentir extraños sonidos de lamentaciones y conmovedores gritos de suplica. En seguida, destacaronsé en medio de aquella lobreguez algunas pálidas figuras luminosas que en cierto modo parecían tener forma humana.
«¿Que son estos?», murmuré.
Mi compañera me tomo una mano como para fijar mi atención.
. «¡Escucha!», contestó.
Y poco a poco, de entre aquel clamor de llantos y doloridas quejas, oí voces que proferían cosas distintas.
«¡Yo soy el Fantasma de la Riqueza!», decía una. «¡Por mí los hombres y las naciones se lanzan a la destrucción! ¡Por mí sacrifican la felicidad y se desvían del camino que conduce hacia Dios! ¡Por mí se engaña a la inocencia, y se sacrifica el honor. No soy sino una sombra; pero el mundo me sigue ansioso como si yo fuese una luz. Soy únicamente un áureo polvo terreno, y, no obstante, los hombres me consideran como un resplandor del Cielo!.
«¡Yo soy el Fantasma de la Fama!», decía otra. «¡Me presento con música y dulces promesas.  Floto ante los ojos del hombre, pareciéndole un Ángel. Hablo de triunfo y
de poder. Por mi valientes corazones han sido destrozados, y brillantes espíritus han sido condenados a la desesperación! ¡Soy nada mas que una sombra; pero el mundo cree que soy una substancia.  No soy sino un aliento pasajero; pero los hombres me consideran como una estrella fija!.
«¡Yo soy el Fantasma del Orgullo!», decía una tercera voz.  Por mi la humanidad escala las alturas de la ambición.  Por mi causa, reyes y reinas ocupan tronos vacilantes y se rodean de guardias, pompa y majestad.
Por mí los hombres mienten y dañan a sus semejantes.  Por mi son destruidos muchos hogares que deberían ser felices.
Por mi se dictan falsas leyes, y la maldad triunfa sobre el bien. No soy sino una sombra; pero el mundo me considera como un Sol!  Soy nada más que un efímero rayo de luz; no obstante los hombres me toman por un día esplendoroso!».
Algunas otras voces escuché en torno mío, y , soltando la mano de mi compañera, púseme
de pie en el bote, y grité:
«¡Todos vosotros sois únicamente fantasmas! Decidme, ¿donde esta el Amor?».
Cesaron las voces.  Las extrañas figuras movedizas se desvanecieron más y más hasta
desaparecer en la obscuridad, y una luz dorada y maravillosa comenzó a brillar en medio de aquella escena de desolación.
Hemos estado soñando», dijo mi compañera.  «Entre tanta, tú buscas la realidad»
Me sonreí.  De súbito, invadió mi ser una doble sensación de fuerza y de autoridad.
«¡Me indicaste que mirase por última vez mi sueño de Amor!», dije, «no obstante de que sabía que eso era imposible, pues el Amor no es un sueño!.
El dorado brillo se hizo más y más intenso hasta convertirse en un perfecto resplandor, y nuestro bote deslizabase ahora sobre un mar ampliamente iluminado.  Como si se tratase de una visión, la extraña figura que dirigía su rumbo se tornó luminosa, y el negro velo cayó dejando su rostro en descubierto. Ojos de Ángel me miraron. Labios de Ángel me sonrieron.  En seguida, encontréme repentinamente sola en la playa de una pequeña bahía, azul como un zafiro, que reflejaba el color también azul de un cielo purísimo.  La obscura extensión de agua que había parecido tan triste e impasable había desaparecido, y con mucho asombro de mi parte, reconocí la misma playa cerca del jardín rodeado de rocas que se extendía inmediatamente debajo de mi cuarto de torre.
Miré en todas direcciones en busca de la mujer que había estado conmigo en el bote, del bote mismo y de su extraño guía; pero no había de ellos la menor huella.
No podía imaginarme hasta donde había yo vagado en aquel pavoroso y negro mar; más, muy pronto, recobrando valor y tranquilidad, comencé a pensar en que tal vez aquella aventura había sido preconcebida y realizada como una prueba de mi fortaleza y de mi fe.
¿Había yo fallado en esta prueba? Seguramente que no, por cuanto no había dudado ni de la verdad de Dios ni del poder del amor. Sólo una cosa me preocupaba en grado sumo: el recuerdo de las voces tras una pared, voces que habían hablado de la traición y muerte de Rafael. No podía yo librarme de la ansiedad que el las habían despertado en mi espíritu, aún cuando había procurado resueltamente no ceder ante ningún sentimiento de temor o de sospecha.
Sabía que, después de todo, son las voces del mundo las que ocasionan mayor daño al Amor, y que ni la pobreza ni la pena pueden cortar los lazos de afecto entre los amantes con tanta rapidez como la falsedad y la calumnia. Sin embargo, experimentaba yo
una vaga inquietud sobre el particular, y no podía recobrar mi perfecta tranquilidad.
La puerta de la escalera espiral que conducía a mi cuarto en la torre permanecía abierta, y me aproveché de este tácito permiso para volver allí. Encontré todas las cosas como las había dejado; pero, al buscar la misteriosa y pequeña cámara tapizada con purpúrea seda, donde yo había comenzado a leer el libro titulado "EI Secreto de la Vida", un libro que durante toda mi extraña aventura había procurado guardar siempre conmigo, noté con sorpresa que había desaparecido. Las paredes del cuarto eran solidas, y en ninguna parte se veía la menor huella de abertura.
Tome asiento al lado de la ventana, y principié a reflexionar acerca de mi situación. Ante mis ojos aparecía el mar, tranquilo, iluminado por la amplia radiación de un sol brillante y majestuoso. ¿Había estado yo ausente por mucho tiempo de este cuarto? No podía decirlo. El tiempo parecía no existir para mí. Mi único deseo, mi única preocupación, era saber si Rafael Santóris vivía aún, y si aún poseía yo el tesoro de su amor. En caso de haberlo perdido, ni Dios mismo podría consolarme, ya que se habría roto mi esencial lazo de unión con las cosas divinas.
Poco a poco invadióme una suave quietud, y principio a disiparse la nube de abatimiento que se cernía sobre mi espíritu. Recordé mi reciente experiencia con el anciano y la mujer que habían procurado rescatarme, como ellos decían, y como cuando, en frenética desesperación, yo había llamado «¡Rafael, Rafael!», habrán ellos desaparecido
al instante y dejándome absolutamente libre. Sin duda alguna, era ésta una prueba suficiente de que yo no había sido olvidada por quien había profesado amarme por toda la eternidad.
Al entrar a mi cuarto, yo había colocado sobre la mesa el libro "El Secreto de la Vida" Abrílo nuevamente al azar y leí el siguiente párrafo:
"Una vez que poseáis el inestimable tesoro del Amor, recordad que todos los esfuerzos
posibles serán puestos en práctica a fin de arrebatároslo. Nada envidia tanto el mundo como un alma felíz"  «Los que han sido vuestros amigos más queridos se volverán contra vosotros, porque poseéis una dicha de que ellos no participan; se unirán con vuestros enemigos para haceros descender de la altura de vuestro Paraíso; vuestros mas tiernos sentimientos serán desdeñados y ridiculizados; venenosas mentiras y crueles calumnias circularán con relación a vuestra persona, y todos estos vedados arbitrios tendrán por único fin sumergiros en la obscuridad y en el caos, a fin de que no continuéis en el círculo de luz.  Si queréis manteneros firmes, debéis permanecer valientemente dentro del torbellino de bajas pasiones que se forma en torno vuestro; si deseáis conservar la tranquilidad de vuestra Alma, debéis mantener en su sitio el fiel de la balanza.
Los radiantes e inmortales átomos que constituyen vuestro cuerpo y vuestro espíritu, deben estar bajo vuestro directo control y completa organización, como un ejército bien disciplinado; de lo contrario, las fuerzas desintegrantes puestas en juego por las influencias malignas de quienes os rodean, no solo combatiran vuestra felicidad sino vuestra salud, debilitaran vuestra energía y destruirán vuestra paz.  El Amor es la gloria única de la vida; el corazón y el pulso de toda la creación; un bien negado a los más grandes conquistadores de la tierra un talismán que descubre todos los secretos de la Naturaleza; una Divinidad cuyo poder es ilimitado, y cuya bendición proporciona belleza, dulzura y amplia felicidad.  Fijad todo esto en vuestra memoria, y jamás olvidéis que el gran bien del Amor es envidiado por los que carecen de él».
Al terminar la lectura de este párrafo, una luz iluminó mi cerebro.  La extraña e inexplicable
experiencia a que acababan de someterme, ¿no tendría por objeto apartarme del Amor y destruir el ideal acariciado por mí? Entre tanto, ¿había yo cedido a la tentación? ¿Había yo fracasado?
Habiendo abandonado mi asiento cerca de la ventana, vi que el pequeño ascensor incrustado, por decirlo así, en la pared, había subido silenciosamente con la acostumbrada provisión de frutas, pan y deliciosa agua fresca, y aún cuando no había sentido ni hambre ni sed durante mi extraña marcha por lugares desconocidos, encontrábame muy dispuesta a comer, lo que hice con apetito devorador. Una vez que hube concluido, volví a mi precioso libro, y, habiéndolo colocado sobre la mesa, apoyé mi cabeza en mis dos manos, y púseme resueltamente a leer algunos párrafos que transcribe a continuación para quienes deseen practicar las lecciones que ellos enseñan.

"LIBRE VOLUNTAD"

"El ejercicio de la Voluntad no reconoce límites. Es absolutamente libre, de manera que podemos hacer nuestra propia elección de vida y elaborar nuestro propio destino.
La voluntad puede ejercer su dominio sobre todas las cosas, menos sobre el Amor, porque el Amor es de Dios, y Dios no está sujeto a autoridad. El Amor debe nacer en el alma y del alma. Debe ser una pasión dual, es decir, debe encontrar su compañera en otra alma predestinada que le ayude a realizar los mas nobles y elevados fines de la existencia. Mediante su fuerza, se genera y mantiene la vida; sin ella, la vida vuela hacia otras faces de la existencia eterna en busca otra vez de su amor. Nada es perfecto, nada es duradero sin la luz y el fuego de esta pasión dual"

"PODER"

«El poder sobre todas las cosas y sobre todos los hombres se obtiene por medio de la organización, es decir, poniendo la propia casa en orden. La «casa» es el cuerpo en que
el Alma tiene su habitación transitoria.  Cada átomo del cuerpo debe estar en orden a fin de que pueda trabajar saludablemente y sin confusión.  En seguida, es fácil alcanzar lo que se desea.  Nada en el Universo puede resistir la fuerza de una fija y perseverante resolución; lo que realmente busca el Espíritu debe, por ley eterna, concedersele, y lo que el cuerpo necesita para realizar los mandatos del Espíritu le será  igualmente concedido en virtud de esa misma ley eterna.  La fuerza que emana de la luz solar, del aire y de las cosas ocultas del espacio se encuentra en continua renovación; y todo en la Naturaleza está dispuesto a secundar al Alma resuelta en la realización de sus aspiraciones.  Nada hay en el círculo de la Creación que pueda resistir su influencia.  Éxito, riqueza, triunfo sobre triunfo, acompañan siempre a todo ser humano que diariamente pone su casa en orden; a quién nada puede desviar de su fijo intento; a quien ni la malicia, ni el desprecio, ni la tentación pueden alejar del curso que se ha señalado, y que resiste a la malevolencia y a la calumnia.  Porque el Espíritu de los seres humanos es en su mayor parte como las movedizas arenas del mar, y sólo gobierna su propio universo quien consigue establecer el Orden en medio del caos».

"VIDA ETERNA"

«La vida es eterna.  No puede morir.  Cada cosa viva debe vivir para siempre.  Cada cosa viva ha vivido siempre.  Lo que llama muerte es, por ley eterna, imposible.  La vida esta cambiando perpetuamente de formas, y cada cambio lo llamamos«muerte> porque a nosotros nos parece una terminación de la vida, siendo que es simplemente una renovada actividad.  Cada alma aprisionada hoy día en forma humana ha vivido antes en forma humana, y cada rosal que hoy florece ha florecido también antes en este mundo.  El espíritu de cada individuo conserva su individualidad y, hasta cierto punto, su memoria. Durante su período de desarrollo únicamente le es permitido recordar muy pocos de los millones de incidentes y episodios que están almacenados en su cerebro psíquico.  Cuando ya alcanza la mayor altura de capacidad espiritual, y es bastante fuerte para ver, conocer y entender, solo entonces será capaz de recordar todo desde el principio. Nada puede ser jamas olvidado, puesto que el olvido implica desgaste, y no puede haber desgaste en la sabia estructura del Universo. Cada pensamiento es guardado para usarlo; cada palabra, cada suspiro, cada lágrima es recordada.
La vida misma, en nuestro limitado conocimiento de ella, puede ser continuada por largo tiempo en nuestro planeta si usamos los medios que se nos han dado para conservarla y renovarla.  La conservación y prolongación de la existencia terrena era fácil en los primeros días de la aurora del mundo, por decirlo así, porque la Tierra encontrabase entonces mas cerca del Sol.  En la época actual, nuestro planeta está volviendo a una posición en los cielos que estimula y mantiene la vida; y los seres humanos viven más tiempo sin saber por que, sin pensar que ello es el resultado de la actual situación de ambos cuerpos celestes. La Tierra no esta hoy, dónde se encontraba en los días de Jesucristo; ha recorrido el espacio durante dos mil años, y, sin embargo, el genero humano ignora que su situación de hoy en dicho espacio es diversa de la que ocupaba entonces y que, con esta diferencia, resultan alteradas las leyes que dicen la relación con el clima, con las costumbres y con la vida misma.  No es el hombre quien modifica su medio ambiente; es la Naturaleza, cuyo orden no puede ser alterado.
El hombre cree que el desarrollo de la ciencia y lo que el llama su «progreso» es únicamente el resultado de su propia habilidad; por el contrario, es el resultado de un cambio en su éter atmosférico que no solo presta ayuda a las explicaciones y descubrimientos científicos, sino que tiende a darle mayor poder sobre los elementos, como también a prolongar su vida y su capacidad intelectual.  En el Universo infinito no hay descanso: cada átomo, cada organismo está haciendo algo o se dirige hacia alguna parte. Nada se detiene.  El todo va encaminado hacia el Progreso, la Belleza y la Perfección, y no hay defecto alguno en el majestuoso esplendor del Plan Divino que procura la felicidad de toda la Creación».
«La alegría, no la pena, debe ser la clave de la existencia.  El mundo no es un «valle de lágrimas» sino un jardín lleno de flores iluminado por la luz solar y por la benévola mirada del Creador.
«Lo que se designa con el nombre de <pecado» es obra exclusiva del hombre; Dios no tiene parte en él.  Por orgullo los ángeles cayeron.  Por orgullo el hombre retarda su eterna dicha. Cuando presume ser mas sabio que su Creador; cuando procura contrariar la organización de la Naturaleza, e inventa a su modo una especie de Código natural y moral, es entonces cuando sobreviene el desastre.  La regla de una vida pura y feliz consiste en recibir con gratitud y moderación todo lo que Dios nos envía: el placer de los sentidos, el amor a nuestros semejantes, los goces intelectuales, los éxtasis del alma; y no encontrar faltas en lo que es y debe ser perfecto.  Oímos decir a veces de sabios y filósofos que suspiran ante las penas y sufrimientos del mundo, sin considerar que las penas y sufrimientos son obra exclusiva del hombre y de la crueldad del hombre para con sus semejantes.
Del culpable descuido del hombre en cuanto a las leyes de la salud provienen todas las enfermedades, así como del egoísmo, deslealtad y amor propio del hombre han nacido todos los crímenes imaginables».
Aquí detuve mi lectura porque comenzaba a obscurecer, y no me era posible continuar en ella pues no veía muy claramente.  Miré hacia la ventana, pero escasa luz entraba del exterior.  Una obscuridad más y más densa invadió todas las cosas visibles.
Luego me formé la más firme resolución de no ceder jamás ante los fantásticos terrores a que pudieran someterme ni abandonar mi cuarto, aunque viese otra salida aquella noche. Con esta determinaciónme desnude apresuradamente y me fui al lecho. En el instante de apoyar mi cabeza en la almohada sentí una especie de frío en el aire que me hizo tiritar un poco y experimentar una sensación misteriosa. Cerré mis ojos, dispuesta a descansar, y obtuve tal éxito al ordenar a todas mis facultades hacia este fin, que en pocos minutos estuve profundamente dormida.

del libro El Castillo de Asélzion
Marie Corelli
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