domingo, 22 de abril de 2018

La primera lección - en You Tube - tercera parte del libro El Castillo de Asélzion Marie Corelli



Ignoro cuanto tiempo permanecí allí; pero, al recobrar mis facultades, me encontré en un sitio tranquilo  y sombrío, algo así como una pequeña ermita con una ventana que se abría hacia el mar. Yo estaba tendida en un cojín, cubierta aún con el velo, y, al mirar a mi alrededor, vi que era de noche, y que la luna extendía sobre las olas su red de plateados rayos.
Flotaba en el aire una deliciosa fragancia proveniente de un grupo de rosas colocado cerca de mi en un alto florero de cristal. En seguida, mientras recobraba gradualmente todo el conocimiento de mi propia existencia, percibí una mesa, y, sentado a ella, al propio Asélzion leyendo ante una lámpara encendida. Muy asombrada ante su vista, permanecí inerte por un memento, temerosa de moverme, pues estaba casi segura de haber incurrido en su desagrado, hasta que súbitamente, con el sentimiento propio de un niño que implora perdón por una ofensa, levantéme y corrí hacia él arrojándome de rodillas a sus pies.
—iAsélzion, perdonadme! murmuré. ¡He procedido incorrectamente! ¡Yo no tenía derecho para ir tan lejos!
Volvió sus ojos hacia mi, sonriendo, y tomó suavemente mis manos.
—¿Quién te,niega el derecho de ir lejos si tienes fuerza y valor para ello? ¡Querida niña, nada tengo que perdonar! ¡Tú eres la autora de tu propio destino!. Pero has sido atrevida, pues, siendo mujer, has realizado lo que pocos hombres intentan realizar. Ello es obra de tu amor, ese perfecto amor que rechaza el miedo. Te has aventurado en un peligro que no te ha causado daño; has salido de él indemne. iQue así ocurra con cada una de las pruebas a que se te someta en lo sucesivo!
Asélzion puso término a mi postrada actitud, levantandome suavemente, pero manteniendo siempre tomadas mis manos.
—¡Yo no pude menos de hacerlo!, exclamé. Vuestra orden para mi es silencio y soledad, y en silencio y soledad me mantuve mientras os miraba a todos vosotros, y escuchaba Io que decíais. Y cuando todos vosotros abandonasteis la capilla, yo habría continuado inmóvil en mi sitio, en silencio y en soledad, si no hubiera sido por la Cruz y la Estrella! ¡Parecian hablarme, llamarme, atraerme; y yo me dirigí hacia ellas sin saber por que, impelida por una fuerza extraña! Y en seguida...
Asélzion oprimió suavemente mis manos.
—En seguida la luz reclamó que era suyo, dijo, y el valor tuvo su recompensa. La puerta de tu cámara en la capilla fue abierta de acuerdo con mis instrucciones. Yo deseaba ver lo que harías después.  Aún no te formas idea de lo que has hecho; pero ello no importa. Has realizado una prueba con éxito, porque si hubieras permanecido en tu sitio hasta que alguien hubiese ido a removerte, yo te habría considerado como una criatura de voluntad débil que obedece a impulsos pasajeros; pero tú eres más valiente de lo que yo me imaginaba, y por eso he venido esta noche a darte la primera lección.
—iMi primera lección!—repetí maravillada, mientras Asélzion soltaba mis manos para sentarme en una silla que hasta ese instante había permanecido invisible para mí, por encontrarse en la sombra proyectada por la lámpara.
—iSí, tu primera lección!, prosiguió sonriendo gravemente. La primera lección acerca de lo que has venido a investigar aquí: la prolongación de tu vida terrenal por tanto tiempo cuanto desees, y el secreto de la juventud, fuerza y poder de Rafael Santóris, como también acerca de su dominio sobre ciertas fuerzas elementales. Pero ante todo, bebe esto—dijo, mientras vaciaba de un frasco primorosamente adornado un vaso lleno de vino de color rojo obscuro.—No es una poción mágica; es simplemente una forma de alimento más nutritivo que cualquier materia sólida; y como todo el día nada has comido, salvo tu ligero almuerzo, bebe todo este Iíquido hasta la última gota!
Obedecí. El vino carecía de sabor y de fuerza, como el agua.
—¡Ahora, continuó Asélsion, voy a exponer delante de ti una simple ilustración de la  verdad que sirve de base a toda la Naturaleza!. Si te condujesen a una vasta llanura donde hubiera dos ejércitos opuestos: el uno animado por un sentimiento de destrucción; el otro movido únicamente por el deseo del bien, ¿no es verdad que desearías el triunfo de este último?
—Sí, respondí sin vacilar.
— Pero, supongamos, prosiguió, que ambos ejércitos obraran por el bien, y que el objeto de la fuerza destructora fuese únicamente aniquilar lo que era estéril y dañino, a fin de construirlo otra vez con mas solida y noble estructura, mientras que el deseo de la otra fuerza consistiera en preservar estrictamente y mantener las ventajas que poseía hasta ese momento. ¿Cual de los dos ejércitos tendría tu simpatía?
Aun cuando pensé un poco, no me fue posible contestar inmediatamente.
—He aquí tu punto de vacilación, continuó , y he aquí el límite corriente de la comprensión humana. Ambas fuerzas actúan para el bien; pero, naturalmente, podemos simpatizar nada mas que con una de ellas A esta llamamos Vida; a la otra Muerte.  Nosotros pensamos que la Vida solo existe para lo que es vivo, y que la Muerte es una especie de terminación de la Vida en lugar de ser una de las mas activas formas de la Vida. Todo el Universo se compone de estas dos fuerzas en lucha que llamamos el bien y el mal; pero el mal no existe. El mal es únicamente la destrucción de lo que pudiera ser dañoso si se le permitiese subsistir.  Me explicaré con mas claridad: los millones de millones de átomos y electrones que componen los elementos eternos del Espíritu y de la Materia son duales, es decir, de dos clases: los que mantienen su estado de equilibrio, y los que ejercen una acción desintegrante a fin de construir nuevamente. Esto que ocurre en el Universo, ocurre también en la composición del ser humano. En ti como en mí, existen estas dos fuerzas, y nuestras almas. están colocadas en guardia, por decirlo así, entre ellas. Un ejercito de átomos se encuentra siempre pronto para mantener el equilibrio
de la salud y de la vida; no obstante, si por negligencia y falta de vigilancia del centinela llamado alma, se permite a una parte de ellos convertirse en inútiles y estériles, el otro ejército, cuya misión es destruir todo lo que es falso e inútil con el propósito de renovarlo para darle una mejor forma, principia a trabajar, y este proceso desintegrante es nuestra concepción de decadencia y de muerte. Sin embargo, naturalmente, semejante proceso no puede aun principiar sin nuestro consentimiento y complicidad. Podemos retener la Vida durante un largo tiempo en esta tierra; pero ello sólo puede conseguirse por medio de nuestras propias acciones: por nuestro propio deseo y por nuestra propia voluntad.
Mire a Asélzion interrogativamente.
—Podemos desear y querer muchas cosas, dije; pero el resultado no es siempre feliz.
—¿Esa es tu experiencia?, preguntó, mirándome intensamente con sus penetrantes ojos. Tu sabes, si eres sincera contigo misma, que nada puede resistir ante la insistencia de una fuerte Voluntad ejercida hacia un determinado fin. Si falla el esfuerzo, es porque la Voluntad ha vacilado. ¿Qué has hecho de algunas de tus vidas anteriores—tú y tu amante—por medio de la vacilación en el momento supremo?
Miré a Asélzion con aire de súplica.
—Si hemos incurrido en errores, como habríamos podido evitarlos enteramente?, pregunté. ¿No parece que siempre hemos procurado lo mejor?
Asélsion se sonrió ligeramente.
—No; no me parece así, replico. La fuente principal de vuestras existencias anteriores, la ley de atracción que tiende a uniros, ha sido siempre y es el Amor. Y contra el Amor habéis luchado siempre, como si fuera un crimen; y en muchos casos habéis obedecido a las transitorias convencionalidades de los seres humanos antes que a las inmutables órdenes de Dios. Y ahora, separados como habéis permanecido, perdidos como habéis estado en los interminables torbellinos del infinito, os encontráis cerca otra vez, y, aun cuando tu amado ha cesado de inquirir, tu no has cesado de dudar.
—¡Yo no dudo!, exclamé súbitamente y con pasión. ¡Lo amo con toda mi alma! ¡Jamas Io perderé otra vez!
Asélzion me miro con ojos interrogantes.
—¿Cómo sabes, preguntó, que no Io has perdido ya?
Al oír estas palabras, un repentino sentimiento de angustia invadió todo mi ser; un frío sentimiento de vacío y desolación.  iSería posible que mi propia rudeza y egoísmo me  hubiera separado una vez mas de mi amante?—porque así lo llamaba ahora en mi corazón—¿Habíalo separado una vez mas de mi alma por algún desconfiado pensamiento? Agobiada por amargo dolor, me levanté de mi asiento, casi inconsciente, y me dirigí a la ventana en busca de aire.
Siguióme Asélzion, quien colocó su mano derecha suavemente sobre mi espalda.
—¡No es tan difícil ganar el amor como mantenerlo! exclamó. El no comprenderse y la falta de espontánea simpatía, terminan por destrozar los corazones y separarlos.
Y esto es mucho peor que lo que los mortales llaman muerte.
Ardientes lágrimas caían lentamente de mis ojos. Cada palabra parecía traspasar mi corazón. Yo miraba con ansiedad la movediza extensión del océano que brillaba bajo la majestuosa luna,. Recordé aquella noche, escasamente una semana atrás cuando Rafael estuvo a mi lado, estrechando mis manos con las suyas. ¡Cuán largo  me había parecido ese corto espacio de tiempo! Por fin hablé:
—Querría más bien morir, si la muerte fuera posible, que perder su amor. Porque donde no hay amor, existe necesariamente la muerte, Asélzion suspiró.
—iPobre niña! dijo, Ahora comprendes por qué el alma abandonada vaga de una existencia a otra hasta encontrar su verdadera compañía! De acuerdo con lo que acabas de decir, donde no hay amor no hay verdadera vida, sino sólo una existencia semi-consciente. Pero tú no tienes motivo de queja, no por ahora, si te mantienes firme y fiel. ¡Rafael Santóris está sano y salvo; su alma se preocupa tanto de ti, y con tanta insistencia, como si él mismo estuviese aquí  presente! ¡Mira!
Y colocó sus dos manos por un momento sobre mis ojos.En seguida las retiró. Proferíi un grito de éxtasis, porque delante de mí, sobre la superficie del agua alumbrada por la luna, divise el «Dream>, con sus velas brillantes de luz, y su esbelta figura claramente proyectada contra el horizonte. iOh, cuánto deseaba volar a través de la corta extensión de agua que parecía separarnos! ¡Cuánto deseaba estar otra vez en el puente, al lado de aquel a quien amaba ahora más que mis propias esperanzas celestiales! Pero sabía que ello era sólo una visión presentada delante de mi por la magia de Asélzion, magia puesta en práctica gentilmente en provecho mio, a fin de ayudarme y confortarme en un momento de tristeza y cordial ansiedad. Y yo observaba, sabedora de que aquel cuadro debería borrarse, como ocurrió lentamente, desapareciendo en seguida como un arco-iris en las nubes.
—iEs en realidad un «Sueño»!, dije, sonriendo débilmente, mientras me volvía otra vez hacia Asélzion. ¡Ojalá que el amor nunca fuese tan fugaz.!
—¡Si el amor es fugaz, no es amor! contesto. Una pasión efímera a que suele darse ese nombre, es la corriente atracción que existe entre hombres y mujeres vulgares: hombres que no ven más allá que la satisfacción de un deseo; y mujeres sin otro ideal que ceder a tal deseo. Hombres que aman, en el más alto y fiel significado de la palabra, son mucho más raros que las mujeres. Mujeres hay que se acercan a lo divino en el amor, cuando el amor despierta por primera vez en ellas; si después descienden a un nivel inferior, ello se debe generalmente a culpa de los hombres.
—No todos los seres humanos, continuó, han recibido la facultad de dominar y controlar sus propias fuerzas vitales, y esto es lo que desearía darte a comprender antes de despedirme de ti esta noche. Puedo enseñarte la manera como mantener tu vida Iibre de todos los elementos desintegrantes; pero el aprendizaje de la lección depende de ti misma.
Tomé asiento nuevamente en la silla colocada al frente de Asélzion, dispuesta a oír sus palabras con la mas profunda atención. Había sobre la mesa varias cosas que no había visto antes, y una de estas era un objeto circular cubierto con un paño. Asélsion quitó la cobertura y me mostró un globo de cristal que parecía estar lleno con un extraño fluido volátil claro en si mismo, pero con innumerables virgulitas y Iíneas brillantes que flotaban en él.
—Observa bien esto, dijo, porque aquí tienes una manifestación muy sencilla de una gran verdad. Estas virgulitas y líneas que ves en continuo movimiento, constituyen una muestra de lo que ocurre en la composición de cada ser humano. Algunas de ellas, como ves, se mueven en diversas direcciones; sin embargo, se encuentran y se mezclan unas con otras en varios puntos de convergencia, y en seguida vuelven a separarse. Son las fuerzas constructivas y desintegrantes de todo el Universo, las que, fija bien tu atención en esto, cuando están libres, se encuentran dirigidas por una potente voluntad reguladora. Tu, en tu actual estado de existencia, eres simplemente una Forma organizada, compuesta de esos átomos, y para gobernarlos estás investida del poder de la voluntad que es parte de la creadora influencia de Dios. Si tu los gobiernas propiamente, los átomos constructivos y revivificadores que hay en ti obedecen tus órdenes, y, con fuerza creciente, controlan y subyugan gradualmente a los átomos desintegrantes, sus enemigos, enemigos que, después de todo, son únicamente sus servidores, dispuestos a desembarazarlos de todo lo que es indigno e inútil, al primer signo de decrepitud. Nada hay más sencillo que esta ley que basta poner en práctica para conservar la vida y la juventud. Toda ella esta contenida en un esfuerzo de la Voluntad a que obedece todo en la Naturaleza, justamente como un barco bien dirigido obedece a la brújula.¡Recuerda bien esto!¡Yo digo: ¡todo en La Naturaleza!  Este globo de cristal encierra momentáneamente átomos que no pueden ser dirigidos en este instante por encontrarse aprisionados, fuera de toda Voluntad que los gobierne: pero si los dejase durante unas pocas horas más en el estado en que se encuentran, su fuerza destrozaría el cristal, y ellos escaparían para seguir nuevamente el camino que les está señalado. Te presento todo esto como una lección objetiva, a fin de probarte que tales cosas existen, que ellas son realidades y no sueños.
Tú, como este globo de cristal, estas llena de Átonos aprisionados, átomos de Espíritu y Materia que trabajan juntos para hacer de ti lo que eres; pero tu tienes además la Voluntad reguladora cuya misión es controlarlos y dirigirlos,ya sea a sostenerte, mantenerte y revivificarte, o bien a debilitarte, a menguarte y, finalmente, anularte y desintegrarte, a fin de preparar para ti la creación de otra forma y faz de existencia. Ahora, ¿principias a entender?
—Creo que sí, contesté . ¿Pero es posible hacer siempre este esfuerzo de la Voluntad?
—No hay un momento en que tu, conscientemente o subconscientemente, no desees algo, contestó . Y la suma de fuerza que empleas en desear cosas perfectamente efímeras e insignificantes, podría casi levantar un planeta. Pero consideremos hechos simples, tales como levantar una mano.  Tú estimas que este movimiento es instintivo o mecánico; pero sólo puedes realizarlo porque así lo deseas. Si tu no deseas levantar el brazo, no podrá éste levantarse por sí mismo. Esta fuerza tremenda, este don divino como es el poder de la Voluntad, es ejercido apenas por la gran mayoría de los hombres y de las mujeres. De ahí su costumbre de vacilar; su fácil condescendencia ante esta o aquella opinión; el fácil predominio obtenido sobre millones de seres humanos por unos cuantos dirigentes y reformadores; las infecciosas locuras que suelen invadir a las colectividades; los caprichos de la moda; las costumbres de la sociedad: todo esto es debido al disperso poder de la voluntad que, si fuera concentrado, podría en verdad «llenar la tierra y subyugarla». Pero nosotros no podemos enseñar al mundo, y, por lo tanto, debemos conformarnos con enseñar y entrenar a unos pocos individuos solamente.
Ante tu pregunta acerca de si es posible hacer siempre este esfuerzo de la voluntad, yo respondo que sí, que ello es siempre posible. El secreto esta en resolverse a adoptar una actitud firme, y mantenerla con igual firmeza.
Si tu alientas pensamientos de temor, vacilación, enfermedad, decadencia, incompetencia,
fracaso y debilidad, inmediatamente das ímpetu a las fuerzas desintegrantes que hay en ti para que principien su obra, y gradualmente llegas a convertirte en enferma, timorata, y menguada en tus facultades espirituales y corporales. Si, por el contrario, tus pensamientos
se relacionan con la salud, la vitalidad, la juventud, la alegría, el amor y las facultades creadoras, estimulas a todos los elementos revivificantes de tu sistema para que construyan nuevos tejidos nerviosos y nuevas células cerebrales, como también para que te suministren nueva sangre. Ningún sabio ha descubierto jamas una causa lógica acerca de porqué deben morir los seres humanos, pues ellos están aparentemente destinados a vivir por un tiempo indefinido. Lo que ocurre generalmente es que; los seres humanos se suicidan, y aun los llamados «accidentes», son casi siempre el resultado de su propio descuido, negligencia o falta de atención a las circunstancias preventivas.
Yo procuro exponerte todo esto de la manera mas sencilla que me es posible. Hay cientos de libros que puedes consultar sobre esta ciencia; pero están escritos en una forma tan abstrusa y difícil que aun la inteligencia mas culta se siente casi impedida para asimilar las ideas que contienen.
Lo que te he enseñado es perfectamente fácil de comprender; la única dificultad se encuentra en su aplicación práctica. Esta noche, por lo tanto, y durante todo el tiempo que permanezcas aquí, serás sometida a ciertas pruebas sobre tu fuerza de voluntad, y el resultado de ellas indicara si eres bastante fuerte para triunfar en tus investigaciones acerca de la vida, de la juventud y del amor. Si eres capaz de mantener la verdadera actitud; si puedes encontrar y guardar el verdadero equilibrio central de la Divina Imagen dentro de ti, todo marchará bien. Y no olvides que si aprendes a controlar y gobernar las fuerzas atómicas de que se compone tu ser, podrás igualmente controlar y gobernar todas las fuerzas atómicas que existen dentro de tu esfera de acción. Esto te proporcionara lo que los ignorantes llaman «poder milagroso»; pero no se trata de milagros. Ello se debe nada más que a la actitud del Espíritu que gobierna a la Materia. Te encontraras no solamente capaz de gobernar tus propias fuerzas sino que también podrás extraer de la Naturaleza nuevos elementos de vida.
El aire, la luz solar, los árboles, las flores, te suministraran todo Io que ellos pueden dar, y nada te será rehusado. "Pide y recibirás; busca y encontrarás; golpea y se te abrirá". Naturalmente, debes dar a tu vez lo que recibes, como una manifestación de amor, generosidad, benevolencia y simpatía, no solo al género humano sino también a todos los seres d la Creación, de acuerdo con el precepto bíblico: "Da y se te dará. Con la misma vara que mides seras medido".   Estas frases de nuestro gran Maestro han sido oídas tan a menudo que mucha gente no les atribuye mayores consecuencias; sin embargo, ellas encierran una verdad de que no podemos escapar. Aun un acto tan insignificante, al parecer, como una bondadosa palabra se paga al que la profirió con un doble interés de bondad; mientras que una palabra cruel o dura lleva en sí su propio castigo. Las personas que reciben sin dar, no tienen éxito, generalmente ni en sus vidas ni en sus propósitos; en tanto que las que dan sin tomar, parecen ser ayudadas milagrosamente por la fama y la fortuna, lo que no es otra cosa que el cumplimiento de la ley espiritual. 
—No deseo fama ni fortuna, dije. El amor es bastante para mi.
Asélzion se sonrió.
—¡Bastante para ti, es verdad! ¡Hija mía, es bastante para todos! ¡Si tienes amor es porque has entrado en el secreto espíritu de Dios! El amor inspira toda nobleza, todo sufrimiento, todo valor; y creo que tú posees algunos de sus atributos, porque has sido valiente en tu primer ensayo, y es tu propia valentía la que me ha traído aquí hablar contigo esta noche. Por tu propia cuenta y sin preparación, has pasado lo que nosotros los estudiantes y místicos llamamos «el primer círculo de fuego», y, por, consiguiente, te encuentras lista para el resto de tu prueba, de modo que te llevare a tu cuarto donde te dejare, porque debes soportar y concluir tu prueba enteramente sola.
Mi corazón se abatió un poco; pero nada dije, y me limité a mirar a Asélzion mientras tomaba el globo de cristal, lleno de Iíneas y puntos de luz que brillaban como fuego aprisionado, para levantarlo por un momento entre sus dos manos.
En seguida apago la lámpara, y permanecimos juntos ante el pálido brillo de la luna que derramaba sus plateados rayos sobre la superficie del mar, Comenzaba la alta marea,  y podía oírse el solemne ruido de las  olas  que rompían ritmicamente sobre la playa, Asélzion me tomo de la mano en silencio, y me condujo fuera de la pequeña ermita  hasta el aire libre, donde estuvimos a pocos pasos del mar. Los rayos de la luna nos bañaban con un brillo color perla, y, por un movimiento instintivo, me volví para mirar a mi acompañante. Su rostro parecía  transfigurado en algo de sobrenatural belleza, y por un segundo, y con gran sorpresa de mi parte, cruzó mi mente el recuerdo de lo dicho por él en la capilla acerca de que él llevaba también el peso de  setenta años. ¡Setenta años! Parecía estar en plena juventud y en todo el esplendor de la vida, y la mera idea de edad, relativa a su persona, resultaba absurda. Mientras yo lo observaba, sobrecogida de maravillada fascinación, levantó con lentitud ambas  manos como en solemne invocación a
las estrellas, que brillaban en incontables millones sobre nuestras cabezas, y su voz,  profunda y musical,se dejo oír suave y claramente en medio del silencio:
"iOh, Supremo Guía de todos los mundos creados; Acepta esta alma que anhela ser consagrada a Ti! ¡Ayudala a conseguir todo lo que sea para su sabiduría y progreso  espiritual e identificala con la Naturaleza de donde ella ha nacido! ¡Tu, silenciosa y apacible Noche, invístela con tu profunda tranquilidad! ¡Tu, brillante Luna, penetra su espíritu con el resplandor de los sueños sagrados! ¡Participale de tu fuerza y profundidad, oh Mar!; y que ella pueda extraer de los tesoros del aire toda la juventud, toda la belleza, toda la vida, toda la dulzura, a fin de que su existencia sea una dicha para el mundo, y su amor, una bendición».
Todo mi ser temblaba con un sentimiento de vivo éxtasis mientras Asélzion dirigía esta plegaria para mí. Pude haberme arrodillado ante él, en señal de gratitud y reverencia, pero calculé instintivamente que no desearía  este acto de homenaje. Preferí guardar silencio, y obedecí su suave impulso mientras me conducía de la mano por un abovedado pasadizo de piedra y en seguida, por una larga escalera de caracol a cuyo término se detuvo, y, tomando una llave de su cinturón abrió una pequeña puerta.
—Este es tu cuarto, hija mía, dijo con una grave bondad que me conmovió entrañablemente. ¡Adiós!  El futuro te lo formaras tú sola.
—¿No os veré otra vez? le pregunté con voz algo temblorosa.
—Si, me verás otra vez si pasas tu prueba con éxito, contestó. No si fracasas.
—¿Que ocurrirá si fracaso?.
—No otra cosa que lo corriente, replicó. Abandonarás este recinto en perfecta seguridad para volver a tu hogar y a tus labores habituales; vivirás como viven casi todas las mujeres, bien que tal vez en un grado un poco más alto de pensamiento y de acción, y llegará el tiempo en que consideres tu visita aI Castillo de Asélzion como una simple locura. El mundo, y sus convencionalismos te retendrán fuera de aquí.
—jJamás !, exclamé apasionadamente. Asélzion, yo no fracasaré! 
Miróme vivamente; en seguida colocó  sus manos sobre mi cabeza en ademán de muda bendición, y me indicó que entrase a mi cuarto. Obedecí.  Asélzion cerró la puerta instantáneamente; oí la vuelta de la llave en la cerradura, y luego, el débil eco de sus pasos al descender la escalera. Mi cuarto estaba iluminado por una luz muy tenue, de ignorada procedencia, Todo se encontraba tal como cuando fui llamada a la misteriosa Capilla de la Cruz y Estrella, y mire a mi alrededor, tranquilizada por la quietud y sencillez que me rodeaba.  No me sentía dispuesta a dormir y resolví escribir de memoria todo lo que Asélzion me había dicho mientras permanecía fresco en mí espíritu. Aún me cubría el velo blanco que me habían proporcionado.  Me despojé de él, y lo doblé, con cuidado, listo para usarlo nuevamente en caso necesario. Me senté,  en seguida, a la pequeña mesa, y saqué de una carpeta pluma, tinta y papel; no obstante, algo me impedía fijar mi atención en lo que intentaba realizar. El silencio a mi alrededor era más intenso que nunca, y, aunque la ventana permanecía abierta, no me era posible oír ni aun el murmullo del mar. Escuché, respirando apenas, No se oía ruido alguno. Aquel extraordinario silencio, cada vez más profundo, fue el precursor de una sensación de frío. Sentíame removida a un lugar apartado, donde no podían alcanzarme ni el tacto ni la voz humana, y sentí, como jamás había sentido durante toda mi vida, que, en realidad, me encontraba enteramente sola.


del libro El Castillo de Asélzion

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