jueves, 21 de enero de 2016

¿Qué Es Una Acción Impersonal?

 ¿Qué Es Una Acción Impersonal?

Prosiguiendo con los estudios sobre el desarrollo personal, anexo se comparte corta pero interesante exposición sobre ¿Qué Es Una Acción Impersonal?; de J. Krishnamurti, quien básicamente nos enseña lo siguiente:
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1.- Que generamos Una Acción Impersonal, cuando se piensasientepercibe yactúa inconscientemente. Y la inconsciencia; simple y llanamente consiste, mantener enfocada laatención mental en futuristas e inciertos pensamientos o en pasados e inalterables sentimientos,percepciones o acciones. En otras palabras; se procede inconscientemente cuando se subsiste desfasado/a en el tiempo o en el ahora o presente, con la atención fija en el futuro o en el pasado. Por lo que la inconsciencia; por lo general conlleva a conflictos, problemas yenfermedades.

2.- La mejor manera de evitar Una Acción Impersonal es sostener centrada atención mental en la luz interior del Espíritu (El Alma), para vivir en el tiempo presente; además, de lograr proceder (Pensarsentirpercibir y actuar) con consciencia. Dado a que la consciencia es el único medio para desarrollar el Alma: Consciente, intelectual y emocional.

3.- Con el desarrollo del Alma, también se logra comprender y acatar las Leyes del Universo; y colateralmente lograr, las iniciaciones espirituales respectivas.

Cordiales saludos:

Jorge E. Morales H.

PD: Todas las palabras subrayadas tienen su vínculo aclaratorio en Web. Si buscas espacio seguro y amplio en la NUBE; para guardar, manejar, ver y utilizar en cualquier parte fotos, videos y archivos personales, se recomienda encontrarlo en los siguientes sitios: 123 y 4.


El Cuerpo Denso (Continuación)

La purificación del cuerpo denso consiste, pues, en un procedimiento de selección deliberada de las partículas que le componen. El hombre deberá ingerir como alimento los constituyentes más puros que pueda obtener, rechazando lo impuro y lo grosero. Él sabe que las partículas con que ha formado su cuerpo en los días de vida descuidada desaparecerán gradualmente; con el recambio natural, en unos siete años (Si bien el proceso puede apresurarse considerablemente) y se decide a que no entrarán más partículas impropias en su construcción. A medida que aumenta los constituyentes puros, organiza un ejército de defensores que destruyen las partículas impuras que penetran sin su consentimiento; y con una voluntad activa de que su cuerpo permanezca puro, actúa magnéticamente y sin 
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cesar rechaza de su proximidad toda criatura impropia que pudiera penetrar en él. Formando así una barrera contra las invasiones a que está expuesto en una atmósfera impregnada de toda clase de impurezas. Cuando un hombre se resuelve de este modo a purificar su cuerpo y convertirlo en un instrumento adecuado a la obra del Ser, da el primer paso hacia la práctica del Yoga; paso que tiene que dar, en esta o en otra vida, antes de formular seriamente la pregunta: “¿Cómo he de aprender a comprobar por mí mismo las verdades de la Teosofía?” Toda comprobación de hechos suprasensibles depende del completo dominio del cuerpo físico. Esta comprobación tiene que hacerse, pero es imposible mientras el hombre se halle fuertemente encadenado en la prisión del cuerpo, o mientras el cuerpo sea impuro. Aún cuando posea facultades psíquicas parcialmente desarrolladas (Procedentes de otras vidas más disciplinadas) expresándose a pesar de las circunstancias desfavorables del presente, el empleo de ellas será defectuoso cuando él esté en el cuerpo físico, si éste es impuro. El cuerpo entorpecerá y desnaturalizará el ejercicio de las facultades que funcionen por su medio, y las afirmaciones del vidente no serán dignas de crédito. Supongamos que un hombre se determina deliberadamente a tener un cuerpo puro y; o bien se aprovecha de que su cuerpo cambia completamente en siete años, o bien prefiere el camino más corto y difícil de cambiarlo más rápidamente. En ambos casos comenzará inmediatamente a elegir los materiales que han de constituir el nuevo cuerpo. La cuestión de la alimentación se presentará en primer lugar. Comenzará por excluir toda clase de alimento que pueda formar en su cuerpo partículas impuras y corrompidas. Desechará el alcohol y toda bebida que lo contenga; porque contiene microbios de las clases más impuras, productos de la descomposición. Éstos no sólo son inconvenientes de por sí, sino que atraen hacia ellos (Y por tanto al cuerpo de que forman parte) algunos de los habitantes más inconvenientes del próximo plano, físicamente invisibles. Los alcohólicos que; después de muertos, no pueden satisfacer sus deseos por sustancias intoxicantes, rondan en las cercanías de los sitios donde se expenden bebidas alcohólicas y rodean a los bebedores, tratando de introducirse en sus cuerpos para participar de este modo del grosero placer a que se entregan.


Las mujeres refinadas rechazarían el vino, si pudiesen ver los seres inmundos que procuran participar de este placer y la estrecha relación que así establecen con entidades de la clase más repelente. Elementales perversos pululan también alrededor de los pensamientos de borrachos revestidos de esencia elemental, mientras que el cuerpo físico atrae de la atmósfera que le rodea partículas groseras emitidas por cuerpos borrachos y fuera de control, las cuales pasan a formar parte de su constitución, haciéndole más grosero y degradado. Si observamos a las personas que están constantemente ocupadas en trabajos que involucran el alcohol; como
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 la fabricación y distribución de bebidas espirituosas, vinos, cervezas y otras clases de licores impuros, veremos que sus cuerpos se han hecho groseros y bastos. Los cerveceros, los taberneros y las personas de todas clases sociales que beben con exceso, muestran ostensiblemente lo que parcial y lentamente hacen los que forman su cuerpo con las partículas referidas; mientras mayor es la cantidad que de ellas utiliza, más basto se hace el cuerpo. Lo mismo sucede con los alimentos impropios del consumo humano: La carne de los mamíferos, las aves, los reptiles y peces, así como la de los crustáceos y moluscos que se alimentan de carroña; ¿cómo pueden los cuerpos construidos con tales materiales ser refinados, sensitivos, equilibrados y perfectamente saludables, con el vigor y la delicadeza del acero templado, tal como se requieren para toda clase de obras elevadas? ¿Será preciso que nuevamente añadamos lo que puede aprenderse de la observación de los que viven en este medio ambiente? Ved a los matarifes y carniceros, y juzgad si sus cuerpos tienen aspecto de instrumentos adecuados para pensamientos sublimes y temas espirituales. Sin embargo, ellos son sólo el acabado producto de las fuerzas que obran proporcionalmente en todos los cuerpos que se alimentan de las viandas impuras que ellos suministran. Ciertamente, ninguna clase de cuidado que se tenga con el cuerpo físico por sí sola dará al hombre vida espiritual; pero ¿por qué se ha de aumentar la dificultad con un cuerpo impuro? ¿Por qué hemos de consentir que nuestros poderes; grandes o pequeños, se vean estorbados, empequeñecidos y estropeados en sus tentativas de manifestación, por mediar un instrumento que es innecesariamente imperfecto? Sin embargo nos encontramos con una dificultad que no podemos obviar. Podemos tomarnos muchas molestias con el cuerpo y resueltamente rehusarnos a contaminarlo, pero estamos viviendo entre personas que son descuidadas en este aspecto y que en general no conocen nada sobre estos hechos de la naturaleza. En una ciudad; como Londres, o de hecho en cualquier ciudad occidental, no podemos caminar por las calles sin encontrarnos con cosas desagradables a cada paso. Y en tanto más refinamos nuestro cuerpo, más agudamente delicados se vuelven los sentidos físicos y más sufrimos en una civilización tan cruda y animalizada como la presente. Caminando a través de las calles más pobres y populosas, donde hay tabernas en cada esquina, difícilmente podemos escapar del olor a alcohol, del efluvio de un puesto de bebidas que se solapa con el del siguiente (e incluso calles supuestamente respetables están contaminadas de este modo).


De la misma manera, tenemos que pasar por mataderos y carnicerías. Por supuesto, uno sabe que cuando la civilización sea un poco más avanzada las cosas se organizarán de un modo mejor, y algún beneficio se obtendrá cuando todas estas cosas impuras estén juntas en un mismo lugar, a donde irán aquellos que las quieran. Pero mientras tanto, partículas de estos lugares caen sobre nuestros cuerpos y las respiramos en el aire. Sin embargo, del mismo modo que un cuerpo normalmente saludable no ofrece la posibilidad de que microbios productores de enfermedades puedan germinar, así el cuerpo físico limpio no ofrece oportunidad para que se multipliquen estas partículas impuras. Además; como podemos ver, hay ejércitos de criaturas vivientes que trabajan constantemente para mantener la 
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sangre pura, y este regimiento de verdaderos guarda-vidas se lanzarán en contra de cualquier partícula deletérea que ingrese al dominio de un cuerpo puro, y la destruirá por completo. De nosotros depende que elijamos tener en nuestra sangre estos defensores de la vida, o que la poblemos con piratas que saquean y destruyen lo que es bueno. Mientras más resueltamente nos rehusemos a ingresar a nuestro cuerpo cosas impuras, más fuertes seremos a los ataques externos. Ya hemos hecho referencia al automatismo del cuerpo (Al hecho de que es una criatura de hábito) y hemos mencionado que podíamos hacer uso de esta peculiaridad. Lo que un Teósofo le diría a un aspirante que pretende practicar Yoga y lograr acceder a los planos superiores del ser es: “Debes; por tanto, empezar de inmediato a purificar tu cuerpo, y esto debe preceder al intento de practicar cualquier Yoga digno de tal nombre; porque el verdadero Yoga es tan peligroso para un cuerpo impuro y no disciplinado como un fósforo para un barril de pólvora”. Nuestro Teósofo podría encontrarse con la respuesta de que tal curso de acción (Una dieta vegetariana, por ejemplo) afectaría la salud. Pero es un hecho que al cuerpo; a la larga, no le importa demasiado qué le demos, siempre que le demos algo que lo mantenga saludable. Y se acomodará por sí mismo en un corto tiempo a cualquier forma de comida pura y nutritiva que decidamos adoptar. Precisamente debido a que es una criatura de automatismos, pronto dejará de pedir cosas que le son negadas regularmente, y si hacemos caso omiso a sus demandas por clases más groseras de alimentos pronto adquirirá el hábito de rechazarlas. Supongamos que un hombre ha estado alimentando su cuerpo con varios tipos de cosas impuras; éste las demandará imperiosamente, y la persona se verá inclinada a ceder ante la demanda. Pero si no le presta atención y sigue su propio camino y no el del cuerpo encontrará, tal vez para su sorpresa, que su cuerpo pronto aceptará a su amo y se acomodará a sus órdenes. Pronto, éste empezará a preferir las cosas que su propietario le provee, y desarrollará un gusto por comida pura y disgusto por lo impuro. Los hábitos pueden ser un obstáculo o pueden ser usados en forma ventajosa, y el cuerpo se rinde cuando comprende que somos sus amos y que no permitiremos que un mero instrumento destinado para nuestro uso interfiera con el propósito de nuestra vida.


La verdad es que no es el cuerpo quien mayormente está en falta, sino Kāma, la naturaleza del deseo. El cuerpo de un adulto ha adquirido el hábito de demandar cosas en particular; pero si observan un niño, encontrarán que su cuerpo no demanda espontáneamente las cosas que los cuerpos adultos disfrutan con vulgar placer. El cuerpo del niño, a menos que tenga una herencia física muy mala, se aparta de la carne y el vino, pero sus adultos lo fuerzan a ingerir carne y el padre y la madre le dan sorbos de vino de sus vasos en el postre, y le dicen “hazte un poco hombre”, hasta que el pequeño, por su propia facultad imitativa y por compulsión de otros, es entrenado en malos hábitos. Entonces, por supuesto, se generan gustos impuros, y tal vez viejos deseos kámicos latentes se despiertan, y 
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el cuerpo gradualmente formará el hábito de demandar las cosas con las cuales ha sido alimentado. A pesar de todo este pasado, hagamos el cambio, y a medida que nos deshagamos de las partículas que desean esas impurezas, empezaremos a sentir cómo nuestros cuerpos alteran sus hábitos y rechazan el mismo olor de las cosas que acostumbraban a disfrutar. La verdadera dificultad en el camino de esta reforma yace en Kāma, y no en el cuerpo. No queremos hacerlo. Si quisiéramos, lo haríamos. Nos decimos a nosotros mismos: “Después de todo, tal vez esto no importa demasiado; yo no tengo facultades psíquicas, no soy suficientemente avanzado para que esto haga alguna diferencia.” Pero nunca avanzaremos si no nos decidimos a vivir del modo más elevado que esté a nuestro alcance; si permitimos que la naturaleza del deseo interfiera con nuestro progreso. Decimos “¡Cuánto me gustaría tener visión astral, viajar en el cuerpo astral!”; pero llegado el momento, preferimos una “buena” cena. Si el precio por renunciar a comida impura fuera un millón de libras al final del año, ¡cuán rápido desaparecerían las dificultades y encontraríamos los medios para mantener el cuerpo vivo sin vino ni carne! Pero cuando sólo se ofrecen los impagables tesoros de la vida superior, las dificultades son insuperables. Si el hombre realmente deseara lo que pretende que desea, tendríamos cambios mucho más rápidos alrededor de los que hoy vemos. Pero simulamos, y lo hacemos tan bien que nos engañamos a nosotros mismos creyendo que somos sinceros. Y así volvemos vida tras vida a vivir de la misma forma, sin progresar, por miles de años. Entonces, en alguna vida particular, nos preguntamos por qué no avanzamos y por qué tal persona ha hecho un progreso tan rápido en esta vida. Quien está verdaderamente decidido (No con un impulso pasajero, sino con constante persistencia) puede hacer el progreso que desee. Mientras que el hombre que está pretendiendo correrá en círculos por la rueda del molino durante muchas vidas venideras. En esto, en la purificación del cuerpo, yace la preparación para toda práctica del Yoga; no es la preparación completa, por cierto, pero es una parte esencial de ésta. Ya hemos dicho lo suficiente con respecto al cuerpo denso, el vehículo inferior de la conciencia.




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