miércoles, 20 de enero de 2016

Los Siete Principios Del Hombre


Los Siete Principios Del Hombre

Prosiguiendo con los estudios acerca del desarrollo personal; anexo a la presente se comparte interesante exposición sobre Los Siete Principios Del Hombre, de Annie Besant, quien nos señala lo siguiente:

1.- Que según las enseñanzas teosóficas, nuestro Sistema Solar está conformado septenariamente (Por los mundos: átmico, búdico, manásico [Mental superior abstracto y mental inferior concreto], kamásico [Astral Superior], pránico, astral [Inferior] y pakrítico [Físico]), por lo que todos los humanos que vivimos dentro del Sistema Solar, también poseemos la misma constitución septenaria (Átmico o Espíritu, Buddhi o Alma, manas, mental o pensamiento, kama o astral superior, prana o vitalidad, cuerpo astral inferior y cuerpo físico).

2.- Sin embargo; de acuerdo a lo expuesto por Annie Besant, en su libro de Los Siete Principios Del Hombre, que a bien se adjunta a éste correo electrónico, la composición septenaria de toda persona comprende los cuerpos: Físico químico denso o sthula sarira, físico vital o etérico o linga sarira, pránico o de vida, kama o astral, manas o mental, Búdico o Espíritu de Vida y Átmico o Espíritu Divino.

3.-Como se denota en los dos puntos antes expuestos, la diferencia entre los cuerpos del humano radica; que según las enseñanzas teosóficas, toda persona posee un cuerpo emocional o astral superior y otro inferior, en tanto que Annie Besant nos indica un solo cuerpo emocional, astral o kama y dos cuerpos físicos: Vital, etérico o linga sarira y denso o químico o sthula sarira.

4.- Se hace necesario aclarar, que el Sistema Solar contiene un área; entre la región del astral superior e inferior, específicamente en la subregión de la Vida Anímica, que la sabiduría teosófica califica como pránica. ¿Por qué? Debido a que desde dicha subregión; que las enseñanzas rosacruces califican como la base del 1º Cielo, emana el prana de vida desde el Sol. Además, otras enseñanzas espirituales señalan que el constante obrar del mundo delpensamiento como foco; en la región astral superior se reflejan las energías del: Espíritu Divino o Átmico (En la subregión astral del Poder Anímico), del Espíritu de Vida o Búdico (En la subregión astral de la Luz Anímica) y las del Espíritu Humano o el Alma (En la subregión astral de la Vida Anímica). Es más, cuando dormimos profundamente el Espíritu Humano o el Almalleva a nuestro cuerpo mental concreto y emocional o astral a esa región pránica del mundo emocional o astral superior, para que dichos cuerpos sean vitalizados; y para que antes de despertar, tal vitalidad sea transferida al cuerpo físico vital o etérico. De suerte que cuando se tiene un largo sueño, el despertar se manifiesta con cierta vitalidad; de lo contrario, el despertar conlleva cierto cansancio psicológico y físico. Por otra parte, Annie Besant considera la regiónpránica el límite superior de la región vital o etérica; concretamente la subregión del éter reflector, que representa el Aura de la Tierra o de las personas.

Cordiales saludos:

Jorge E. Morales H.

PD: Todas las palabras subrayadas tienen su vínculo aclaratorio en Web. Si buscas espacio seguro y amplio en la NUBE; para guardar, manejar, ver y utilizar en cualquier parte fotos, videos y archivos personales, se recomienda encontrarlo en los siguientes sitios: 1, 2, 3 y 4.



El Cuerpo Denso

Tenemos que detenernos a considerar la constitución del cuerpo lo suficiente como para poder comprender cómo es que podemos tomar este cuerpo, purificarlo y entrenarlo. En primer lugar examinaremos una serie de actividades cuya mayor parte se hallan fuera del dominio de la voluntad, y luego aquellas que pueden dominarse. Ambas clases de actividades obran por medio de sistemas nerviosos diferentes. Por uno de ellos se ejercitan todas las actividades del cuerpo que sostienen la vida ordinaria, por cuyo medio se contraen los pulmones, late el corazón y son dirigidos los movimientos del sistema digestivo. Éste se compone de los nervios involuntarios, llamados comúnmente el “sistema simpático”. En un tiempo, durante el largo pasado de la evolución física en la que se formaron nuestros cuerpos, dicho sistema estaba bajo el gobierno del animal que lo poseía, pero gradualmente comenzó a funcionar de forma automática; se separó del dominio de la voluntad adquiriendo una vida propia, casi independiente, y ejercitó por sí todas las actividades vitales normales del cuerpo. Mientras una persona se halla en 
estado de salud no nota estas actividades; siente que respira cuando la respiración está oprimida o detenida, siente que su corazón late cuando el latido es violento o irregular; pero cuando todo está bien, la marcha del sistema pasa inadvertida. Sin embargo, es posible poner el sistema simpático nervioso bajo el dominio de la voluntad por medio de una práctica larga y muy penosa. Una clase de Yogis en la India; los Hatha Yogis, desarrolla este poder en un grado extraordinario, con objeto de estimular las facultades psíquicas inferiores. Éstas son pasibles de ser desarrolladas por medio de la acción directa sobre el cuerpo físico, sin tener para nada en cuenta el desarrollo espiritual, moral e intelectual. El Hatha Yogi aprende a dominar la respiración hasta el punto de suspenderla por un período considerable de tiempo; y a dominar los latidos del corazón, apresurando o retardando la circulación a voluntad. Por estos medios pone al cuerpo físico en estado de trance y deja en libertad al cuerpo astral. Este método no debe imitarse, pero es instructivo para que las naciones occidentales (Quienes tienden a considerar al cuerpo como de una naturaleza tan imperativa) sepan cuán por completo puede un hombre dominar este proceso físico normalmente automático, se enteren de que miles de hombres se imponen una disciplina larga y en extremo dolorosa para liberarse de la cárcel del cuerpo físico, y conozcan que estas personas pueden vivir incluso cuando se halla suspendida la animación del cuerpo. Ellos son; al menos, personas decididas, y no ya los meros esclavos de los sentidos. Prosiguiendo nuestro estudio tenemos el sistema nervioso voluntario, mucho más importante para nuestros propósitos mentales. Este gran sistema es el instrumento del pensamiento, y por medio de él sentimos y nos movemos en el plano físico. Lo forman el eje cerebroespinal (El cerebro y la espina dorsal) y los filamentos nerviosos que parten de él para todo el cuerpo. Éstos son los nervios motores y de sensación; los nervios por medio de los cuales sentimos (Que corren de la periferia al eje) y los nervios por los cuales nos movemos, que se dirigen del eje a la periferia. De todo el cuerpo parten los hilos nerviosos, asociándose unos con otros formando haces que se juntan en la médula espinal constituyendo su sustancia fibrosa externa. Éstos; ascendiendo, se esparcen y ramifican en el cerebro que es el centro de toda sensación y de todo movimiento voluntario. Éste es el sistema por medio del cual el hombre expresa su voluntad y su conciencia, y de él puede decirse que tiene su asiento en el cerebro.

El hombre no puede hacer nada en el plano físico sino por medio del cerebro y del sistema nervioso; si éstos están desarreglados, no podrá expresarse de un modo ordenado. Éste es el hecho sobre el cual el materialismo ha fundado su afirmación de que el pensamiento y la acción cerebral varían juntos. Considerando tan sólo el plano físico como lo hacen los materialistas, ciertamente que varían a la vez. Es necesario acudir al plano astral para demostrar que el pensamiento no es resultado de la acción nerviosa. Si el cerebro está afectado por alguna droga, por enfermedad, o por un golpe, el pensamiento del hombre a quien pertenece el cerebro no encuentra su debida expresión en el plano físico. El materialista indicará también que si se tienen ciertas enfermedades, el pensamiento será afectado especialmente. Hay una enfermedad rara; la afasia, que destruye una parte especial del tejido cerebral cerca del oído, y va acompañada de la falta total de memoria en lo que concierne a las palabras. Si se dirige una pregunta a una persona que la padezca, ésta no podrá contestar; si se le pregunta su nombre, no 
responderá; pero si se pronuncia su nombre, dará señales de reconocerlo. Si se le lee alguna cosa, mostrará asentimiento o disentimiento; es decir, puede pensar, pero no hablar. Parece como si la parte del cerebro que ha sido afectada estuviese en relación con la memoria física de las palabras; de modo que con la pérdida de aquella parte, pierde el hombre la memoria de las palabras en el plano físico y se vuelve mudo, al paso que retiene la facultad de pensar y puede mostrar su acuerdo o desacuerdo con cualquier proposición que se le haga. El argumento materialista viene a tierra; por supuesto, cuando el hombre se libera de su imperfecto instrumento. Entonces, puede manifestar sus facultades. Pero vuelve a quedar mudo cuando se ve reducido nuevamente a su expresión física. La importancia de este punto para nuestro estudio no consiste en la validez o nulidad de la posición materialista, sino en el hecho de que el hombre ve limitada su expresión en el plano físico por las capacidades de su instrumento físico, y que éste es sensible a las influencias de agentes físicos. Si éstos pueden perjudicarle; pueden igualmente beneficiarlo, consideración que, como veremos, es de importancia vital para nosotros. Estos sistemas nerviosos; como todas las partes del cerebro, están constituidos por células (Cuerpos pequeños definidos, con membranas que encierran un contenido visible al microscopio) modificadas de acuerdo a sus diversas funciones. Las células están, a su vez, construidas de pequeñas moléculas, y éstas de átomos (Los átomos del químico) siendo éstos para él la partícula última e indivisible de un elemento químico1. Dichos átomos se combinan de innumerables modos para formar los gases, los líquidos y los sólidos del cuerpo denso. Para el Teósofo, cada átomo químico es una cosa viviente (Capaz de tener vida independiente) y toda combinación de átomos en un ser más complejo es también algo viviente. Así pues, toda célula tiene su vida propia; y estos átomos, moléculas y células combinados, forman un todo orgánico, un cuerpo que sirve de vehículo a una forma de conciencia más elevada que la que ellos alcanzan separadamente. Ahora bien, las partículas de que se componen estos cuerpos están en continuo movimiento; y como son muy diminutas agregaciones de átomos químicos, no pueden percibirse por la simple visión, aun cuando muchas de ellas se ven por medio del microscopio. Si se coloca una muestra de sangre bajo el microscopio, vemos moverse en ella un número de cuerpos vivos, corpúsculos blancos y rojos, siendo los blancos muy semejantes en estructura y actividad a la ameba ordinaria.


1. Cuando la Dra. Besant escribió este libro, la ciencia aún creía que los átomos eran pequeñas esferas sólidas e indivisibles. La ciencia oculta; por otro lado, afirmaba que los así llamados ‘átomos’ eran divisibles y estaban en movimiento continuo. (N. del T.)


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