viernes, 29 de enero de 2016

El Misterio Del Por Qué

El Misterio Del Por Qué

Prosiguiendo con los estudios sobre el desarrollo personal, anexo se comparte corta pero interesante exposición sobre El Misterio Del Por Qué; de Ralph M. Lewis, quien básicamente nos enseña:

1.- La imperiosa necesidad del conocimiento de sí, para lograr enfocar la atención mental en laluz interna del Espíritu (El Alma); con el objeto de alcanzar pensarsentirpercibir y actuar con un verdadero amor consciente.

2.- El amor consciente permite que la luz del Alma interpenetre toda la personalidad; lo que a larga estimulará la depuración de todos los cuerpos, transmutando mediante la conscienciadebilidades y vicios en fortalezas y virtudes.

3.- Y entre las transmutaciones que hace el Ego; a través de la luz del Alma en la personalidad, está convertir la soberbia en humildad.


Cordiales saludos: 

Jorge E. Morales H.

PD: Todas las palabras subrayadas tienen su vínculo aclaratorio en Web. Si buscas espacio seguro y amplio en la NUBE; para guardar, manejar, ver y utilizar en cualquier parte fotos, videos y archivos personales, se recomienda encontrarlo en los siguientes sitios: 123 y 4.


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I Lectura de un pensamiento del Maestro Peter Deunov:


«Determinar el número personal es recibir inesperadamente una herencia de diez millones de levas. Si sois razonables, resolveréis con ese número muchas dificultades. Los números ocultan una fuerza mágica. Recibir diez millones de levas, es poder adquirir mansiones, amigos, la felicidad. ¿Qué mayor riqueza que esa? Todo el mundo se inclina ante diez millones de levas. ¿Por qué? Porque es un número viviente. Y si tal fuerza está oculta en un número, i mucho más grande es esa fuerza cuando se manifiesta a través de un ser humano. Cuando un hombre penetra en la fuerza de los números, los profesores de la luz abren para él las puertas de su Universidad. Si al menos una puerta se abre para el hombre, entrará sobre un carro de fuego como el profeta Elías entró en el Cielo. Pero aquél que no comprende los números vivientes, rondará largo tiempo alrededor de las puertas de esta Universidad y nadie se las abrirá. Para poder entrar en la Universidad de la luz, hay que poseer amor, pues el amor resuelve todos los problemas. Fuera del amor no hay nada, sólo el fracaso. Algunos detalles de este pensamiento del Maestro Peter Deunov seguramente os sorprenderán, y si no os los explico, os iréis con ideas erróneas sobre su Enseñanza. Él dijo: «Todo el mundo se inclina ante diez millones de levas» Naturalmente, esto no es extraordinario, lo vemos por todas partes. Aunque hoy en día diez millones de levas ya no representan gran cosa, ¡ni siquiera alcanzan para construirse una cabaña! «Recibir diez millones de levas es poder adquirir mansiones, amigos, la felicidad.» ¡Ah! Eso no es seguro; las mansiones, sí; pero los amigos y la felicidad, eso no es en absoluto seguro. Pensaréis que estoy contradiciendo y criticando a mi Maestro. En absoluto, al contrario, y voy a mostraros la profundidad de lo que él sobreentiende. ¿Qué significa «conocer el número personal» Y por qué el Maestro eligió el número diez? El Maestro habla el mismo lenguaje que todos los grandes Iniciados: Para ellos todo es número. Los números representan el armazón del universo; y quien los conoce, no solamente posee la ciencia de la creación, sino que se vuelve todopoderoso, pues los 
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números son fuerzas mágicas. Cada ser tiene un número determinado; y si lo conoce, conoce al mismo tiempo su lugar en el universo. Incluso puede decirse que cada ser es un número dotado de una vibración totalmente especial, y que según esa vibración fundamental, esencial, todo está determinado para él: Su destino, su camino, pero también su cuerpo, su rostro, el estado de su organismo. El número representa las vibraciones de su ser íntimo que atrae ciertos elementos; y rechaza otros, gracias a esa ley de afinidad y de polaridad de la que os he hablado tan a menudo. Para los Iniciados, el número es el esqueleto alrededor del cual vienen a ubicarse todos los elementos. Hace mucho tiempo, vi un mercader ambulante que atraía a la multitud presentándole estructuras metálicas que tenían la forma de árboles de todas clases: Proyectaba encima ciertas sustancias químicas que; al aglutinarse, daban verdaderamente la impresión de una gran frondosidad. Pues bien, es absolutamente la imagen de la creación. Un número es una abstracción, pero es un ser real. Cuando debe descender para manifestarse en el plano físico, se cubre de carne con el fin de tener un cuerpo. Es un número, pero desaparece bajo tantas envolturas que ya no se sabe lo que representa; para encontrarlo de nuevo, hay que despojarlo de sus apariencias y volver a descubrirlo mucho más allá de la carne, de la sangre, de la piel, de los músculos, e incluso de los huesos.


Todas las ciencias, la astronomía, la física, la química, la mecánica, no estudian otra cosa que formaciones que se produjeron alrededor de un número, o a partir de un número. Todas las ciencias saben muy bien que no pueden hacer ningún progreso; ni obtener ningún éxito, tanto en sus hipótesis como en sus aplicaciones, si no parten de bases matemáticas. Por eso trabajan con un lenguaje matemático: Han comprendido que los números dirigen todo, y que hay que conocer todas sus relaciones y combinaciones para poder dominar la materia. Decía que el número está en la base de todo; en realidad, sería más justo decir que está en la cima, en el origen, y que es por un fenómeno de cristalización, de acumulación de materia alrededor de él, que aparecen todos los elementos de la creación: Los árboles, las rocas, las montañas, las flores, los animales, los insectos, los hombres... Toda la creación está hecha 
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exclusivamente de números que se han encamado. Es evidente que os explico esto de forma rápida, porque es difícil encontrar los términos para expresar esta realidad compleja. Así es como cada ser humano, al venir a la tierra, está determinado por un número fundamental que la Inteligencia cósmica le dio; o más bien que él mismo logró obtener, por la manera en la que vivió durante sus encamaciones anteriores. Pero volvamos a esos diez millones de levas de los que habla el Maestro Peter Deunov, para estudiar más precisamente el número diez. Quienes idearon darle esta forma, 10, ¿cómo procedieron? ¿Creéis que lo hicieron así por azar? No, poseían la ciencia de los símbolos, y es lo que voy a intentar demostraros. Releed el principio del Génesis: Moisés relata allí, que Dios situó al primer hombre y a la primera mujer en el jardín del Edén. En ese jardín crecían dos árboles: El Árbol de la Vida, y el Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal. Adán y Eva recibieron la orden de comer únicamente de los frutos del Árbol de la Vida, pero ya conocéis la continuación de la historia, en cuanto a la forma en que, empujados por la serpiente, probaron los frutos del otro árbol. Pero dejemos por el momento este tema de la serpiente, y ocupémonos del Árbol de la Vida. Este Árbol de la Vida, estaba impregnado por fuerzas tan armoniosas y benéficas, que sus hojas curaban todas las enfermedades y sus frutos aportaban la vida eterna. No había pues en el Paraíso ni enfermedades, ni sufrimiento, ni muerte. ¿Acaso los cristianos, cuando leen las primeras líneas del Génesis, tienen una idea muy clara de lo que es el Árbol de la Vida? Conocen el Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal, ya que todo el tiempo están alternando entre la alegría y la tristeza, la salud y la enfermedad, la opulencia y la miseria, pero ¿y el Árbol de la Vida? El Árbol de la Vida es el universo que Dios habita e impregna con su existencia, es una representación de la vida divina que circula a través de toda la creación. Y el ser humano también representa, en miniatura, el mismo Árbol de la Vida. ¿Por qué entonces no es inmortal? Era inmortal mientras estaba unido al gran Árbol, pero al transgredir las prescripciones de Dios, se desprendió de él y perdió la inmortalidad. Hubo pues una época en la que el hombre no se había separado del Árbol de la Vida, estaba en relación permanente con él, comía sus frutos, y este es el sentido simbólico del verbo comer: Estar en comunión. Pero cuando el hombre se separó del Árbol, fue a vivir «sobre la tierra», en la región más densa de la materia, Malkut, la décima séfira que describen los cabalistas.


Los cabalistas dividen al universo en diez regiones o sefirots, que corresponden a los diez primeros números. Esos números son originalmente realidades puramente abstractas, pero al descender a regiones más densas, se cubrieron de materia. Es por eso que cada uno de los diez sefirots posee, no sólo un Espíritu (El número), sino también un Alma, un intelecto, un corazón, y finalmente un cuerpo físico que los resguarda. Esta estructura se repite en los diez sefirots, por lo que en cada uno hay cinco aspectos a estudiar. El primer aspecto, que corresponde al espíritu, está representado por el nombre de Dios. De Kether a Malkut, esos diez nombres son: Ehieh, Iah, Jehovah, El, Elohim Gibor, Eloha va- Daath, Jehovah Tsebaot, Elohim Tsebaot, Chadai-El-Hai, Adonai- Meled. Esos nombres de Dios son
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nombres sagrados que hay que pronunciar siempre con el mayor recogimiento, en el silencio del Alma. Si me atrevo a hacerlo hoy, es porque siento la presencia de entidades magníficas que nos rodean, y que se cumplen ciertas condiciones de pureza y de luz. Pronunciando esos nombres sagrados, cuyo verdadero significado y poder conocen únicamente los cabalistas, pueden proyectarse rayos sobre todas las conciencias del mundo, a fin de que los seres que están mejor preparados para recibir esas bendiciones, despierten a una vida nueva. Cada séfira es una región habitada por toda una jerarquía de espíritus luminosos, y gobernada por un Arcángel sometido, él mismo, directamente a Dios. Es pues Dios mismo quien dirige esas diez regiones, pero bajo un nombre diferente en cada región. Por ello, la Cábala otorga diez nombres, diez atributos a Dios. Él es Uno, pero cambia de expresión. Se manifiesta en forma diferente según la región. Es siempre el mismo Dios, pero bajo diez expresiones, diez rostros diferentes. El segundo aspecto de una séfira, el que corresponde al Alma, está representado por el nombre de la séfira misma. Los diez sefirots son: Kether (La corona), Hochmah (La sabiduría), Binah (La inteligencia), Hesed (La clemencia), Geburah (El rigor), Tipheret (La belleza), Netzach (La victoria), Hod (La gloria), Iesod (El fundamento), y por último Malkut (El reino). El tercer aspecto, que corresponde al intelecto, está representado por el jefe de cada uno de las diez órdenes angelicales. Éstas son Metatron: Que participa en el trono; Raziel: secreto de Dios; Tsaphkiel: Contemplación de Dios; Tsadkiel: Justicia de Dios; Kamael: Deseo de Dios; Mikhael: Quién es como Dios; Haniel: Gracia de Dios; Raphael: Curación de Dios; Gabriel: Fuerza de Dios; Uriel: Dios es mi luz, o Sandalfon. El cuarto aspecto, que corresponde al corazón, está representado por el orden angélico que mora en cada séfira. Ellos son: Los Hayot Ha-Kodesch (Es decir los animales de santidad) o, en la religión cristiana, los Serafines; los Ophanim (Ruedas) o Querubines; los Aralim (Leones) o Tronos; los Hachmalim (Resplandecientes) o Dominaciones; los Seraphim (Ardientes) o Potestades: Los Maadim (Reyes) o Virtudes; los Elohim (Dioses) o Principados; los Bnei-Elohim (Hijos de los dioses) o Arcángeles; los Kerubim (Fuertes) o Ángeles, y por fin los Ischim (Los hombres) o Almas glorificadas. Cada jerarquía angelical tiene sus formas, sus colores, sus manifestaciones, y cada una está predestinada a realizar un trabajo particular. En la estructura del Árbol de la Vida cósmica, cada una encuentra su lugar y se integra en un conjunto sublime de una belleza y de una armonía indescriptibles.


Por último, el quinto aspecto de una séfira; que corresponde al cuerpo físico, está representado por un planeta. Es el soporte material de los cuatro primeros aspectos, algo así como un cuerpo de carne y hueso. Son Neptuno, Urano, Saturno (En hebreo Chabtai), Júpiter (Tsedek), Marte (Maadim), el Sol (Chemesch), Venus (Noga), Mercurio (Kohav), la Luna (Levana), La Tierra (Aretz). Cada séfira tiene por consiguiente cinco aspectos, y cinco aspectos para cada uno de los diez sefirots, lo que da cincuenta. Esto es lo que se llama las Cincuenta Puertas, esas cincuenta puertas que se representan en Binah. Hay que agregar que los Antiguos, que trabajaban únicamente con siete planetas, además de la Tierra, no situaban sobre el Árbol sefirótico ni a Urano ni a Neptuno. Para ellos, Hochmah
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representaba el zodíaco (Mazaloth), y Kether las nebulosas, los primeros torbellinos (Reschit Ha-Galgalim). Es el orden que los astrólogos respetaron cuando establecieron las horas planetarias que tienen en cuenta para sus trabajos1. Pues, según la Cábala, las veinticuatro horas de la jornada y de la noche, están situadas bajo la influencia de los siete planetas conocidos desde la Antigüedad, y en un orden determinado que se repite eternamente, es decir: Saturno, Júpiter, Marte, Sol, Venus, Mercurio, Luna. Todas las representaciones simbólicas, todas las ceremonias mágicas, la teúrgia, todos los rituales, incluso el de la misa, se inspiran en el Árbol de la Vida. Por todas partes se encuentran números, colores, formas simbólicas que llegan fragmentadas de esta tradición cabalística. Incluso las veintidós cartas del Tarot tienen como origen el Árbol de la Vida. La Cábala enseña que por encima de Kether existe otra región desconocida, misteriosa, inconmensurable. Allí reside el Dios Absoluto, del cual emana el Dios Padre. Así, el Dios Padre que habita en Kether desciende de ese Dios Absoluto que no conocemos, que nadie puede conocer. Los cabalistas llaman a esta región Ain Soph Aur (Aur: Luz, Ain: Sin, Soph: Fin). Ain es una negación, pero en su espíritu significa algo más que una simple negación. En las Iniciaciones egipcias, cuando el discípulo pasaba por ciertas pruebas, se le decía: «Osiris es un dios negro». Negro porque no se lo puede conocer, pero también porque es de las tinieblas de donde nace la luz. Encontramos precisamente esta idea en el número 1 O. El número 10, que está formado por el 1 y por el O, representa el espíritu y la materia. De Hyle, es decir del caos o del O, surge la vida, el l. Los dos juntos forman el 10, Y he aquí los elementos de todas las operaciones matemáticas, el diez, los diez dedos. El uno representa el principio masculino, el cero el principio femenino, y los dos reunidos representan la materia animada por la vida. Y es verdad, Dios creó las cosas así: Del cero, gracias a la acción del uno, hizo surgir la vida entera que es el diez. ¡Los matemáticos ni se imaginan, cuando combinan sus cifras, que trabajan sin cesar con el Árbol de la Vida, el diez, la plenitud! Nada le falta al número diez, posee los dos principios. Si se dibuja así, es el lingam de la India, el mismo símbolo que el sello de Salomón, los triángulos masculino y femenino entrelazados.



Conocer los números del uno al diez, es conocer los principios de todas las cosas, pero también de tener la posibilidad de trabajar ya que el hombre tiene diez dedos. Las dos Tablas de la Ley de Moisés situadas en el Arca, tienen su equivalencia en las dos manos, con cinco prescripciones visibles y cinco prescripciones ocultas. Las Tablas de la Ley representan los diez sefirots, y es a través de los poderes de los diez sefirots cuyo instrumento son las dos manos, que Moisés hacía prodigios. Las manos están vinculadas a los poderes cósmicos de los diez sefirots: Gracias a los diez dedos de la mano todo es posible, por eso el número diez 
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representa la plenitud. En la página que os leí, el Maestro Peter Deunov hablaba de diez millones de levas. Diez millones, es el uno seguido por siete ceros. Los ceros detrás de una cifra representan todas las posibilidades, todas las condiciones favorables para la realización en la materia. Cuantos más ceros tenga una cifra, más grandes son esas posibilidades... ¡con la condición de que los ceros estén detrás de ella, no delante! Diez millones, es el uno seguido de siete fuerzas, de siete poderes. ¿Qué mayor riqueza puede haber que la de tener los diez sefirots desarrollados en uno mismo? Desde el momento en que queréis entrar en las regiones angelicales, en los tabernáculos celestes, se os abren las puertas, y entonces os regocijáis, os alimentáis, saciáis vuestra sed, es decir tenéis inspiraciones, proyectos magníficos. ¿Cómo trabajar con el diez, que es el número de Malkut? Malkut es la décima séfira, resume todo lo que está arriba y todo lo que está abajo (El 1 y el 0, el espíritu y la materia), e indica al discípulo el trabajo a realizar: Elevarse con el pensamiento hasta la cima, y después volver a descender para animar, vivificar, purificar su cuerpo físico (pues eso es Malkut), con el fin de impregnarlo de las cualidades y virtudes de los otros nueve sefirots. Es así como él se forma un nuevo cuerpo, el cuerpo de gloria, el cuerpo de luz. Quien llega a unir en sí mismo a Malkut con los otros sefirots, realiza el diez y posee la riqueza, la plenitud. El número diez es el del éxito, simboliza la realización de todos los demás números. Malkut, reunido con todos los demás sefirots, representa el Reino de Dios. Desde el punto de vista del espíritu, la séfira más importante es naturalmente Kether, pero desde el punto de vista de la realización en la materia, es Malkut, porque en su perfección, condensa y concreta las cualidades de todas las demás regiones. Es por esta razón que los hombres, en cierto aspecto, superan a los Ángeles. Somos más ricos que ellos, pues tenemos algo que ellos no poseen: El cuerpo físico. Diréis que este cuerpo nos vuelve esclavos de la materia. De acuerdo, pero si llegamos a obtener las cualidades de los Ángeles: La pureza, la inteligencia, el desinterés, esas cualidades transforman nuestro cuerpo, lo iluminan, lo inmortalizan, lo divinizan, y gracias a ese cuerpo divinizado, somos más que los Ángeles, somos el número diez. Estas son, mis queridos hermanos y hermanas, algunas palabras, algunos fragmentos de la verdadera ciencia, pero es tan vasta, que toda una vida es insuficiente para agotarla. Si pedís a un Iniciado que condense en algunas horas esta ciencia que estudió durante toda su vida, evidentemente podrá hacerlo. Dos palabras son incluso suficientes para ello: El Árbol de la Vida. Sí, pero ¿qué es lo que vosotros comprenderéis? Ha)' que ampliar, y esto es lo que he empezado a hacer hoy. El Árbol de la Vida es el número diez. Pero para expresar la plenitud de la vida divina, la décima séfira debe ser conectada con el Árbol. Es por ello que cada día, varias veces por día, el discípulo se pone en comunicación con el Cielo para que las corrientes pasen, para que se haga la circulación, y un día reencontrará su rostro divino. La Cábala dice que con el primer pecado el hombre perdió su rostro divino, enredó los números. En lugar de poner el uno delante del cero, lo puso detrás, dio la preferencia a la materia. Si tuviera que resumir el materialismo, escribiría en la pizarra: 01. Pero únicamente un Iniciado comprenderá esta síntesis. Y si escribo 10, eso representará la filosofía espiritualista: El Espíritu primero como causa, y a continuación la materia. O también, primero el intelecto, y luego el sentimiento. Primero la reflexión, después la acción. El cero representa todas las posibilidades para el espíritu de realizar sus proyectos en la materia. Así el O representa el 1, el Espíritu puro envuelto en la materia más sutil, la quintaesencia de Kether, esa materia tan sutil que ya casi no es materia: Isis en todo su esplendor.




1. Ver «El ciclo planetario de las horas y de los días de la semana» en «Zodiaco, clave del hombre y del universo» (colección Izvor).

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