sábado, 28 de marzo de 2015

Las Criaturas de los Elementos


CAPÍTULO I
LAS CRIATURAS DE LOS ELEMENTOS

Los antiguos filósofos poblaron los elementos de la Naturaleza con razas y especies completamente desconocidas para el hombre común. Los sabios de todas las edades afirmaron que la Naturaleza obra a través de fuerz as inteligentes, y no a través de leyes mecánicas. Sobre esta hipótesis, fue construida la doctrina de los Espíritus de la Naturaleza y las larvas elementales. Paracelso, llamado el Hermes suizo, y el primer gran médico de los tiempos modernos, nos ofrece el más completo análisis de estas extrañas criaturas que viven, se mueven, y cuyo ser no es visto ni tampoco comprendido por el hombre mortal.
Pese a ver todos los días sus obras, nunca se nos ha enseñado a conocer los trabajadores que, día y noche, actúan a través de las fuerzas más sutiles de la Naturaleza.

Estos espíritus elementales pueden dividirse en tres grupos:

  1.  Los elementales de los cuatro elementos o éteres, a los que llamados comúnmente los Espíritus de la Naturaleza.
  2. Los elementales creados por el  hombre en los planos astral y mental.
  3. El Morador del Umbral, o elemental  individual.

LOS CUATRO ELEMENTOS

De acuerdo con las antiguas doctrinas, el universo tangible está compuesto de cuatro elementos principales. Estos cuatro elementos están regidos por los Señores de la Forma, a 
los que a veces se denomina Querubín de cuatro cabezas. El Querubín de cuatro cabezas apostado a las puertas del Jardín del Edén; el Querubín de cuatro cabezas que, con su otro hermano de creación, está arrodillado en el Asiento de Misericordia del Arca de la Alianza; las cuatro bestias del Apocalipsis; los cuatro aspectos de la gran esfinge asiria; el hombre- toro babilónico, todos simbolizan estos cuatro elementos primordiales. 
Desde tiempo inmemorial, el hombre dividió la forma en cuatro esencias fundamentales. Estas cuatro esencias son la base de todas las cosas conocibles por los centros de conciencia del cuerpo material humano. Todas las cosas que están en un plano más elevado que estas cuatro esencias sólo pueden ser conocidas por la visión espiritual.
Todas las innumerables y complejas formas que aparecen en este mundo como productos de 
las emanaciones geométricas de los Señores de la Forma, o de los Devas constructores de 
cuerpos, son la expresión de estas cuatro corrientes L de vida. A estas corrientes se las denomina los ríos de vida que surgen de los jardines del Señor, y su fuente es la gran jerarquía creadora llamada por los antiguos los Reyes de Edom. 
Por encima de la sustancia raíz cósmica, los cuerpos físicos están animados por estas corrientes dadoras de vida del éter. El éter es esa parte del cuerpo del Logos Universal (o de algo más elevado que no conocemos) que ocupa la posición de portador o recipiente, porque a través de él pasa en cuatro corrientes el poder del Logos creador. De sus esencias 
provienen los cuatro principios creadores que en la actualidad forman la base del cuádruple
vehículo humano:

1. Físico o terrestre.
2. Etéreo o acuático.
3. Astral o ardiente.
4. Mental o Aéreo

Estos cuatro vehículos, que los antiguos simbolizaban por los brazos de la cruz, forman la base de la doctrina sagrada de la crucifixión. Por constituir la base primordial de los cuerpos, están bajo el control de las cuatro cualidades y signos constructores del cuerpo conocidos con el nombre de los cuatro signos fijos del zodíaco. Son las tres crucifixiones presentes en el zodíaco: la cruz de los cuatro signos cardinales, la cruz de los cuatro signos fijos, y la cruz de los cuatro signos comunes. A su vez éstas representan las tres principales encrucijadas de las fuerzas vitales en el cuerpo humano. El mundo etéreo entero, con sus muchas corrientes cruzadas, tiene su asiento en el plexo solar y en el bazo del cuerpo humano. A menudo se le da el nombre de mar ardiente, o jofaina de purificación, porque en la hondura de sus aguas el alma, en su peregrinaje hacia la inmortalidad, debe limpiarse. Estos cuatro elementos están en la base, tanto como la vida que está detrás, de los cuatro elementos materiales físicos: tierra, fuego, aire y agua. El poder de los mundos causales invisibles obra a través de los cuatro elementos materiales para lograr manifestarse en cuerpos, células y combinaciones moleculares.

De modo similar a lo que ocurre en cada reino de la Naturaleza donde se desarrolla una serie de vidas, y es el plano de una gran efusión natural, se afirma que estas cuatro divisiones del éter, que se manifiestan en la materia en la forma de cuatro elementos, están habitadas por grupos de inteligencias que se desenvuelven a través de esas esencias elementales. Según los antiguos, estos elementales fueron creados con una sola sustancia: el éter o elemento en que existen. No poseen un cuerpo compuesto y por consiguiente no pueden alcanzar la inmortalidad, puesto que no tienen otra esencia de vida germinal que la de su respectiva esencia elemental. Por otra parte, como compuestos con una sola sustancia, están libres de las influencias destructoras e inarmónicas de las corrientes contrarias que afectan los cuerpos compuesto, y por lo tanto pueden vivir centenares - algunos viven miles de años. 
La literatura clásica contiene muchas referencias a estos elementales. En el poema de Pope, Rape of the Lock, los elementales desempeñan el papel más importante. En el Conde de Gabalis, notable libro del abate de Villars, hay también una tesis exhaustiva sobre esas extrañas criaturas de la Naturaleza; las que presentan variadas formas y tamaños, según su trabajo y deberes. Asimismo sus cuerpos poseen distintos grados de densidad, según el
elemento en que obran.

Paracelso y el conde de Gabalis dividen los Espíritus de Naturaleza en cuatro clases:

  1. Gnomos, los espíritus de la tierra.  
  2. Ondinas, los espíritus del agua.
  3. Salamandras, los espíritus del fuego; y
  4. Silfos, los espíritus del aire.


LOS GNOMOS

Bajo el título general de gnomos, hallamos a esos seres conocidos con el nombre de trasgos, duendes, diablillos, duendecillos de los bosques, enanitos, hombrecillos de las peñas, y muchos otros nombres similares. Los gnomos son los más densos de todos los Espíritus de Naturaleza, y por consiguiente están más sometidos que los otros espíritus a las leyes de mortalidad. Viven en el elemento tierra, y se dice que trabajan en las rocas y, hasta cierto punto, en los árboles y flores. Algunos tipos de gnomos habitan en los viejos castillos en ruinas. Esta es una de las razones por la que los viejos edificios están cubiertos de hiedra y enredaderas, porque los gnomos aman difundir las bellezas de la Naturaleza. Algunos gnomos alcanzan un gran tamaño; otros tienen el poder de cambiar su tamaño a voluntad. La mayoría, sin embargo, se asemeja en estatura a los enanos, con el cuerpo más bien  rollizo, la cabeza grande y anadean al andar, con vestiduras que crecen como parte integrante de ellos. Según Paracelso, se casan y crían hijos, y viven en un extraño mundo que los pueblos del Norte llaman Elfheim. Se dice que vienen de la tierra y que son capaces de penetrar hasta su mismo centro. También viven en cavernas y modelan las estalactitas y estalagmitas, y otros trabajan el coral y el nácar en el fondo del mar. Estos hombrecillos son vistos a menudo por los niños, los que pierden la clarividencia más o menos a los siete años de edad. A veces se los ve en los bosques atesorando provisiones para el invierno. Son hombrecillos muy industriosos y tienen a su cargo el modelado y formación de la tierra. Bajo la dirección de los gnomos más sabios, se ocupan de todos los sólidos, huesos y otros tejidos del cuerpo humano, obrando en ellos y componiéndolos. Ningún hueso roto podría soldarse si no fuera por la ayuda de los gnomos. 
El rey de los gnomos se llama Gob, término del que deriva la palabra inglesa goblin (trasgo). Se dice que cada uno de estos reinos elementales tiene su morada en uno de los cuatro rincones de la creación; y a los gnomos, que trabajan con el más cristalizado de todos los elementos, les fue concedido como hogar el rincón norte de la creación. Los antiguos sostenían que los gnomos gobiernan los tesoros secretos y las cosas ocultas de la tierra, y que los que buscan los tesoros materiales escondidos en la Naturaleza, deben primero ganarse el apoyo y la asistencia de los gnomos, los que a voluntad pueden develarlos, u ocultarlos en tal forma que es imposible descubrirlos. Los gnomos son muy avaros, codiciosos y gustan de la buena comida; por otra parte, trabajan incesantemente, son muy pacientes y fieles, y en nuestro mundo se los llamaría firmes y sobrios. Ocasionalmente
celebran grandes cónclaves en el corazón de algún sombrío bosque o entre las peñas; y en la 
maravillosa historia de Rip Van Winkle, The Legend of Sleepy Hollow, están cabalmente retratados. Estos hombrecillos trabajadores desempeñan un papel muy importante en el desarrollo del hombre, y lo ayudan en su trabajo. Obran intuitivamente a través de los elementos; y aunque poseen cierta inteligencia, es muy inferior a la nuestra. Son incapaces de expresarse o manifestarse por medio de cualquier sustancia que no sea un elemento. El hipotético éter que llena todas las sustancias cristalizadas sólidas como la primera esencia etérica es la única sustancia en la que pueden obrar. 
Por vivir en la oscuridad y ser propenso a la tristeza, se dice que los gnomos pueden producir ciertos efectos en la constitución humana, y gobernar la melancolía saturnina, la congoja y el desaliento.

LAS ONDINAS

Bajo la clasificación de ondinas se conocen las ninfas, náyades, pejemullares, sirenas, arpías, hijas del mar y diosas del mar de los antiguos. Son estos los elementales cuyo hogar es el elemento agua: los océanos, lagos, corrientes y ríos de la tierra. Gobiernan los líquidos o las fuerzas vitales del cuerpo humano. En la misma forma que los gnomos están representados por el signo de Tauro en el zodíaco, las ondinas está representada por Escorpio, por cuanto tienen que ver con la vida y las fuerzas vitales de la Naturaleza. Tienen fama de ser muy hermosas, y en su reino, la belleza es al parecer el principio fundamental del poder. Muchas de sus cualidades son similares a las de los gnomos, puesto que viven en un mundo que les es propio. Por regla general se las considera amistosas y se cree que es afortunado verlas, y sirven al hombre en el espíritu de amor y sinceridad. Como los gnomos, tienen sus propios amos; individuos que poseen un grado inusitado de superioridad. Su gobernante supremo, Necksa, es a quien obedecen y reverencian en sumo grado. Todos estos seres tienen conocimiento de Dios, lo reverencian y tratan de obedecerle en todas las formas posibles. A las ondinas se les otorgó el rincón oeste de la creación, y según dicen a veces susurran en el viento oeste, el que es el medio de su poder. Trabajan con las criaturas del mar, y se sabe que desempeñan un importante papel en la producción de la lluvia.

Los filósofos medievales (especialmente Paracelso) creían que las tormentas eran causadas por las batallas entabladas entre los Espíritus Naturales; que el choque de sus cualidades producía grandes disturbios en los cielos, a los que damos el nombre de tempestades y cataclismos. 
Las ondinas tienen aproximadamente el mismo tamaño que los seres humanos, y por lo general se las simboliza como doncellas vestidas con la espuma del mar o que cabalgan caballos de mar, o como sirenas. Por estar compuestas de una esencia más sutil y de un éter de calidad más fina, las ondinas viven mucho más tiempo que los gnomos, pero también están sometidas a las leyes de mortalidad. Se interesan especialmente por las plantas y las flores probablemente porque el doble etérico de la planta es el mismo tipo de éter que el de ellas. Son seres de carácter alegre, y la calidad de sus emociones es más bien vital que astral. Por tener un temperamento vital, ejercen considerable influencia en el temperamento vital de los seres humanos. 
LAS SALAMANDRAS 
Los antiguos honraban en sumo grado a las salamandras, llamándolas los Reyes del Fuego a causa de su aspecto llameante, su enorme fuerza y poder, y el importante papel que desempeñan en los asuntos humanos. Ninguna chispa o fuego puede encenderse en la tierra sin la ayuda de las salamandras, porque son los espíritus del fuego. Los que poseen la 
capacidad de estudiar los fenómenos de la clarividencia pueden ver a los grandes reyes del 
fuego retorciéndose y girando en las llamas, especialmente durante una gran conflagración.
Muchos de los antiguos creían que las salamandras del fuego eran dioses, afirmando que sus 
emperadores eran los hilos de estos reyes del fuego.

Las salamandras tienen a su cargo las esencias emocionales del hombre, y viven en el tercer éter, que refleja las cualidades del plano astral o mundo del fuego. Su forma y tamaño son muy variables, y a veces se las suele ver arrastrándose en medio del fuego. Eran conocidas por los antiguos como grandes gigantes vertidos con una armadura de llamas que elevaban a través de las esencias del elemento fuego. Guardan una estrecha conexión con todas las organizaciones sagradas que utilizan el fuego en el altar, y no caben dudas de que son idénticas a los gigantes-llameantes de Escandinavia. Gustan especialmente del incienso, cuyos humos les permiten asumir las formas de ciertos cuerpos. 
Las salamandras son los más fuertes y más dinámicos de todos los elementales. Gran similitud existe entre ellas y los ángeles Luciféricos, y también con los grandes Devas del
fuego de la India. En los volcanes y en los estratos ígneos de la tierra moran según el decir popular, y desde allí imparten su autoridad. Su rey llameante, Djin, es un ser maravilloso, ardiente y que inspira reverente temor, y gobierna a sus súbitos con una vara de llamas.

Aunque peligrosas para la vida humana, las salamandras, cuando se sabe comprenderlas, son muy beneficiosas. Son prontas en la acción, tempestuosas y emocionales, pero muy enérgicas. Algunas pueden alcanzar un tamaño impresionante y se parecen a los gigantes de los tiempos prehistóricos, mientras que otras son muy pequeñas y apenas perceptibles a simple vista. Se sabe que moran en el sur, y se las siente en los cálidos vientos del ecuador. Poseen un temperamento ardiente, e influyen hasta cierto punto en todos los individuos dotados de este temperamento. Si se deja que esta cualidad se convierta en el poder que controla la vida, las salamandras, que obran a través de ella, confieren a todos los que sufren esta influencia una naturaleza tempestuosa, un temperamento ardiente y pasiones incontrolables. 
Debido a la tenuidad del elemento donde moran; es muy raro ver a las salamandras. Viven hasta una edad avanzada, y muchas sobreviven millares de años antes de disolverse finalmente en la esencia primordial en la que se habían diferenciado.

LOS SILFOS 
Los habitantes del cuarto éter (el más fino y elevado de todos) se denominan silfos, o espíritus del aire. También se los conoce con el nombre de caballeros de la noche, los nacidos del viento, los ángeles de la tempestad, los Devas del aire, los nacidos de la mente, y con otras variadas denominaciones. Los antiguos creían que moraban en las nubes. Estudios profundizados, no obstante, han probado que este grupo de elementales (en el que se incluyen las hadas y todos los seres con ala iridiscentes que se nombran en los cuentos de hadas de los niños) tienen más bien realmente sus moradas en la cima de las montañas que en el mismo aire. 
Los silfos viven y tienen su ser en su propio éter, y, como los gnomos, se multiplican y viven en un mundo propio, en el que construyen sus castillos de aire con el elemento sutil que es el reflejo del plano mental. Su aspecto es muy variable, porque algunos se asemejan a seres humanos pero con proporciones ligeramente distintas. Se sabe que son alegres, excéntricos, caprichosos e inconstantes, y van de un lado para otro. Están siempre ocupados y trabajan con los pensamientos de los seres vivientes. Colaboran con los elementos aéreos del cuerpo humano, tal como los gases y éteres que se generan dentro de su propio ser, mientras las salamandras obran a través de la sangre y los elementos ardientes del cuerpo.
Paralda, su jefe, vive según es sabido en la más alta montaña de la tierra. Los silfos ejercen poderosa influencia en todas las cosas en las que el aire es un importante factor. Los 
próximos dos mil años serán una edad aérea en la que la influencia de los silfos se manifestará en forma especialmente evidente, y la conquista del aire tiene mucho que ver 
con el descubrimiento de estos hechos latentes y ocultos. 
Los antiguos afirmaban que las guerras, plagas, incendios, terremotos y otros cataclismos eran causados por grandes ejércitos de elementales que marchaban unos contra otros armados hasta los dientes, y que luchaban en los elementos de la Naturaleza. Por eso se decía que el trueno y el rayo eran causados por batallas entre los silfos y las salamandras, mientras que las lluvias y la marejada eran causadas por los silfos y las ondinas. Los movimientos de cuerpos en la tierra, los aludes y los ruidos subterráneos eran causados por las querellas que se producían entre las salamandras y los gnomos. Generadas por las explosiones de la pólvora, las salamandras frecuentan los campos de batalla. Como grandes 
ejércitos de seres de un rojo llameante, se alimentan también de las pasiones humanas, se convierten en obsesiones en la mente del hombre y se expresan a través de los éteres receptores de su cuerpo.

Los cuatro grupos - gnomos, ondinas, salamandras y silfos - forman los moradores naturales de los elementos etéricos. Su obra se lleva a cabo por medio de lo que se denomina el cuerpo húmedo de la tierra y los Logos Planetarios, y asimismo tienen sus polos correspondientes en el cuerpo del hombre.

Además, hay otros grupos de elementales, algunos productos de los fenómenos naturales, y otros generados por el hombre. Entre estos últimos cabe mencionar los elementales del pensamiento y la emoción, los fantasmas, los espectros, el Morador del Umbral, y las larvas. El último grupo (al que también se conoce con el nombre de cascarones etéreos) son los cuerpos de los individuos que, en el curso de la muerte, pasaron al plano astral. Al desechar el vehículo etérico poco después de haberlo hecho con la forma física, lo dejan tras sí en el éter, donde se desintegra lentamente. Estos cascarones están en la base de gran parte del porcentaje de las manifestaciones mediúmnicas, hecho que puede ser determinado sólo por medio del examen de los globos oculares del médium. Estos desechos son usados a menudo por los elementales y las larvas como vehículos temporarios de manifestación mientras flotan en el éter en el proceso de su desintegración. Debido a la sutil estructura de esos desechos etéreos, a menudo son necesarios muchos años para que la desintegración tenga lugar. De ahí que ejércitos de cuerpos etéricos floten como astillas de maderos errantes en el mar de la humedad etérea, desechados por sus primitivos dueños que desde hace mucho pasaron a otros planos de vida.

del libro Fuerzas  Invisibles - Manly Palmer Hall

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