viernes, 27 de marzo de 2015

Fantasmas y Espectros



CAPÍTULO IV
FANTASMAS Y ESPECTROS

Además de los moradores vivientes de los elementos, hay una clase de larvas comúnmente llamados sombras, fantasmas o espectros. Agruparemos ahora bajo un mismo  título de fantasmas a los espíritus desencarnados y a los cascarones carentes de vida que flotan en las esencias de los planos súper-físicos. Esto es incorrecto, porque en verdad la palabra ghost (fantasma en inglés) deriva de la palabra gast, que significa una sombra que pasa o el reflejo arrojado por la luz en la oscuridad circundante. Jehovah, el Dios de la forma como Shiva de la India (el tercer aspecto de la Trimurti) y Osiris (el tercer aspecto de la Trinidad egipcia), es representado como el Señor de las sombras o apariciones del inframundo. En realidad, todos los cuerpos son fantasmas porque son los espectros de lo real. El que es una sombra de lo eterno es denominado fantasma o espectro, y no tienen realidad salvo mediante el reflejo de la vida. 
De noche, en los cementerios se ven en el aire esferas de luz fosforescente y onduladas colgaduras de fósforo; porque el cuerpo humano cuando se desintegra, crea una niebla luminosa. Los antiguos pueblos daban a esta niebla luminosa el nombre de sombra, o aparición. Decían también que las sombras de los hombres recorrían los senderos de su pasado, como el fantasma del padre de Hamlet se paseaba por las murallas almenadas de su castillo. 
Por lo general, podemos dividir los fantasmas que trasmiten de noche en dos clases generales. Primero, hay los cuerpos que se desintegran de las inteligencias desencarnadas. El hombre no muere una sola vez en la Naturaleza, sino muchas veces. Desecha no sólo un vehículo físico, sino también un cuerpo etéreo, un cuerpo astral y, por último, un cuerpo mental. Estos son abandonados, primero los más densos, como las telas de una cebolla. Cuando son arrojados fuera de la mónada espiritual, cada uno de estos desechos flota en su propia esencia de existencia durante un tiempo considerable antes de desintegrarse completamente, por cuanto las esencias sutiles de la naturaleza conservan por innumerables años los cuerpos compuestos por ella, de la misma manera que el alcohol conserva la carne. Las esencias de la Naturaleza están compuestas con cuerpos que se descomponen lentamente y que fueron desechados después que sus experiencias las hubieran incorporado en los organismos espirituales del hombre. 
En estas esencias de la Naturaleza, viven también seres que se visten con esos cuerpos que se disuelven lentamente, como un actor se pone un traje de disfraz o lleva una máscara. Estos disfrazados son generalmente los elementales del éter. Los fantasmas que se ven son generalmente cuerpos etéreos de los cuales huyó la conciencia espiritual, y que ora son arrastrados ante los ojos de los hombres, como los restos de un naufragio que flota en el mar, animados en parte por las sustancias sutiles de los éteres, ora son vitalizados (a veces humanizados) por una inteligencia de uno de estos planos sutiles. 
La gente dice: “La visión que vi no era un cadáver que flotaba; se movía, levantaba las manos, me miraba”. No comprenden que esa masa de protoplasma etéreo que se arrastra, que se mueve está flotando en la superficie y en medio de un mar de éter. Si alguien pudiera caminar en el fondo del océano y ver las ondulantes ramas de las algas destacarse vagamente en la pálida luz verde, vería una sustancia que en sí misma es incapaz de locomoción o animación más allá del principio vital de propagación. Esta sustancia ondula y se mueve, se retuerce y gira como si estuviese viva. Largas guedejas de algas, que se parecen al cuerpo de una boa, hacen ondular sus sinuosas ramas, de la misma manera que los fantasmas que aparecen de noche señalan con el dedo o fijan su ojo vidrioso hacia la víctima que los contempla. El movimiento no tiene origen en la cosa que vemos moverse, sino que es el resultado del movimiento de las fuerzas externas.

Únicamente los que están conscientes en los planos más bajos de los mundos etéreos pueden comprender lo que significa ver esos desechos que flotan, que son arrastrados, siempre arrastrados, cada vez más borrosos, y muchos años después - a veces siglos - un rostro extraño, tan borroso que es apenas visible, señala la desintegración final del espectro etéreo.

El plano etérico pertenece en realidad al mundo físico. Está ligado a la esfera física por cuanto en realidad en el molde en el cual se fundió su parte densa, de la misma manera que la anatomía física del hombre es realmente moldeada en el doble etérico. Este vehículo etéreo es puramente una sustancia física, mucho más tenue que los sólidos, líquidos y gases que vemos. Está más o menos ligada al cuerpo físico, desintegrándose a veces con él, pero por lo general permanece diferenciada de la sustancia del mundo astral. El cuerpo etérico vaga cerca o sobre la tumba donde el cuerpo denso ha sido colocado, y a veces esto conduce a una condición de apego a la tierra. Para prevenir esta posibilidad los antiguos ocultistas cremaban el cuerpo físico. Cuando se hace esto, nada queda para atar la inteligencia más alta a la materia, ya que el cuerpo ha sido completamente reducido a la sustancia básica inorgánica.

El primer vislumbre de la visión etérea (que no es más que una extensión de la visión física, y no clarividencia como algunos imaginan) hace entrar al hombre en un mundo de espectros, la frontera entre los mundos físico y verdaderamente súper-físico. 
Allí ve esas formas cubiertas de flotantes ropajes hechos con los sutiles átomos de ese mundo, hirviente y retorcido. Formas dantescas, en infinitas nubes. Millones de estas formas se extienden tan lejos como puede alcanzar la vista, flotando en grupos o en líneas ondulantes en el mar de éter donde se conservan. En la interminable marcha del tiempo, poco a poco se desvanecen, por cuanto los átomos vuelven al mundo etéreo de la misma manera que los átomos físicos vuelven al polvo. Así como los átomos físicos se incorporan otra vez en los siempre cambiantes cuerpos, y lo que constituía el cuerpo de un hombre puede aparecer en el organismo de una planta o un animal, el éter que había sido atraído por los centros de conciencia etérea para construir un cuerpo, cuando lo dispersa el tiempo, finalmente se une en nuevas formas. Las partículas del cuerpo etérico del hombre están hechas con los átomos que se desintegran de los millones de fantasmas que han estado flotando en los éteres desde que empezó la eternidad. A este mar de éter ha de volver cuando hayan terminado su trabajo, y cuando las impresiones que el hombre ha implantado en él, y que son necesarios para el progreso de su alma, hayan sido extraídas e incorporadas a sus vehículos más elevados. 
El hombre tiene un cuerpo relacionado con cada uno de los reinos de la Naturaleza que luego se combinan en la cuádruple conciencia. Toda la gama de su expresión - tal como se manifiesta por medio de la forma, desarrollo, movimiento y pensamiento - es inspirada por un organismo completo, que en el hombre se llama cuerpo, y en el Hombre Universal un plano de la Naturaleza. Cada uno de estos cuerpos actúa en su despectivo nivel. El hombre nace en cada uno de estos planos a medida que el átomo sutrátmico desciende y, por la ley de atracción, polariza un cuerpo. Este cuerpo crece de una manera natural y progresiva. Luego, cuando fallece, muda sus vehículos en el estado de desencarnación, desechando cada uno de estos cuerpos hasta que sólo queda el átomo gonádico en el plano Arupa. Estos cuerpos desechados se convierten entonces en los fantasmas o cascarones del mundo súper-físico, de la misma manera que el cuerpo físico, cuando el ego espiritual ha desaparecido, se transforma en una cosa carente de vida, conservando la forma de una criatura viviente, pero desprovista de conciencia o inteligencia.

En la antigüedad este proceso tenía como símbolo a la Luna, la que en verdad es un fantasma, por cuanto su inteligencia se reencarnó en la tierra. Es un cuerpo muerto, desprovisto de vida, impulsado por el poder del gran desintegrador de la Naturaleza, el Señor de los Fantasmas o Espectros; en otras palabras, el Regente de la Luna. 
Volviendo al mismo tema, hay una conciencia espiritual ligada a la tierra que a veces visita a los seres vivientes, pero en este caso lo hace generalmente por medio del cuerpo astral más inferior. En consecuencia, nunca se la puede ver a menos que el individuo esté parcialmente dormido. Las personas que han visto estos espectros siempre afirman por todos los santos que estaban completamente despiertas. La conciencia está completamente despierta, pero actúa en ese momento en el cuerpo astral más inferior. De ahí que el cuerpo físico no se mueva en todo el tiempo de la visión. La persona no puede levantarse y aproximarse al espectro. Piensan y están vivos y despiertos, pero es siempre un estado semejante al ensueño en el que están parcialmente bajo el imperio del sueño. En ese momento, el cuerpo físico está descansando, y las cualidades físicas más inferiores no se interponen ni se expresan en forma alguna. Entonces mucha gente se vuelve ligeramente clarividente y ve los fantasmas y espectros en este mundo. El espectro por lo general adopta una forma de un color grisáceo, cubierta por una vestidura oscura, y rodeado por una luz de un gris azulado. Luego de haber estado la persona desencarnada algunos años alejada del plano físico la parte inferior de su cuerpo se convierte en un colgajo y finalmente desaparece, por cuanto en el plano astral más elevado conserva sólo la conciencia de la cara. Estos espectros aparecen generalmente debido a que están ligados a la tierra por fuertes ataduras, tal como los celos y el daño que causaron. Un amor o un odio muy grande también los atrae. Por lo tanto, el avaro vuelve a su tesoro llevado por la codicia. Estas formas fantasmales son las que con su presencia llenan los antiguos castillos, como el hermoso fantasma de Hampton Court. 

Una vez que están libres de los remordimientos de su conciencia o de alguna obra que dejaron sin terminar, estos espectros desaparecen porque la conciencia se desvanece con el cuerpo astral, y este cuerpo se convierte meramente en un cascarón. A menudo el cascarón es animado por los elementales que siguen frecuentando los lugares donde iba antes el espíritu. Un gran porcentaje de las visiones vistas por los médiums son meramente estos cascarones etéreos vitalizados por un elemental de los mundos astral o etérico. Las ligaduras que atan a la tierra, tal como los conceptos mezquinos, la ignorancia, los propósitos dirigidos hacia una sola finalidad, o actitudes similares se hallan en muchos ejemplos. Muchos meses después del cese de las hostilidades de la última guerra mundial, los soldados de ambos bandos que habían muerto en la lucha, se levantaban de los campos de batalla y combatían en los éteres, completamente inconscientes del hecho de estar muertos Se herían y mataban unos a otros, maldecían y proferían palabrotas, y vivían otra
vez entre las explosiones de los proyectiles como en el pasado. Otros vagabundean entre los 
bosques de cruces de los cementerios de Europa, preguntándose muchos años después de su muerte qué les sucedió. El mar está poblado de buques fantasmas cuyas tripulaciones, muertas desde hace mucho, siguen navegando hacia el puerto al que nunca pudieron llegar cuando vivían. A bordo de los antiguos galeones del plano etéreo, el viejo bucanero español todavía sigue contando su oro, atado por la ligadura de la materialidad y el egoísmo al mundo del cual ya no forma parte. El fumadero de opio sigue frecuentado por los espíritus de los que murieron esclavos de la maldición de este vicio, y que vuelven para inhalar el malsano humo y regocijarse en su desdicha. Como grandes vampiros, buscan gozar otra vez las pasiones de su antigua vida terrenal apoderándose de la mente y el alma de los vivientes y obsesionándolos con sus insatisfechos deseos.

Todos estos hechos nos enseñan una importante lección. La respuesta al problema de los que siguen atados a la tierra presenta dos reglas principales la vida honrada y el desapego. Los que han cumplido su deber en este mundo no tienen que preocuparse en volver y pedir perdón, ni tienen que seguir los pasos de las personas a quienes hicieron daño, esperando la liberación. Los que no tienen apego a las cosas de este mundo van a cumplir el cometido que les confía su Maestro en otros mundos. Otra vez, si la gente de este mundo pudiera, en espíritu y en verdad, liberar a los muertos, no estarían rodeados de espectros que se lamentan y ruegan, mantenidos por una fuerza que no está a su alcance comprender. Cuando lloramos por los muertos, cuando deseamos que retornen a este mundo, los arrancamos del cometido que les confió su Maestro y nos rodeamos de fantasmas que nunca más regresarán a la vida, pero a quienes mantenemos aquí e impedimos que cumplan su deber. 
Esos cascarones que flotan en el éter y las regiones inferiores del plano astral, son tan incapaces de ayudarnos y guiarnos en la búsqueda de nuestra salvación como lo es un cadáver de salvarnos en este mundo. Estos cascarones son las cosas que más a menudo se 
ven en las visiones. Están obsesionados por los más bajos elementales y las larvas del plano 
astral más inferior. Hacen mover las mesas y las sillas, realizan materializaciones y pintan cuadros, y el hombre en su imbecilidad hace dioses de entes que no son siquiera humanos. Que el estudioso investigue esos mundos por su propio placer; o si es incapaz de investigarlos, que aprenda la gran verdad de que el hombre no debe rendir homenaje a lo que no conoce. Solamente a su Dios debe rendir el homenaje que el despertar de su conciencia le indica que éste merece. Solamente con una conciencia perfecta vendrá una comprensión perfecta y una perfecta cooperación con el obrar de la Naturaleza. Los fantasmas de los viejos cementerios y los espectros de los sueños deben volver a los planos de donde han venido, donde flotarán como desechos hasta que la eternidad termine de disolverlos; ya que, los vehículos de conciencia del espíritu, han de ser liberados para aprender las lecciones del nuevo mundo donde vive. Allá, sin sufrir la influencia de las emociones humanas, absorberá los frutos de sus respectivos cuerpos y con ellos constituirá el cuerpo eterno - el templo del alma -, que es la joya de la corona humana, el gran logro de la evolución.

del libro Fuerzas Invisibles - Manly Palmer Hall

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