sábado, 28 de marzo de 2015

Principios Naturales



CAPÍTULO II
PRINCIPIOS NATURALES 
Los Espíritus de la Naturaleza son a veces visibles a simple vista, pero sólo pueden ser dominados por aquellos que controlan los elementos en los que estas entidades viven. Por consiguiente el poder del hombre sobre esos elementos le otorga el predominio sobre esos reinos. Según los antiguos, los elementales estaban originalmente bajo el dominio del hombre adámico, y están siempre sometidos a aquel que es dueño de su sustancia. Sirven con sinceridad, aunque no comprenden o reconocen las necesidades de la raza a la que sirven. Guiados por jerarquías más elevadas, estos seres son la base inteligente de los fenómenos naturales, y ayudan a implantar cualidades y poderes dentro de la planta, el mineral, el animal y el hombre.

Muchos lectores aceptarán con reluctancia la realidad de estos entes. Pero como constituyen una parte de la gran jerarquía oculta y son la encarnación de principios naturales, es preciso que les concedamos alguna atención y estudio. Bajo ciertas condiciones, estos elementales se vinculan con el hombre y le sirven con fidelidad y en forma cabal, como ocurrió en el caso del demonio de Sócrates. Bajo otras condiciones, se los tomaron por ángeles, demonios y otras larvas sobrenaturales. También se cree que existen en esencia en los cuerpos químicos de la Naturaleza. Son los elementales no sólo de nuestra tierra y de la cadena planetaria, sino también de otros planetas y sistemas solares. La diferencia constitucional primordial entre los elementales y el hombre estriba en que la vida evolutiva de la que somos una parte está compuesta de organismos complejos formados por el espíritu y su cadena de vehículos, mientras que la composición de los elementales no es más que el éter con el que están formados. De ahí que la única evolución que pueden experimentar es la evolución de su propio éter, del cual les es imposible disociarse.  
Prácticamente toda la sabiduría oculta del mundo se basa en el conocimiento de los cuatro éteres y de sus poderes como factores en el desenvolvimiento de las combinaciones de formas. Los éteres en los cuerpos de los minerales, plantas, animales y el hombre, son la base de la diferenciación de estos reinos de vida. Sin su principio vital (que es, en verdad, el Hiram Abiff de la Masonería) la construcción del templo de las edades no podría proseguirse.

Entre los antiguos pueblos orientales, la doctrina de las cuatro creaciones enseñaba que del cuerpo de Brahma, la Deidad concreta, cuatro hijos, que representaban las razas visibles de la tierra, habían nacido. De los pies de Brahma, nació el hombre negro, o la tierra física, a la que se acostumbra llamarla el escabel de Dios. Del tórax de Brahma, nació el hombre moreno, que representaba el éter o la emanación etérea de la Naturaleza. De las manos de Brahma (con su poder de acción) nació el hombre rojo, que representa los principios de movimiento y emoción, construcción y destrucción, de acción y reacción. De la boca de Brahma, nació el hombre blanco, el brahmán, que es hombre espiritual y mental.  
Estos cuatro elementos constituyen las cuatro emanaciones del Huevo Cósmico. Los orientales a veces dividen el universo en cinco divisiones, simbolizadas por los cinco dedos de la mano del hombre. Los hindúes reconocen una quinta división que se extiende desde la base de la nariz hasta la cúspide de la cabeza. La evolución del hombre consiste en el paso de la conciencia a través de los cuatro elementos que hayamos simbolizados en forma tan maravillosa en las antiguas iniciaciones.

INICIACIONES

Primera Iniciación. - La destrucción del Dragón de la Materia. 
Éste es el triunfo de la discriminación sobre los vehículos de Maya, y la liberación de las sustancias químicas de la Naturaleza, con su correspondiente ley de cristalización. Esto también consiste en vencer la ley de inercia y en pasar físicamente a través de una pared de piedra. Esta batalla se gana por medio de la espada Excalibur, que es entregada al rey por la mano de una ondina que la saca de las aguas del éter vital. 
Segunda Iniciación. - El rescate de la Perla de Gran Precio del océano de las sustancias vivientes. 
Este oro del Rin es guardado por los ángeles y los guardianes de las fuerzas vitales del cuerpo. Bajo la dirección del segundo grupo de elementales (ya descritos con el nombre de espíritus del agua) están las fuerzas vitales de la Naturaleza, que éstos manipulan bajo la dirección de jerarquías más elevadas. Esta segunda iniciación se realiza quemando el agua con la espada llameante del Querubín de cuatro cabezas, la que está vuelta hacia arriba en el cerebro. En esta iniciación, el candidato aprende a desechar el mar de fuego y recibir la 
bendición del agua santa (que representan las fuerzas vitales de su propio cuerpo) después de lo cual pasa bajo el mar y aprende a resolver el misterio del agua, la que nació del tórax de Brahma.

Tercera Iniciación. - El paso del Anillo Llameante.

En esta iniciación, el candidato cruza la línea que separa los dos elementos más elevados de los dos más bajos en su esfuerzo por separar el alma del cuerpo animal. Esta iniciación es explicada en la leyenda de Sigfrido y Brunilda. El candidato recibe la bendición del fuego, incorpora el poder de la salamandra a su vehículo consciente, y se pone bajo el rayo directo de Leo, el rey de fuego del templo. Aprende a pasar entre las llamas y también a gobernar las llamas de su propio cuerpo. Durante este proceso se le enseña a aplicar el suave calor del alquimista que, luego de pasar por la columna vertebral, empolla el huevo de Brahma dentro de su propio cuerpo, liberando en esta forma la serpiente de su postura de descanso y obligándola a dirigir su fuego hacia arriba hasta el Árbol de la Vida. Bajo su dirección, logra el primer grado místico. Si se queda en ese lugar, se convierte en místico y en un poder del sendero de llamas del corazón, y viste la túnica púrpura de Cristo. 
Cuarta iniciación. - El ascenso por el sendero del fuego espiritual.

En esta prueba, el candidato logra el poder de pasar conscientemente a través de la atmósfera espiritual, e incorpora en su vehículo el activo poder funcional de los silfos, o espíritus del aire. Logra el poder de conocer los principios atmosféricos de la Naturaleza y 
asimismo el funcionamiento consciente del cuarto plano de la Naturaleza por medio de la ayuda de la cuarta esencia elemental que está dentro de él. En los mitos del Norte, cabalga 
el caballo de ocho patas para ir al cielo; el ocho durante muchas edades simbolizó el sendero del fuego espiritual en el hombre. Combina en esta forma los cuatro elementos en el poder de la mente, del que puede aprovecharse por medio del cuarto éter, y ésta es la forma más elevada de conciencia de que gozamos en la actualidad.

Todas estas iniciaciones sólo son posibles por medio de la interpenetración de las esencias elementales con el organismo del hombre. Durante estas iniciaciones, el hombre logra dominar los elementos y los distintos grupos de inteligencias que habitan en ellos. En este escrito estamos considerando únicamente un solo grupo de estos moradores; es decir, los Espíritus de la Naturaleza.

Enumerándolos en forma somera, los elementos son los siguientes (empezando con los más bajos):
  1.  Básicos, éter atómico (gnomos) cuita fase más elevada se expresa en la cristalización.
  2. Éter húmedo (ondinas) que se expresa como el agua de vida, la divina Madre Isis de todas las cosas.
  3. Éter astral  (salamandras) que se expresa en todos los movimientos y percepciones de los sentidos.
  4. Éter mental (silfos) que se expresa como la base de la percepción mnemónica y del intelecto razonador.


Estos cuatro éteres representan los canales para la expresión de las fuerzas de los cuatro mundos de la Naturaleza a través de los cuales evoluciona el hombre en la actualidad. El éter no es en sí mismo un mundo, sino meramente una sustancia capaz de transportar o perpetuar el producto de alguna otra esfera. Los antiguos se referían al éter llamándolo el hipotético espejo de la eternidad, porque refleja los mundos de la Naturaleza en una forma concreta, vitalizando e impregnando esta forma con las chispas de vida que contiene en sí mismo. 
Cuando el sacerdote levanta la mano en la bendición, mantiene en alto dos dedos y otros dos bajos. Los dos dedos bajos representan los elementos de la tierra y el agua; los dos dedos levantados representan los elementos del fuego y el aire; mientras que el pulgar representa el Akasha, o espíritu. En esta forma, el sacerdote imparte la bendición de los cuatro éteres, sin los cuales la conciencia es imposible, y cuyo influjo es la base del crecimiento, de la redención y de la regeneración.


del libro Fuerzas Invisibles - Manly Palmer Hall

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