viernes, 27 de marzo de 2015

El Morador del Umbral


CAPÍTULO V
EL MORADOR DEL UMBRAL 
El carácter y las cualidades que dan verdaderamente la medida de la conciencia humana no estaban en el germen primitivo de ser que salió del Infinito, sino que son el fruto de la experiencia y la madurez que se logra con la edad espiritual. La Chispa Primordial - lo que no nace y no muere en cada organismo - sabe que no podrá ser salvada por los cuerpos que ha construido al estar en contacto con los mundos inferiores, esos que llamamos los dominios de la forma. La Primera Chispa, este germen divino del espíritu, hace posible todo crecimiento y expresión; pero el crecimiento, en la verdadera comprensión espiritual de la palabra, es el resultado de que la conciencia acepte los átomos evolucionantes de los diversos factores que agrupamos juntos bajo el título de experiencia, sin la cual el espíritu no puede mejorar su herencia primitiva.

El mundo que conocemos es el jardín de infantes del espíritu. Aquí las almas infantiles son instruidas en las realidades por medio de las irrealidades. De la misma manera  que cortar figuritas o hacer barquitos de papel es el primer paso en la educación del niño, las cosas aparentemente muy alejadas de la verdad modelan, en una forma misteriosa, el carácter del hombre según líneas de conducta que más tarde lo llevarán a la sabiduría. Muy escasos son los que aquí comprenden que en este mundo están a prueba, pero esto es la verdad. Estamos obligados a empuñar los rayos de la rueda de la ilusión hasta que, como los niños en la escuela, nos adelantamos a nuestra clase y somos trasladados a otra superior. Del mismo modo que en la escuela hay niños que nunca parecer aprender, y se quedan año tras año en el mismo grado, los que no dominan los problemas de la gran escuela de la vida deben permanecer en el mundo de la materia hasta que comprendan el plan y (lo que es mucho más importante) hasta que vivan de acuerdo con la realidad que han descubierto. 
En la actualidad, todo el progreso se lleva a cabo a través del cuerpo físico. Todos los vehículos más elevados hallan expresión a través de este medio, y son modelados por la 
manera en que aplican sus fuerzas respectivas en el mundo material. Enumerémoslas y describamos qué influencia sufren.

CUERPOS
El Cuerpo Mental.
En los tiempos presentes este es el vehículo más elevado del hombre, salvo unos pocos Adeptos v Maestros muy adelantados que actúan conscientemente en el cuerpo búdico. En la mayoría de la gente, el cuerpo mental parece como una nube amarilla que rodea la cabeza y los hombros. Cuanto mayor es a fuerza de pensamiento de la persona, tanto más organizado es el cuerpo mental. El cerebro es su vehículo en la materia, y el desarrollo de este cuerpo súper-físico depende enteramente del ejercicio de la fuerza de pensamiento; no depende de otros entes, sitio de la solución de los problemas de vida de acuerdo con las facultades de la razón y es lógica.

El Cuerpo Astral.
Este cuerpo es mucho más viejo que la mente y por consiguiente está desarrollado en una forma mucho más perfecta. Halla su expresión por medio del fuego de la sangre del hombre. Las emociones, pasiones, y reacciones con las que el hombre excita su organismo son expresiones del cuerpo astral.
El corazón, como órgano de influencia sobre el destino de la conciencia, expresa las cualidades del cuerpo astral; y el dominio y la dirección de las fuerzas emocionales son los que construyen el alma astral en el hombre. Las emociones siempre tienen tendencia a ir a los extremos, y es el equilibrio de los opuestos y el dominio de los extremos en esta vida lo que modela el cuerpo astral en un vehículo permanente para la expresión del espíritu.

El Cuerpo Físico.
Este vehículo compuesto de la densa forma química y del doble etéreo (o vital), es en principio la más antigua conexión del hombre con el universo exterior, y en la actualidad constituye el punto en que se centran todos los demás cuerpos. 
La eficiencia de este cuerpo da la medida de la expresión de todos los vehículos más elevados. Constituye la conexión positiva entre la escuela de la experiencia material y las fuerzas sutiles que el hombre trata de develar. A través de este cuerpo y su expresión, en la actualidad se realiza todo el crecimiento espiritual. Cuando el inventor esboza por primera vez su idea, debe adaptarla a las necesidades prácticas y modificarla para que esté de acuerdo con los requerimientos de su fabricación. De la misma manera, los esquemas de la conciencia son puestos a prueba en la práctica. Por lo tanto este cuerpo se convierte en el terreno de prueba de la vida, y solamente los que lo cruzan, y sobre su yunque traducen sus teorías a la práctica, son capaces de conocer verdaderamente la eficacia de sus ideas. 
Es preciso ahora que consideremos algunas de las expresiones por las cuales hemos aprendido a juzgar el carácter y la vida de las personas con quienes estamos en contacto. Estos no son dones del espíritu inmortal, sino más bien la cosecha de los campos de la vida cuando se supo vivir con inteligencia. Conocemos las siguientes cualidades del alma.

CUALIDADES DEL ALMA
Virtud.
La virtud es la inocencia que se transmuta en la comprensión inteligente del derecho Moral. Este logro solo puede alcanzarse por medio de la experiencia.

Continuidad.
La facultad de desarrollar cierta línea de razonamiento y llevarla hasta una conducta exitosa, sin permitir que intereses ajenos o deseos distraigan la mente, es el resultado de largos años pasados en dominar las fuerzas mentales y en desarrollar la voluntad hasta el punto en que se convierte en directora de todas las emociones.

Discriminación.
Esta es la capacidad de elegir entre un número de posibilidades aparentemente iguales aunque diversas, la que conviene mejor a las necesidades del organismo. La experiencia es la única que permite que la sagacidad resuelva los problemas prácticos que se presentan.  

Equilibrio.
El poder de no dejarse conmover por las condiciones pasajeras se logra por medio de un cuidadoso análisis de la vida, y comprendiendo que el mundo donde vivimos debe ser estudiado y analizado, pero nunca presuponer que es una realidad. El hombre nunca debe
renunciar a lo que cree o a lo que para él es una realidad. Tiene que estar más allá del velo antes que pueda liberarse de las ilusiones de este mundo.

Sabiduría.
La comprensión es el producto de la experiencia actual. El filósofo, con su pelo cano y hombros encorvados, ha vivido la vida hasta que conoce sus caminos y atajos y, por consiguiente, puede ayudar a los demás a lograr una mejor comprensión de las realidades de la Naturaleza. Solamente la edad y el poder del alma otorgan la madurez que es la base de la sabiduría. 
La experiencia confiere muchas otras cualidades algunas aparentemente buenas y otras malas. Muchos creen que revolcarse en el lodazal del pecado es un gran errar; otros creen que Dios debe tener una manera más fácil y mejor de instruir a sus hijos que la de obligarlos a batallar en la oscuridad para salvarse. Esto será siempre una cuestión abierta que cada cual debe resolver a su manera. En torno de nosotros hay miles de seres que se debaten en el fango de la degeneración. Gran parte de las personas que pueblan el mundo son moral o físicamente mancilladas. Es demasiado tarde para prevenir los errores que todos cometemos y defendemos, por eso sólo nos queda ayudar a los que han caído y volverlos a levantar para que por medio del dolor eviten en lo futuro nuevas caídas. Es imposible promulgar una ley que haga a la gente buena, pero el sufrimiento la hace prudente cuando no supo aprovechar los consejos que hubieran evitado esta situación; el dolor y los desencantos nos hacen pensar, cuando no hicimos caso de los buenos consejos. En esta forma, el hombre aprende a través de la experiencia. Los canales de la vida muestran que los más pecadores se convirtieron en los más grandes santos, no a causa de sus errores sino porque la experiencia les enseñó a corregirlos. Todos deberíamos agradecer a Dios el que nos haya otorgado la capacidad de sufrir, por cuanto a través del dolor, nacen las grandes almas. La adversidad anonada al perezoso, pero galvaniza el alma para la acción y es un incentivo para los que buscan el logro de sus empresas. La adversidad disciplina el espíritu y pone a prueba las resoluciones. Cuando se domina la adversidad, nace el valor. 
Debemos agradecer a Dios el que tengamos adversarios, porque sólo por medio de un enemigo se puede conocer el verdadero valor de un hombre. “¿Qué haría yo si me encontrara en ciertas condiciones?”, es una pregunta que todos deberíamos formularnos.
Muy pocos son los que conocen, y aún menos los que son capaces de hacer en un momento 
difícil la cosa que proyectaron cuando no estaban apremiados. Basta colocar gente en distintas situaciones, y sólo entonces se podrá juzgarlas y conocer su valor ante la vida. No 
es necesario acusarlas o defenderlas; sus acciones nos dan el verdadero valor de su alma, y 
su alma nos muestra su edad en el plan cósmico en una forma que ninguna protesta o profesión de fe podría hacer. Las acciones y las actitudes ante la vida son las mejores pruebas; las palabras son meramente la expresión de emociones en las que rara vez es dable confiar. El hombre a menudo discute consigo mismo para confirmar cosas que sabe que no son ciertas. Por lo general el animal humano se convence a sí mismo de la realidad de la mentira antes que pueda probarla a otro. En efecto, raramente la prueba a otro, salvo a sí
mismo.

LA FORMACIÓN DEL ALMA
En los tiempos presentes, usamos dos palabras: alma y espíritu como si significasen la misma cosa. Esto no es correcto. “El alma que peca ha de morir” (Ezequiel 18:4). El espíritu no muere.

En filosofía oculta, el espíritu es esa esencia que siempre existe y que constituye la parte inmortal de todas las cosas creadas en cualquiera de los siete mundos en que se manifiesta el plan cósmico. El espíritu es indestructible, increado, y es el germen de la divinidad en todas las creaciones manifiestas; es Dios en nosotros, la permanencia eterna, el triple espíritu del ser.

El alma es la vestidura del espíritu; el fruto o esencia de toda la experiencia que se ganó por medio de la manifestación en los mundos concretos de materia mental, de materia astral y de sustancia física. En el sentido espiritual el hombre sólo puede ser vestido por sus virtudes. De ahí que el logro del áureo ropaje del alma es la verdadera razón de la vida.
Los accidentes carecen de valor, salvo por la impresión que dejan en la naturaleza de aquel que los sufrió. Por medio de un proceso oculto, esta impresión se modela en el cuerpo del alma como otro hijo en la vestidura inconsútil del Prometido espiritual. En la Naturaleza, nada se pierde, y este vehículo, creado por la asimilación de la experiencia lograda desde hace millones de años, en que la conciencia se diferenció por primera vez, se denomina el alma - el modelador del destino -, el mentor que hay que consultar cuando hay que tomar una importante decisión. El alma mide en cartabón del hombre para el bien y el mal en la balanza de las cosas conocidas. Es la base del juicio y la inspiración que está tras la voz de la conciencia. Por lo tanto preguntamos con el profeta de la antigüedad: “¿De qué provecho le será al hombre si gana todo el mundo y pierde su alma?”. 
En el alma se dibujan todas las distintas acciones y reacciones que constituyen la vida. Por consiguiente el alma es esencialmente dual en su naturaleza: es lo que registra los éxitos y lo que registra los fracasos. Las cosas que hemos hecho para el bien se convierten en nuestros ángeles guardianes que nos guían e inspiran para que logremos nuevas victorias, mientras que las cosas que hemos hecho para el mal se convierten en nuestros amenazantes acusadores, confrontándonos siempre con la responsabilidad de nuestros errores.

En la puerta de los templos de Oriente hay dos perros, uno que ríe y el otro que mira de soslayo. Representan nuestras virtudes y vicios, experiencias que debemos sufrir sí que remos entrar en el sendero que conduce a la perfección. Estas dos cualidades - la buena y la mala dentro de nosotros - están siempre con nosotros. Una señala el cielo, y la otra siempre nos presenta nuestro mayor problema. El animal sigue formando parte de nuestra naturaleza, y seguirá haciéndolo así hasta que transmutemos la fuerza del adversario en la aspiración a las grandes victorias sobre el yo inferior.

Este adversario interior, esta acumulación de Karma aún impago, este cuerpo de pecado, este obstáculo siempre presente, este espíritu de negación, esta siempre amenazante figura del mal en nuestra naturaleza, era llamada por los antiguos el morador del umbral.

ENFRENTANDO AL MORADOR
La primera etapa en la antigua iniciación era pasar ante el terrorífico monstruo que mora en la linde de los mundos físico y espiritual. A los Hijos de la Luz se les decía que nunca podrían “avanzar en lejanas comarcas” o “ganar el salario del Maestro Constructor” mientras no enfrentase con valor y resolución el demonio invisible que mora siempre con ellos y no despertará dentro de ellos las fuerzas sutiles con las que él estaba compuesto. La mayoría de la gente no llega a conocer esa terrible figura hasta el momento de la muerte cuando la inteligencia actúa por un breve instante en esta linde de la muerte y la vida, así llamada, que es el lugar donde mora la bestia. Allá está agazapada - esa cosa construida por los pecados de la carne y los crímenes cometidos en la oscuridad -, un espectro de pavoroso terror, la suma total de la perversión, con el agregado de las fuerzas que se emplearon mal y del talento pervertido. ¿Nunca nos hemos detenido a pensar que las cosas que hacemos sin juicio llegarán un día a enfrentarnos como jueces acusadores y nos impedirán llegar a la luz que algún día reconoceremos y trataremos de servir?

En épocas muy lejanas, cuando el hombre pecó por primera vez, nació ese ser, y gritó sobre la sangre del primer hijo de Dios que fue matado. El odio y el miedo, los celos y la codicia, las pasiones y la lujuria, la negligencia y el crimen, todas estas cosas lo han nutrido hasta que en el momento presente el hombre lleva consigo un ser todopoderoso criado y educado por lo peor que hay en él, una bestia semejante a un demonio que lo incita siempre al crimen y a la perversión, que lo tienta siempre, por medio del hábito, a hundirse en ese fango de la degeneración del cual sale arrastrándose tan penosamente. 
Este es el Guardián del Umbral. Nunca lo hemos visto, pero no hay día en que no combatimos con él, luchando para liberarnos de los anillos del pecado que son sus manifestaciones. Cada vez que dominamos un rasgo indigno de carácter, pasamos ante el Morador del Umbral; porque nuestros pecados nos separan del mundo del espíritu, y cuando dominamos nuestros errores actuando honradamente en vez de dejarnos llevar por nuestros malos impulsos como antes, el pecado ya no es un obstáculo tan grande. Finalmente llegamos a ser capaces de enfrentar ese ser por última vez, y entre los éteres del mundo superior luchamos con el dragón del karma hasta vencerlo y, bañándonos en su sangre, nos volvemos inmortales; por cuanto la energía es la sangre del Morador, y está constituido con la energía que hemos perdido o mal usado.

El Morador difiere de los elementales y de los Espíritus de Naturaleza en este particular: los últimos son en sí una creación separada, que flotan en el espacio y que viven en las esencias etéricas; el Guardián, no obstante, está atado al hombre y nunca lo abandona. Crece o disminuye con los pecados del individuo del cual forma parte. El Guardián del Umbral es realmente el cuerpo de pecado de todos los seres que poseen una inteligencia individual. Aunque el hombre es el único ser inteligente que conocemos, hay muchos otros en la Naturaleza. El planeta Marte es el cuerpo de pecado del Dios Solar y por consiguiente es su Guardián del Umbral, pero la Deidad ha trasmutado su poder en la dínamo del sistema solar. 

Los que quieren servir a Dios con seguridad y unirse a los inmortales, deben primero dominar sus propios pecados. El precio que hay que pagar para entrar en el Templo es la conquista de nuestra naturaleza más baja, porque no podemos servir al mismo tiempo a Dios y a Mammón. Si queremos forzar una parte de nuestra naturaleza a que desarrolle poderes espirituales, mientras que con la otra servimos al vicio y a las cosas materiales, es buscar la demencia y la muerte. Por consiguiente, antes de internarse en el verdadero camino que debe seguir el discípulo espiritual, hay que examinarse a fondo y ver cuántos elementos de la naturaleza más baja siguen atándonos a la tierra. Entonces comienza la gran batalla tantas veces simbolizada en las ceremonias religiosas de los antiguos, que debe resultar en la muerte de la naturaleza inferior, la del Morador. De las cenizas  del ardiente conflicto, se eleva la naturaleza más alta y se une con el espíritu de luz. Este es el misterio de la crucifixión y el significado recóndito del tercer grado del rito masónico. En escala menor, entablemos todos los días este mismo combate, pero por último debemos enfrentarlo con valentía y llegar a una decisión.

LOS PECADOS DE LA CARNE
Mientras cualquiera de los siguientes rasgos de carácter queden en la naturaleza del hombre, éste no tiene derecho a buscar un conocimiento directo sobre asuntos espirituales.
Esto no significa que no deba estudiar estos temas, pero sí que debe apartarse de las prácticas ocultistas que pudieran actuar sobre su naturaleza y organismo súper-físicos. Los
siguientes vicios construyen y fortalecen el poder del Morador: 
Emocionalismo -------------------Egotismo-------------- Codicia--------------------------- Odio
Excitación-------------------------- Mal humor -----------------Ira------------------------------ Temor
Deshonra ---------------------------Discusión ---------------Tristeza -------------------------Lujuria
Egoísmo ----------------------------Exigencia ----------------Pasión--------------------------Mentira
Apego -------------------------------Querella ------------------ Antipatía -----------------------Orgullo

Todos los que estudian están a la merced de estas falibilidades. Es de esperar y no es una desgracia caer en estos pecados, porque solamente los dioses están libres de toda culpa.
Quizá se equivocan también; pero hasta que estos problemas no hayan sido enfrentados honradamente y resueltos, nadie tiene el derecho cósmico de ocuparse de las cosas que están tras el velo que separa este mundo de lo invisible. Son estas responsabilidades las que debemos experimentar y hacer frente, y lo que seremos en el futuro depende de la manera en que las enfrentemos y las dominemos; porque cada una de estas faltas nos hace inútiles a los Grandes que tanto necesitan la ayuda del mundo de los hombres. 

¿En qué clase de universo viviríamos si nuestros dioses estuviesen sujetos a las falibilidades que enumeramos más arriba? Si nuestro Sol estuviese sujeto a crisis de cólera y si nuestros Maestros se dejasen llevar por sus fines egoístas, ¿qué nos sucedería? Si aspiramos a ocupar puestos de confianza, debemos dominar nuestras pasiones, ser pacientes y bondadosos como los mismos dioses. Nadie pudo alcanzar el estado de maestro sin antes pasar ante el Guardián de su naturaleza más baja y trasmutar en poderes creadores los pecados que otorgan al Morador su poder.

LOS TRES PELDAÑOS
Hay que subir tres peldaños distintos para llegar a la sabiduría, y todo el progreso debe efectuarse de acuerdo con estos peldaños. Si el hombre desea de verdad alcanzar el don inestimable de la sabiduría, debe aceptar voluntariamente lo que han decretado los dioses sobre ese particular. El que estudia debe preparase para el influjo de la sabiduría.
Esto debe realizarlo por medio del recto pensamiento, la recta acción y la recta manera de encarar la vida.

El recto pensamiento estriba en una mente abierta y pronta a considerar todas las cosas; una mente humilde que acepta recibir las migajas de los festines de los sabios; una mente caritativa que no condena a nadie salvo a sí misma; una mente sagaz capaz de ver el bien en todas las cosas y llegar hasta el bien en todas las cosas. 
La recta acción consiste en prestar los debidos cuidados al cuerpo, en hacer el ejercicio apropiado y en ocupar el lugar debido en la gran batalla material de la vida. El hombre crece poniéndose en contacto con todo lo que crece. Cuando un hombre es capaz de conocer todas las formas de vida con placer, con consideración, con el corazón de alguien que quiere ayudar, y con la mente de un estudioso, progresa.

La recta actitud significa que todo debe emprenderse con el espíritu de amor, de verdad, y con un sincero deseo generoso de prestar su ayuda para convertir este mundo en un lugar mejor donde vivir. Una manera honrada de encarar la vida significa alegría, espíritu de ayuda y cooperación con todos los que tratan de progresar. Significa consideración para todos, aun cuando no estén de acuerdo con nosotros, puesto que comprende que el hombre no debe trabajar para el hombre, sino para Dios, y que a cada uno le corresponde lo suyo.
Luego de haberse preparado para recibir la sabiduría purificando el cuerpo, ampliando la mente y abriendo el corazón, el hombre debe aplicarse a la tarea de digerir el conocimiento que absorbe. Combinar los hechos de manera que sean de utilidad práctica en el mundo no es una tarea desdeñable. Mucho de lo que nos enseñan los ocultistas no tiene valor alguno para resolver los problemas actuales. Mientras el conocimiento técnico es necesario para el que enseña, debe sin embargo ser presentado en un forma que lo haga apto para su empleo; si no es así, no hay ninguna necesidad de enseñarlo.

El segundo peldaño lleva a la sabiduría misma, y esto a su vez prepara el camino para la tercera etapa. 
La tercera etapa es el empleo del conocimiento de la manera mejor y más convincente. Esto no es un juego de niños; requiere la sabiduría y comprensión de los mismos dioses. La gente considera las ciencias espirituales con demasiada ligereza. No comprenden que los hombres iluminados son elegidos entre los mejores de la tierra. Las más brillantes mentes, las almas más hermosas y los que lograron los mayores éxitos son los seleccionados para servir junto a los grandes Espíritus. El ocultismo moderno está lleno de fracasados que nunca hicieron nada ni para ellos mismos ni para los demás. Si esas cabezas de pájaro creen un instante que serán elevadas en unos pocos meses o años, está muy equivocadas. Los Maestros adoptan únicamente a los que son meritorios. ¿Qué somos o qué debemos hacer para ser merecedores de solicitar la consideración espiritual en el servicio de Dios? ¿Qué hemos hecho para tener ese derecho? ¿Qué pueden alegar en nuestro favor los últimos a quienes servimos, nuestros amigos, el mundo?

El siguiente caso ilustra lo que significa el Guardián del Umbral: 
La señora X, dama anciana, es tan chismosa que no hay amigo que pueda aguantarla.
No hay una persona que se atreva a hablar en su presencia. Se casó dos veces, pero en cada
oportunidad el hogar se deshizo por su culpa. Esa señora echa la culpa a los demás, pero todos los que la conocen comprenden que ella es la única responsable. Tiene un carácter
desdichado, un genio acerbo, y un cuerpo envenenado por su manera impropia de alimentarse. Pasa gran parte de su tiempo lamentando las desdichas que tuvo en el pasado, 
creyendo que todo el mundo le lleva la contra. No quiere reconocer su egoísmo y que pasa el tiempo divulgando lo que sabe acerca de sus conocidos. Espera que todos le den la razón, y a las personas que no lo hacen los trata de tontos. A veces está llena de amor por las personas que la rodean, y otras las odia tanto que quisiera matarlas. Reza y medita todos los días y ruega que la iluminen espiritualmente. Ve visiones y cree que las creaciones de su 
mente son verdaderas, lo cual es del todo imposible. Es una de las miles de personas que esperan lograr la iluminación como un derecho de nacimiento y alcanzar la espiritualidad 
como una herencia. No comprenden que los Maestros necesitan a gente que sean capaces de obrar. Esta señora sería incapaz de ganar cinco dólares por semana en el mundo material, y es una inútil en cualquier lugar donde se halle; pero cree poseer el suficiente valor para que 
Dios envíe a uno de sus Maestros y le enseñe las cosas que no es capaz de comprender. Los que desean ser iluminados son muchos, pero escasos los que aceptan inclinar su voluntad ante la de la Naturaleza y trabajar lo bastante duramente para cambiar su vida y lograr resultados útiles. 
Un análisis del carácter de esta señora muestra que tiene los siguientes defectos:

1 Es una egoísta incurable.
2  Es pesimista.
3 Tiene un genio violento, que envenena su sangre.
4  Es egoísta.
5 Se deja llevar por sus emociones, lo que es una criminal pérdida de energía.
6 Ha descuidado su cuerpo. Dios no frecuenta un templo que no está limpio y libre de enfermedades.

Estos seis defectos constituyen el Morador del Umbral. Se levantan entre ella y todas las hermosas cosas que desea ser. Dios no le borrará sus defectos pero le otorgará lo que desea sólo cuando pruebe su valor dominando su naturaleza y dándose cuenta de sus errores. Dios hizo un pacto con el hombre. Si el hombre prepara el templo de su vida, el Padre aceptará morar en él y ser la luz de ese templo. No pidamos nada a Dios mientras no hayamos hecho nuestra parte; no intentemos lograr la espiritualidad mientras no hayamos construido nuestro tabernáculo de acuerdo con la Ley otorgada a los hijos cuando la tierra era joven.

LA ESFINGE
¿Quién fue capaz de medir el misterio de ese rostro inexpresivo que mira en el desierto hacia el lugar donde se levanta el sol? El ser con el cuerpo de animal es el cuerpo de pecado del hombre -el Guardián de Umbral - y, como la verdadera constitución del hombre, es desconocido para la mayoría de las personas. Antes que el candidato pueda progresar en la obra espiritual que se le ordenó cumplir, debe arrancar el secreto de pecado del guardián silencioso. Por medio de la concentración y la consagración, debe corregir y dominar uno tras otro sus propios vicios, hasta que pueda ofrecer al servicio de los Maestros una vida sin mácula alguna. Sólo entonces será aceptado. Pero en este mundo son escasos los que desean una vida inmaculada. Todos desean el poder, pero son escasos los que pueden tomar la espada del rápido desapego y hundirla en el corazón del siniestro espectro - su propia naturaleza inferior - el Morador del Umbral.

del libro Fuerzas Invisibles - Manly Palmer Hall


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