jueves, 19 de febrero de 2015

El Simbolismo del Cuerpo Humano


PARTE I
 
EL SIMBOLISMO DEL CUERPO HUMANO
 
En la Escritura se nos dice que Dios hizo al hombre a su propia imagen y
semejanza. Así ha sido declarado no solamente en la Biblia Cristiana, sino también en la
mayoría de los escritos sagrados de los seres iluminados. Los patriarcas judíos
enseñaron que el cuerpo humano es el microcosmos, o pequeño cosmos, hecho a la
semejanza del macrocosmos, o gran cosmos. Esta analogía entre lo finito y lo infinito se
ha dicho que es una de las claves por la cual se pueden develar los secretos de la
Sagrada Escritura. No hay ninguna duda que el Viejo Testamento es un libro de texto
fisiológico y anatómico para aquellos que son capaces de leerlo desde un punto de vista
científico. Las funciones del cuerpo humano, los atributos de la mente y las cualidades
del alma humana, han sido personificados por los sabios de la antigüedad, y un gran
drama ha sido elaborado acerca de sus relaciones entre si mismos y con los demás. Al
gran egipcio semidios Hermes, la raza humana debe su concepto sobre la ley de
analogía. El gran axioma hermético fue: "Como arriba es abajo; como abajo es arriba."
Todas las religiones antiguas estaban basadas en el culto a la Naturaleza, el cual,
en una forma degenerada, ha sobrevivido hasta nuestros días como culto fálico. La
adoración de las partes y funciones del cuerpo humano comenzó en el último período de
los Lemures. Durante la época Atlante esta religión dio lugar al culto del sol, pero
incorporando en sus doctrinas muchos de los rituales y símbolos de la creencia anterior.
La construcción de los templos en la forma del cuerpo humano es una costumbre común
a todos los pueblos. El tabernáculo de los judíos, el gran templo egipcio de Karnak, las
estructuras religiosas de los sacerdotes hawaianos, y las iglesias cristianas dispuestas en
forma de cruz, son ejemplos de esta práctica.  Si el cuerpo humano fuera extendido
sobre uno de estos edificios, con los brazos abiertos, se vería que el altar mayor
ocuparía la misma posición relativa que el cerebro ocupa en el cuerpo humano.
Todos los sacerdotes de la antigüedad conocían anatomía. Aceptaban que todas
las funciones de la Naturaleza eran reproducidas en pequeño en el cuerpo humano. Por
lo tanto, consideraban al hombre como un libro y enseñaban a sus discípulos que
entender al hombre era comprender el universo. Aquellos sabios creían que cada estrella
en el cielo, cada elemento en la tierra y cada, función en la Naturaleza, estaba
representado en el cuerpo humano por su correspondiente centro, polo o actividad.
Esta correlación entre la Naturaleza y la naturaleza interna del hombre que estaba
oculta para las masas constituía las enseñanzas secretas del antiguo sacerdocio. La
religión era considerada mucho más seriamente que lo que es en nuestros días, por los
atlantes y egipcios. Era la vida misma de estos pueblos. Los sacerdotes tenían un control
total sobre millones de ignorantes hombres y mujeres, a los cuales se les había enseñado
desde su infancia que estos patriarcas, con sus atavíos y luengas barbas, eran los
mensajeros directos de Dios; y se creía que toda desobediencia a lo ordenado por los
sacerdotes atraería sobre la cabeza de los transgresores la cólera del Todopoderoso. El
templo dependía de su apoyo, basado en su secreta sabiduría, la cual daba a los
sacerdotes control sobre ciertos poderes de la Naturaleza y los dotaba de una sabiduría y
comprensión enormemente superior al estado seglar que ellos controlaban.
Esos sabios comprendieron que en la religión había algo mucho más grande que el
mero canto de mantrams e himnos; ellos comprendieron profundamente que la senda de
la salvación sólo puede ser recorrida con éxito por aquéllos que tienen conocimiento
práctico y científico de las funciones ocultas de sus propios cuerpos. El simbolismo
anatómico que ellos desarrollaron para perpetuar este conocimiento ha llegado hasta la
cristiandad moderna, pero, aparentemente, su clave parece haberse perdido. Es una tragedia
para los religiosos el estar rodeados por cientos de símbolos que no pueden comprender;
pero, es más triste aún que ellos hayan llegado a olvidar totalmente que estos símbolos
tienen otro significado que las tontas interpretaciones que ellos a su manera han urdido.
La idea predominante en la mente de los cristianos de que su creencia es la única
y verdadera doctrina inspirada, y que vino huérfana al mundo, es irrazonable en
extremo. Un estudio comparativo de las religiones prueba, sin lugar a dudas, de que la
cristiandad ha mendigado, pedido prestado o se ha apropiado de los conceptos y
filosofías de los tiempos antiguos y de los paganos del medioevo. Entre los símbolos y
alegorías religiosas que pertenecían al mundo antes de la aparición de la cristiandad,
hay algunos que nosotros deseamos someter a vuestra atención. Los siguientes
conceptos y símbolos cristianos son de origen pagano:
La cruz cristiana viene de Egipto y de la India; la triple mitra, del culto de Mithra; el
cayado, de los Misterios Herméticos y Grecia; la inmaculada concepción, de la India; la
transfiguración, de Persia; y la trinidad, de los Brahamanes. La Virgen María, como la
madre de Dios, se encuentra en una docena de diferentes creencias. Hay más de veinte
salvadores del mundo crucificado. El campanario de la iglesia es una adaptación de las
pirámides y obeliscos egipcios, en tanto que el diablo de los cristianos es el Tifón de los
egipcios con algunas variantes. Mientras más profundiza uno el problema, mejor
comprende que no hay, realmente, nada nuevo bajo el sol. Un sincero estudio de la fe
cristiana demuestra, claramente, que es la evolución natural de las doctrinas primitivas.
Hay una evolución en la religión así como en la forma física. Si aceptamos e incorporamos
en nuestras doctrinas el simbolismo religioso de cerca de cuarenta pueblos, esto nos
permitirá comprender (al menos en parte) el significado de los mitos y alegorías de lo que
hemos tomado prestado, y no ser más ignorantes que aquéllos a las cuales hemos recurrido.
Este pequeño libro está dedicado a procurar explicar el problema de la relación
que existe entre el simbolismo del antiguo sacerdocio y las funciones ocultas del cuerpo
humano. Primero debemos comprender que se supone que toda escritura sagrada está
sellada con siete sellos. En otras palabras, que se requieren siete interpretaciones
completas para entender plenamente el significado de las revelaciones filosóficas
antiguas, que nosotros hemos preferido llamar Escritura Sagrada. La escritura no debe
entenderse como algo histórico. Aquellos que interpretan su significado literal,
comprenden la parte mínima de ella.
Es un hecho bien conocido que, por razones de índole dramática, Shakespeare
juntó en sus obras caracteres de individuos que habían vivido en épocas distintas
separados por cientos de años; pero Shakespeare no estaba escribiendo historia sino
drama. Lo mismo ocurre con la Biblia. La Escritura deja a los historiadores envueltos en
desesperante desconcierto al formular sus autocontradictorias tablas cronológicas, en las
cuales la mayoría de ellos quedarán esperando el día del juicio final. La Escritura brinda
excelentes temas para debatir, y también es un terreno propicio para las discusiones
sobre nimiedades, respecto a términos y ubicación de desconocidas ciudades. La
mayoría de las ciudades de la Biblia, hoy señaladas en las guías, recibieron su nombre
cientos de años más tarde al nacimiento de Cristo, por peregrinos que suponían haber
ocupado lugares próximos a los mencionados en la Biblia. Todo esto puede convencer a
algunos, pero, para el pensador es de una evidencia concluyente que la historia es lo
menos importante de la Escritura.
Cuando la emperatriz Elena, madre de Constantino el Grande, visitó Jerusalén en
el año 326, descubrió que no sólo había desaparecido toda traza de cristiandad, sino que
un templo dedicado a las diosa Venus permanecía en pie, sobre la colina hoy aceptada
como el Monte Calvario. ¡Cerca de cuatrocientos años después de la muerte de Cristo
no había, aparentemente, nadie en la Tierra Santa que hubiese oído hablar de él! Esto no
implica necesariamente que él no haya vivido, pero si que el halo de milagros y atmósfera
sobrenatural con que lo rodea la cristiandad moderna es grandemente mitológico.
Semejante a todas las otras religiones, la fe cristiana ha acumulado una colección de
fantásticas leyendas que despiertan la superstición y que son sus propios enemigos, porque 
ellos han tomado al simple moralista de Nazareth - el hombre que amaba a sus prójimos - y
construyeron una superestructura de idolatría que nadie ama y sólo sirve a su propio fin.
Así como Buddha en la India reformó, meramente, los conceptos que se tenía
sobre Brahman en sus días, Jesús dio nueva forma a la fe de Israel y dio a sus discípulos
y al mundo una doctrina basada sobre lo que había estado antes establecido, pero
remodelada para enfrentar los problemas y necesidades de su pueblo. Los esenios que
educaron a Jesús eran de origen egipcio o hindú, y su fe tomó lo mejor que había en el
pasado. Los recuerdos preservados son sumamente alegóricos, y el hombre simple es
sumergido por ellos en un inmenso mar de supernaturalismo. Esto no fue hecho
enteramente sin propósito, pues, así como Shakespeare se tomó la licencia de utilizar la
historia para presentar verdades esenciales, parece ser que, del mismo modo, los
historiadores de Jesús usaron el carácter del hombre como base fundamental de un gran
drama. Él deviene el héroe de un relato siete veces sellado, y aquellos cristianos que han
estudiado los símbolos pueden conseguir con ese relato la clave de los verdaderos
Misterios Cristianos. Entonces, ellos comprenderán que la Escritura es la eterna
historia; que ella no pertenece a ninguna nación o pueblo en particular, y que sólo es
narración o relato de todas las naciones y todos los pueblos.
Es una cosa maravillosa, por ejemplo, estudiar la vida de Cristo a la luz de la
astronomía, pues él deviene el sol, y sus discípulos los doce signos del zodíaco. Entre
las constelaciones encontramos las escenas de su ministerio, y en la precesión de los
equinoccios el relato de su nacimiento, crecimiento, plenitud y muerte por los hombres.
Por otra parte, las atormentadas substancias químicas en la retorta nos revelan
simbólicamente la vida del Maestro, pues, con la clave de la química la Escritura se
convierte en otro libro.
En este librito, en particular, sin embargo, nos referiremos solamente a la relación
que existe entre estas alegorías y el cuerpo humano.
Descubrimos que la vida de Cristo, como la encontramos en los Evangelios, ha
sido conformada artificiosamene hasta coincidir perfectamente con las vidas de una
docena de salvadores de la humanidad, porque todos ellos son, también, mitos
astronómicos y fisiológicos. Todos estos mitos nos llegan a nosotros desde la más
remota antigüedad, en cuya época las razas primitivas utilizaban el cuerpo humano
como la unidad simbólica, y los dioses y demonios eran personificados en los órganos y
funciones del cuerpo. Entre ciertos escritores cabalistas vemos que la Tierra Santa era
delineada sobre la base del cuerpo humano, y las diversas ciudades se muestran como
centros de conciencia en el hombre.
Aquí se encuentra un maravilloso campo de estudio para aquéllos que quieran
investigar profunda y sinceramente los antiguos Misterios. Nosotros no abrigamos la
esperanza de agotar el tema, pero si vosotros obtenéis con este librito la clave para
seguir esta línea de pensamiento hasta que logréis que sea vuestro íntimamente, se
abrirá para vosotros, al final, uno de los secretos del Libro Divino de la Revelación.


Manly Hall – Anatomía Oculta

*

No hay comentarios:

Publicar un comentario