SEXTA PARTE
EL NOBLE ÓCTUPLE SENDERO
Son estas las santas perfecciones o senderos de iluminación tal como las transmitiera
el tres veces bendito Señor del Loto a sus discípulos, congregados a sus pies, y que
conciernen a aquellas cosas que conducen a la cesación del sufrimiento, al fin del dolor,
a la vida plena y a la liberación de la rueda. Son los pétalos del sagrado loto que,
floreciendo uno tras otro, revelan el áureo corazón, la perfecta ley.
La primera virtud del noble óctuple sendero es la RECTA CREENCIA.
Si alguien tiene un punto de vista sano respecto a la vida, será todo lo relativamente
feliz que puede ser una criatura que encierra en si mismo el elemento de la ignorancia.
En cambio, es imprescindible para el progreso del alma humana el tener un punto de
vista normal de la vida, y una concepción correcta de la relación de nuestra pequeña
vida en la carne con nuestra gran vida en el universo. El mundo está lleno de gente
morbosa y neurótica que todo lo ven sombrío, lleno de corazones quebrantados y de
seres desilusionados; de hombres y mujeres disconformes con la vida, prestos a
abandonar la lucha por sentirse demasiado débiles ante lo aparentemente inevitable. En
otras palabras, el mundo está lleno de seres que no encaran sanamente la vida. Quienes
encaran sus pesares con paciencia y enfrentan sus problemas con serenidad, aquéllos
que ven en cada desilusión un estímulo para mayores conquistas, ésos poseen el recto
punto de vista para con la vida. Los que resurgen triunfantes como el fénix de entre la
ruina de los propios sueños, ésos son los que han comprendido el primer precepto de
oro del óctuple noble sendero.
Recta creencia en si mismo y en los demás, un punto de vista que no sea ni de censura
ni de aspereza, ni crítico ni impertinente, pero siempre confiado en el triunfo final del
bien, apoyando siempre a las fuerzas del bien, tal es el recto punto de vista y la recta
creencia.
La segunda virtud del noble óctuple sendero es la RECTA ASPIRACIÓN.
Recta aspiración significa que aquello a que aspiremos sea valioso para nosotros.
Tienen recta aspiración aquéllos que aspiran a la sabiduría suprema, al máximo bien, al
pleno desenvolvimiento de la propia naturaleza, a una más estrecha unión de las partes
al todo en si mismos, a una clara visión de que siempre debe discernirse lo verdadero de
lo falso, lo permanente de lo transitorio, lo superior de lo inferior. También aspiran
rectamente quienes buscan controlarse a si mismos, coordinar sus facultades
individuales, liberarse de los apegos, educarse, desarrollarse e iluminarse acerca de
ellos.
Los que buscan la opulencia, el ser apreciado por lo que ellos aprecian, el dominar a
los demás, el ser reverenciado por los hombres, esos sustentan aspiraciones erróneas,
pues marchan en pos de cosas que sólo acarrean dolor a su poseedor. Es recta aspiración
el buscar la verdad y el dominio de si mismo, con sus principales frutos la virtud y la
compasión. Tales las enseñanzas del glorioso Buddha.
La tercera virtud del óctuple noble sendero es la RECTA PALABRA.
Recta palabra significa que ha de cuidarse que no salgan por los labios sino palabras
de estímulo, amabilidad y servicio. Es un pecado el mucho hablar, así como el
pronunciar palabras hirientes o de crítica. Ninguna argumentación producirá sabiduría
ni la discusión verdad alguna. Que nuestras palabras sean pocas y amables, bien
escogidas, y dichas en voz no muy alta; que ellas sean para glorificar al Gran Uno,
como un incienso que asciende hacia el Altísimo. Que nuestra lengua predique un
evangelio de bondad y compasión. Utilizar la boca para la murmuración ociosa, la difamación y la calumnia es el peor de los pecados, pues todo eso son ofensas para los
oídos de Dios. El que usa su lengua como espada será cercenado por su misma arma.
Antes al contrario, que trate de imitar al Señor Buddha, cuyos labios de loto, al abrirse,
eran como vida para el hombre, y cuyas palabras eran como perlas para ser atesoradas y
reverenciadas todos los días por todas las generaciones. Esta es la recta palabra, la de
palabras que deben ser guardadas en el corazón de quienes las oyen y adoradas en el
alma de aquéllos que las pronunciaron, y que suenan para el alma como suave murmullo
de aguas que fluyen tranquilas, puras e inmaculadas.
La cuarta virtud del noble óctuple sendero es la RECTA CONDUCTA.
El aspirante a la sabiduría se destaca entre sus semejantes por su conducta, por la
sencillez de sus modales, por la gracia y la dignidad de su alma que irradia esplendorosa
a través de su cuerpo, cualquiera sea la conformación de éste; jamas se muestra ruidoso
ni apresurado, y por cada palabra que pronuncia escucha doce. Nunca descortés ni
ofensivo porque no olvida su relación con quienes lo rodean, ni la amabilidad que se les
debe. Cuando es el anfitrión es considerado con sus invitados y cuando es el invitado es
considerado para con su anfitrión. No hiere los sentimientos de nadie, pero predica el
evangelio del Sendero del Medio con la gracia y la belleza de Su espíritu.
No participa de discordias ni conflictos, ni se inclina ni a favor ni en contra.
Careciendo de prejuicios, no tiene ni posición ni egoísmo que defender. Sereno, sencillo
y pacífico entre los combativos, callado entre los locuaces, equilibrado entre los
excitados, viviente entre los muertos, huella el Sendero del Medio sin desviarse siquiera
un instante. Quien controla su lengua, su mano, su pie, su mente y su corazón, ése no
puede sino obrar rectamente.
La quinta virtud del noble óctuple sendero es la. de que CADA UNO DEBE
ADOPTAR UN RECTO MEDIO DE VIDA.
Al discípulo le está vedado emprender toda actividad contraria a sus principios,
porque éstos no pueden mantenerse cuando se los enfrenta unos a otros. Si mentir le es
violento, no emprenderá nada que requiera mentir. Si para él nada significan ya los
oropeles, debe abstenerse de usarlos. Si no aprecia ni el comprar ni el vender, no debe
acudir a medios de vida que impliquen violencia contra ésta su concepción de la vida.
Ningún individuo sincero, independientemente de sus creencias, será capaz de tener dos
morales, una para sus negocios y otra para su vida privada, una para con el prójimo y
otra para consigo mismo. Tener dos patrones de medida es como no tener ninguno. Por
eso, recto medio de vida significa que cada cual ha de adoptar un trabajo acorde con los
principios que busca desarrollar dentro de si mismo.
Recto medio de vida implica también recta forma de vivir, recta alimentación, recta
vestimenta, recto medio ambiente, recta armonía entre la vida privada y la vida externa.
Todo esto es previo y necesario para que pueda brotar la sabiduría en el alma, porque
ella es una perla inapreciable y nadie puede conquistar este incomparable tesoro sino
después de las más grandes luchas. No es fácil ser firmes, pero tan sólo los firmes
pueden aspirar a la sabiduría, porque firmeza y sabiduría son sinónimos.
La sexta virtud del óctuple noble sendero es el RECTO ESFUERZO.
Todo se logra como resultado de un esfuerzo. Siempre debemos esforzarnos, pero
deberemos esforzarnos inteligentemente, de otro modo nuestro esfuerzo no produciría
ningún resultado. Se enseña al discípulo que desear algo sin estar dispuesto a esforzarse
para merecerlo es un gran pecado; también se le enseña que en el mundo espiritual el
candidato no puede aspirar a nada que no esté dispuesto a pagar en la moneda corriente
en el plano en que se efectúa la transacción. Todo les llega a aquéllos que se esfuerzan,
y quienes lo hagan sinceramente obtendrán aquello por lo que luchan. La palabra
SINCERIDAD preside el principio del recto esfuerzo. Si vuestro motivo no es sincero, lo que se logra no servirá a los fines de la verdad que se persigue. Al discípulo
buddhista se le adoctrina en el sentido de que debe ser sincero y honesto, y que toda otra
clase de intención que no sea sincera y honesta es fatal. Si desea poder para imponerse a
los demás, no es sincero, y cualquier forma de poder que adquiera sólo servirá para
perjudicarle; pero si lo que desea, es inteligencia para emplearla en ayudar e iluminar a
los demás, entonces es sincero y obtendrá todo el poder que no desee para si mismo.
El Sendero del Medio es el Sendero de la sinceridad, en el cual la mente y el corazón
se esfuerzan juntos para construir el carácter. Recto esfuerzo es hacer lo correcto,
porque es lo recto, es tener recta intención, y todo es bueno o malo según la intención
que a ello nos impulsa.
La séptima virtud del óctuple noble sendero es la RECTA ATENCIÓN.
Al discípulo se le enseña a estar siempre atento. La tarea de la mente es estar siempre
alerta, anticiparse a las necesidades de los demás y en meditar acerca de las necesidades
del Yo Superior. Es tarea de la mente el discernir entre necesidades y deseos y quien
pueda hacerlo será verdaderamente sabio.
Cuando se ha alcanzado el dominio de la mente, todos los pensamientos son buenos y
la vida será inofensiva.
Más de un pecado es cometido primero en la mente de alguien que es lo
suficientemente fuerte como para no materializarlo pero cuya pensamiento, como cosa
animada, se introduce en la mente de otro que es débil. Éste comete el crimen, pero,
¿quién es el verdadero culpable? La ley no puede responder, pero el místico sabe que
quien condena es uno en cuya mente el mal pensamiento nació primero. La cortesía, la
amabilidad, la consideración de las necesidades de los demás son virtudes de la recta
atención, y ellas contribuyen en gran medida a hacer del mundo un lugar más habitable;
porque grande es quien puede poner en orden la casa de su mente y puede expulsar a los
mercaderes y prestamistas del templo de sus pensamientos tal como lo hizo el Maestro
Jesús con los del Templo de Jerusalén.
La mente es siempre crítica, destruye, diseca y analiza, buscando constantemente las
diferencias, y esto no está bien. La recta atención se cimenta en aquello que todos
tenemos en común, erigiendo con la fuerza de sus pensamientos, la concepción
espiritual de la fraternidad, que alguna vez habrá de imperar en la tierra.
La octava virtud de noble óctuple sendero es la RECTA MEDITACIÓN.
En realidad esto pertenece a las prácticas místicas y ocultas de los buddhistas tanto
como a aquellos períodos de la vida durante los cuales el alma se repliega para habitar
en el silencio y en las profundidades de su propia naturaleza. En el mundo Occidental
son pocos los que se atreven a penetrar en el templo de la soledad porque sus vidas son
tales, que los pensamientos son sus enemigos en lugar de ser sus amigos. El mal que
han causado, los fracasos que han tenido, se atropellan cual cortejo fantasmal en cuanto
hay un poco de silencio en sus mentes. Los temores futuros son una obsesión, y los del
pasado una abrumadora marea. De ahí que viven en un deplorable torbellino de falsedad
para escapar a los pensamientos que los asaltarían si estuviesen solos.
Los buddhistas enseñan que hasta que el hombre no pueda encarar sin temor su propia
vida, meditar sobre sus propias acciones y esforzarse honestamente para que éstas sean
correctas, no estará preparado para el Sendero del Medio. Meditando acerca de la
Realidad con exclusión de todo lo demás, con el ojo de su alma abierto revelándole el
espíritu de todas las cosas, el glorioso Buddha entró en el Nirvana. En menor escala,
cuando el discípulo se sienta para su diario coloquio consigo mismo, tan necesario para
el verdadero desarrollo del alma, se separa, por un instante, de su cuerpo y mente, y
considera el conjunto de sus acciones, marchando así desde la sombra de lo temporal
hacia la luz de lo eterno, siendo éstos aquellos anhelados instantes de la jornada en que, a pesar de estar rodeado de dificultades, se aparta del mundo en el estado de equilibrio
interior habitual del monje, morando en el espíritu del Buddha, la eterna luz. En esto
consiste la recta meditación: en que el espíritu humano debe ubicarse por un instante
en la cumbre y contemplar desde allí todo su universo. Separado por un momento de sus
gustos y aversiones, de todo cuanto es personal, verá con nitidez la finalidad de todas
las cosas. Fortalecido por su realización, profundizado por su santa comunión,
expandido por la luz que se le revela, el aspirante retorna a sus diarias tareas inspirado
por su visión que le atestiguan sus momentos de recta meditación.
*
Manly Hall – Las Enseñanzas del Glorioso Buddha
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