CAPITULO III
El hombre solar, el espíritu del sistema solar, es el Uno a quien llamamos Dios. Posee siete cuerpos,
denominados planos de la Naturaleza. También cada criatura humana posee siete cuerpos, y éstos lo ligan a
los siete cuerpos del hombre solar.
El cuerpo físico del hombre es parte del cuerpo físico de la Naturaleza; y el cuerpo físico de la Naturaleza es el
cuerpo físico de Dios. (El plano físico.)
El cuerpo etérico del hombre es parte del cuerpo etérico de la Naturaleza; y el cuerpo etérico de la Naturaleza
es el cuerpo etérico de Dios. (El plano etérico.)
El cuerpo astral del hombre es parte del cuerpo astral de la Naturaleza; y el cuerpo astral de la Naturaleza es
el cuerpo astral de Dios. (El plano astral.)
El cuerpo mental del hombre es parte del cuerpo mental de la Naturaleza; y el cuerpo mental de la Naturaleza
es el cuerpo mental de Dios. (El plano mental.)
Cada uno de los cuerpos del hombre funciona en el mundo compuesto por las sustancias de las que el mismo
cuerpo está formado. El hombre, para ser consciente en estos mundos, debe desarrollar cada uno de estos
cuerpos de manera que ellos puedan sustentar su función consciente en sus respectivos mundos. Por ejemplo:
nosotros comprendemos que el cuerpo físico está sujeto a las leyes del mundo físico. Una de las principales
de estas leyes es la de la gravedad. El cuerpo físico no puede funcionar en parte alguna excepto en el mundo
físico. La conciencia del individuo puede despertar a las esferas invisibles, y puede viajar en los mundos
superiores, pero siempre su cuerpo físico debe ser dejado atrás.
Los testimonies de la vida de cada individuo son registrados y conservados en lo que se llama LOS ÁTOMOS
SIMIENTES. Estos son los cuatro centros de fuerza en torno de los cuales se forman los cuatro vehículos del
hombre. Los cuatro cuerpos del hombre son el físico, el vital, el emocional, el mental. Cada uno de estos
posee su propio átomo simiente. Muchas personas suponen que los átomos simientes son diminutos gránulos,
pero en realidad ellos son vórtices de energía, retorciéndose, entretejiéndose, y girando. Cada uno de estos
vórtices forma un núcleo en torno del cual se forman los cuatro cuerpos del hombre cuando éste nace a la
encarnación física. Estos cuatro se llaman en los Misterios, Los ángeles Guardianes, o Los Cuatro Señores de
los Registros. Fueron simbolizados por los primeros judíos como los Querubines. Son las cuatro bestias de
Ezequiel, llamados el hombre, el buey, el león, y el águila. A veces nos referimos a ellos como a los cuatro
autores de los cuatro evangelios - San Mateo, San Marcos, San Lucas, y San Juan - los historiadores de la
vida de Jesucristo.
Cada uno de estos átomos simiente tiene una particular propiedad que no consiste en la memoria, sino en la
conservación, en una cadena sin solución de continuidad y en una adecuada secuencia, de todos los registros
de los incidentes a través de los cuales han pasado los respectivos cuerpos. Así, el átomo simiente físico,
ubicado en el corazón, conserva el registro de todos los incidentes de la vida física; el átomo simiente vital, en
el plexo solar, conserva los registros de todos los usos de las energías vitales; el átomo simiente astral, en el
hígado, conserva una ininterrumpida historia de todas las expresiones del sentimiento y de la emoción;
mientras que el átomo simiente mental, en el cerebro, conserva el recuerdo de nuestros pensamientos y los
preserva dentro de su propia sustancia sutil, de la cual puede traerse a la luz cualquier información, cuando
ello es necesario.
Puesto que los cuerpos del hombre se forman alrededor de estos átomos simiente, dichos registros pasan de
vida en vida, y la suma total o balance pasa a cada uno de estos átomos simiente y plasma la nueva forma
física, o forma astral, convirtiéndolo en un vehículo que expresa los debe y haber acumulados en los átomos
simiente. Por ejemplo; el monje en su celda pasa años iluminando un antiguo pergamino. Trabaja meses
enteros, sin moverse de su burdo banco de madera. Su mente y su alma fueron glorificados, pero descuidó su
cuerpo físico. Olvidó ejercitarlo y fortificar sus partes y miembros. Este descuido fue registrado en el átomo
simiente, y los futuros cuerpos, formados alrededor del átomo expresarán el descuido que la memoria de los
centros corporales conservaron. De esta manera, un sistema de libros místicos conserva los registros de los
debe y los haber, e implanta en el centro de cada uno de los cuerpos, los testimonios de las actividades de sus
formas respectivas. Se transmiten los totales, de manera que el cuerpo físico del hombre, en la actualidad,
soporta en sus perfecciones e imperfecciones, el peso de los registros de incidentes previos testimoniados en
los átomos simiente. Lo mismo es válido para su cuerpo mental y puesto que cada uno conserva sus propios
registros y se desarrolla mediante la actividad de su propia forma particular, podemos comprender por qué
algunas personas poseen una naturaleza mental fuerte y una naturaleza física débil. Esta desigualdad de la
función prueba que en algún momento se cargó indebidamente el acento sobre la naturaleza mental, y que la
física fue descuidada.
Ya hemos aclarado, que el Supremo Hombre, el espíritu de nuestro sistema solar, posee siete cuerpos, que se
llaman los planos de la Naturaleza. Su cuerpo físico se denomina plano físico; su cuerpo vital recibe el nombre
de plano etérico; su cuerpo astral se denomina mundo astral; y su cuerpo mental recibe el nombre de mundo
mental. Estos mundos son esferas de sustancia, separadas entre si por los alcances de vibración de sus
minúsculas partículas. El hombre, el microcosmo, tiene un cuerpo que funciona en cada uno de estos cuatro
planos inferiores. El cuarto plano, el plano más alto, en el que el hombre puede funcionar se llama mundo
mental. Este mundo mental es el cuerpo de la mente del Dios solar. El hombre posee un área limitada de
sustancia mental, a la que denomina, su mente. Esta área es una ínfima partícula de la zona mental mayor,
compuesta de todas las mentes, que se denomina el cuerpo mental de Dios. Las Escuelas de los Misterios, por
medio de cuatro iniciaciones, enseñan al hombre cómo actuar conscientemente en los cuatro mundos de la
naturaleza. En la cuarta iniciación, le enseñan cómo utilizar la pequeña área de conciencia a la que el hombre
llama su mente, como un vehículo por medio del cual puede actuar conscientemente dentro del cuerpo mental
del Hombre Superior; en otras palabras, se le enseña al hombre como moverse en los ámbitos de la mente de
Dios.
Esto puede parecer una idea muy singular, y sin embargo, el sistema para lograrlo ha sido enseñado por los
egipcios, chinos, hindúes, caldeos, y los primeros cristianos, durante miles de años. ¿Puede usted imaginarse
a si mismo como diminuto germen del plasma mental, vagando en medio de los abovedados arcos y puentes
del pensamiento universal, pensando a la par de la mente del Pensador Eterno, desembarazado de los errores
del cerebro físico?
Imaginemos por un momento, que una de las diminutas células de su cuerpo físico, gracias a una serie
especial de entrenamiento, adquiriera el privilegio de transitar por su mente. Esta pequeña célula viviría
normalmente unos quince segundos, tiempo durante el cual nacería, maduraría y envejecería. Por lo tanto, su
memoria, suponiendo que tuviera una memoria activa, posiblemente cubriría el espacio de doce segundos,
que resultarían equivalentes a 75 u 80 años de la vida humana. Si esta pequeña célula pudiera leer su
pensamiento, conocería las cosas que ocurrieron años atrás, aun cuando su propia edad fuera sólo de quince
segundos; es decir, por supuesto, si pudiera emplear su memoria para contemplar esos hechos. Ahora bien, en
comparación con la edad de la Naturaleza, el hombre tiene una edad de quince segundos. Con su propia
mente pequeña, puede mirar hacia atrás contemplando 50 o 75 años, o si fuera un patriarca de cabellos
blancos, recordaría 85 o 90 años del pasado; pero la Naturaleza ha surgido y ha evolucionado en este planeta
durante cerca de trescientos millones de años. Hay un medio por el cual el hombre, diminuto microbio, puede
aprender a recordar cosas que han dejado de ser en este pequeño planeta para convertirse en eternidades
antes que él naciera. Los registros en la mente del hombre planetario, su habitáculo de recuerdos en el cual el
planeta recuerda aquello que le ocurrió, se llaman en los Misterios, los registros Akásicos. Es por medio de
tales registros que la historia de los planetas y de los mundos y de las razas, desde hace muchísimo tiempo
olvidados en el mundo físico, pueden rastrearse y describirse inteligiblemente y con absoluto conocimiento de
la materia.
Dichos, registros no están grabados en la piedra, sino que se componen de las sustancias vivientes,
centelleantes, de la sustancia mental planetaria. Son los registros vivientes de la historia y evolución de la
Naturaleza. Con su mente usted puede recordar los principales incidentes de la vida; puede recordar donde ha
vivido; sus alegrías y penas están almacenados en la casa humana de la memoria. De la misma manera, el
planeta también recuerda y en la casa de la memoria planetaria se conserva una vasta, viviente biblioteca de
pensamientos y de representaciones imaginarias, que unos pocos seres, gracias a su preparación y
entrenamiento especiales, tienen permiso de leer y de utilizar.
El individuo común no sólo posee sus recuerdos, sino también sus ideales, y por lo menos elabora unos pocos
planes referentes al futuro. De manera vaga, este hombre común posee el bosquejo del mañana. Lo que es
cierto respecto del individuo, lo es también respecto de la Naturaleza; pues este poder previsor, que plasma
todas las cosas, habita no sólo en el pasado, sino también en el futuro que aún no ha nacido: de esta manera,
quien puede transitar el mundo del pensamiento, puede pasar del ayer a las facultades creadoras del mañana:
y aquí se elabora un plan en la mente divina para las cosas que vendrán, y allí, la diminuta figura en medio de
la magnitud del pensamiento, puede contemplar los planes del futuro de Dios, y lo que los hombres serán dentro de cientos de miles de años. Por lo tanto, insistimos, es maravilloso transitar en la mente de Dios, con
las facultades despiertas, aquellas facultades que capacitan al hombre para conocer el esquema de la
Divinidad, que para muchas criaturas es un libro sellado.
A quienes interese el desarrollo de algunos poderes latentes de la mente, recomendamos una forma simple de
ejercicio, que tiene efectos de más largo alcance de lo que los estudiantes creen. Una de las grandes
maldiciones de nuestra moderna civilización es su falta de pensamiento. Muy pocas personas tienen realmente
en cuenta la importancia de la vida diaria. No prestan atención a sus propias acciones, sin darse cuenta que su
actividad de hoy crea las reacciones de mañana. Muchas de estas reacciones son desafortunadas e
indeseables, puesto que las causas de las mismas, puestas en acción hoy, carecen de sentido y de
consistencia. La vida es la gran maestra. Los libros, los manuscritos y las conferencias, tienen poca
importancia cuando se los compara con la educación más trascendente que nos brinda una cuidadosa
consideración de los problemas de la existencia cotidiana.
En las Escuelas de Misterio, hay un ejercicio llamado retrospección. Este se realiza al finalizar el trabajo diario,
momentos antes de que el estudiante se retire a descansar. Consiste en dedicar unos pocos minutos a un
cuidadoso análisis del día que ha finalizado; un balance y análisis de las decisiones que se han tomado, de los
puntos de vista que se han sostenido. El ejercicio debería consistir en una crítica desprejuiciada, impersonal,
constructiva. No debería ser ni una justificación de los errores, ni un maltrato destructivo y desconsiderado del
propio yo. Debería ser imparcial, filosófico, impersonal.
Es bien conocido, entre quienes han enfrentado la muerte, porque alguna vez estuvieron a punto de morir
ahogados, o quemados, o por otros medios repentinos, que en aquellos pocos segundos en que parece que la
vida concluye, se despliega en la mente el panorama de toda la vida del individuo, hasta en su primera niñez
Mucha gente afirma que ha vivido cincuenta años en cinco segundos. Este es, por supuesto, el registro
grabado en los átomos simiente, pero resulta interesante destacar que todos los incidentes están invertidos -
las cosas que sucedieron al final aparecen en primer lugar, y en vez de vivir desde la niñez hasta la madurez,
el panorama comienza en la madurez y retrocede hasta la infancia. Este mismo sistema se utiliza en la
práctica de la retrospección. En lugar de comenzar el día par la mañana, el estudiante lo inicia a partir del
anochecer, y retrocede incidente por incidente, incluyendo en su ejercicio hasta los detalles más simples y
triviales, tales como recordar por cuál puerta él salió de una habitación, y que zapato se quitó primero. Éstos
detalles son triviales, pero en el entrenamiento mental se le enseña al discípulo la comprensión de que las
grandes cosas se forman por acumulación de cosas triviales. Muchísima gente, interesada en estas cuestiones
místicas, destinan todo su tiempo a la meditación y a la concentración, descuidando sus responsabilidades
diarias. Cierta vez leí en un periódico del norte un artículo en el que se comentaba la particular sentencia que
había dictado el juez a una mujer. La corte le prohibió asistir a la Iglesia más de tres veces par semana. La
idea de descuidar las responsabilidades en un intento de convertirse en un alma grande es errónea y tonta,
pero muchas personas pueden dedicar diez minutos por día al entrenamiento de la mente y del alma.
La retrospección produce dos resultados evidentes. El primero es un mejoramiento de la memoria. Yo tengo
algunos amigos que han asistido a cursos de memorización. El sistema es algo así: si ud. puede recordar diez
mil palabras de memoria, ellos lo ayudarán a recordar quince palabras necesarias a diario. Pero como la
mayoría de la gente olvida el sistema de la memoria, es poco lo que se logra de esta manera. El mejor modo
para desarrollar la memoria consiste en aprender a desarrollar la facultad mnemónica. Esto se logra
intensificando el conocimiento subconsciente de incidentes, reflexionando intensamente en ellos y
comprendiendo profundamente su valor. En segundo lugar, gracias a este ejercicio, seremos gradualmente
más cuidadosos y precavidos en nuestra vida cotidiana. Antes de actuar lo pensaremos muy bien, en lugar de
hacerlo sin previas consideraciones, como sucede en la mayoría de los casos. Si la gente al final del día siente
el deseo de volver a vivirlo, convirtiendo en el fondo de su corazón los errores del día en aciertos, decidiendo
mejorar en aquello en que se hubieran equivocado, pueden, hasta cierto punto, anular la Ley de Karma, o
compensación, como se la conoce más comúnmente. Enderezando sus vidas a medida que avanzan, se hace
innecesario que los individuos encuentren al final de su existencia, el resultado total de sus faltas. De esta
manera se logran dos fines.
LAS FACULTADES
SUPERIORES
Y SU CULTIVO
MANLY P. HALL
CURSO DE INSTRUCCIÓN
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