Dedicado a problemas espirituales y filosóficos --
by Manly P. Hall
Los Ángeles, Calif. 1 de Junio del 1935
en you tube, desde aquí
https://www.youtube.com/watch?v=kHpBeLajLmM&feature=youtu.be
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Querido Amigo:
En esta carta continuaremos la discusión del tema
del artículo del mes pasado, concretamente: Contactando
fuentes de instrucción espiritual’’. Este mes
consideraremos a la Naturaleza como el libro de la ley
divina.
Entre los paganos iniciados aquellos quienes veneraban
a la Naturaleza como la manifestación visible
del Principio Universal eternamente existente
eran llamados Panteísta – veneradores de Pan o Naturaleza. En la Edad Media, el Panteísmo continuó
en las filosofías de los Alquimistas, Hermetistas, y los
Illuminati, los miembros de estos grupos se referían a
sí mismos como Pan-Sofistas o filósofos sabios en los
misterios de la Naturaleza Universal.
No debe suponerse que los hierofantes de la metafísica
griega y egipcia les instruían a sus discípulos en
una ciega veneración hacia fuerzas naturales, o que
buscaban inclinar las mentes de los novicios meramente a la veneración de formas externas. El panteísmo no es la veneración de la naturaleza material, sino
un esfuerzo de descubrir la verdadera naturaleza de
la divinidad a través de un análisis de aquellas consecuencias materiales que constantemente fluyen del
centro inescrutable del Ser Universal.
En su visión de la magnificencia divina, Mahoma
describe los innumerables velos que ocultan los rasgos
de la eterna Verdad. Así como es imposible para cualquier hombre contemplar a Dios cara a cara, incluso
los más sabios deben conformarse con observar los
innumerables velos que esconden el espléndido semblante
de Ser.
Los paganos consideraban la divinidad como el
Gran Arquitecto. El mismo universo material es descrito
por los filósofos paganos como una de las obras
más nobles del Intelecto Divino. Al llegar a conocer,
respetar, incluso a adorar a la Naturaleza, los más
sabios de los antiguos declararon que ellos percibían
de manera más completa esa esplendida Razón que
concibió el mundo y esa vasta Sabiduría que todo
mantiene.
Paracelso de Hohenheim, uno de los últimos filósofos medievales, y uno de los primeros pensadores del
mundo moderno, le llamaba a la Naturaleza el gran
libro de los Misterios Divinos. Durante la mayor parte de su corta vida, la cual estuvo llena de incidentes,
Paracelso caminó los senderos de Europa, recolectando conocimiento del gran almacén del hecho primitivo.
Uno de sus lemas era: “Aquel quien desee estudiar
el libro de la Naturaleza, deberá caminar sus páginas
con sus pies”. La Naturaleza es el factor inalterable
en lo que muchas personas sienten ser un mundo hecho
por el hombre. La Naturaleza es inevitable. La Naturaleza es el criterio divino de todo mérito y demérito.
Mediante los misteriosos procesos de la Naturaleza
nacemos; mediante procesos iguales de misteriosos somos preservados y perpetuados por un cierto tiempo;
y al final mediante estos mismos procesos misteriosos
partimos de este teatro de acción física. En cada pensamiento
y acto somos completamente dependientes
de la munificencia natural. Los hombres están constantemente construyendo y derrumbando las varias
instituciones que juntas constituyen la pompa del imperio;
pero todos los hombres, grandes y pequeños, todas las empresas, vastas y humildes, todos los procesos, nobles e innobles, son circunscritos por un vasto diseño natural de cuyas fronteras nunca pueden ni
por un instante escapar.
Cuando el hombre estudia las palabras del hombre,
el adquiere un cierto conocimiento de cosas pasajeras.
Los libros están llenos de opiniones y muy frecuentemente estas opiniones están limitadas en su utilidad
a ciertas generaciones y décadas. La Naturaleza, sin
embargo, propone inevitables. El libro de la Naturaleza
expone principios inmutables ante los cuales
toda ingeniosidad humana ha de hacer reverencia.
Los hombres pueden resistir la Naturaleza por un
poco tiempo, pero al final la ley natural es siempre
victoriosa.
Para el filósofo la Naturaleza es el instrumento
de una conspiración benevolente. Todos los innumerables
factores que juntos constituyen la difusión de
la Naturaleza, son agentes activos del Propósito divino.
La Ley Divina y la Mente Divina que soportan
la Naturaleza, son los agentes de un propósito todo
suficiente. No se ha dispuesto que el hombre entienda
este propósito en su totalidad, pero para algunos
hombres la magnitud de este Plan es por lo menos
tenuemente perceptible. A tales hombres les llamamos
sabios, puesto que la sabiduría es en verdad la percepción
del plan de Ser. Quien entienda el Plan llega
a cierto grado llega estar consciente del Planificador.
Como los Hermetistas decían, “Percibimos al trabajador
a través de sus obras.”
Los estudiantes de la filosofía mística nunca estarán
sin inspiración suficiente mientras el panorama
de la Naturaleza se despliegue en su entorno. Doctrinas
falsas aparecerán y desaparecerán, y muchos
serán engañados por ellas. Habrán falsos dioses y
falsos profetas capturando las mentes de los no informados. Habrán falsos evangelios y falsos libros para
descaminar a los crédulos. Esto tiempos mórbidos están llenos de falacias. No obstante, en medio de toda
esta confusión, ningún discípulo serio y sincero de las
antiguas doctrinas necesita sentir que la búsqueda de
la verdad es inútil. La Antigua Sabiduría, aunque
tan frecuentemente se pervierte y oscurece, permanece
evidente y alcanzable siempre y cuando la Naturaleza
persista. La Doctrina Secreta está inscrita en el
cielo, los misterios más profundos de la Ley Universal
son revelados en la estructura de la hoja, flor y semilla. Un hombre aislado en una isla desierta podría
restaurar la Doctrina Secreta de un grano de arena,
si poseyese las llaves de lograr este aparente milagro.
Los egipcios veneraban la Naturaleza en la forma
de la diosa Isis. Ellos la representaban ocultada por
numerosos velos, su cuerpo adornado con curiosos jeroglíficos. Para los griegos, ella era Kore o Ceres, la
madre de los Misterios Eleusinos. Ella era la misteriosa
Diana de los Efesios. Para el cristianismo ella es
María, la Madre Virgen de la Encarnación Mesiánica.
Ella siempre es la fuente de aquel nutrimiento
moral mediante el cual el bienestar del alma humana
es asegurado.
Es natural que el hombre pase por alto lo obvio.
Los hombres han hecho tantas legislaciones en los
últimos miles de años que parecen haber olvidado la
inevitabilidad de la ley natural. La civilización, inclinándose
hacia el imperio, ha ignorado las leyes que
gobiernan la misma tierra de la cual la civilización
se ha encabritado. El hombre, el niño, ha olvidado la
Naturaleza, la madre (1). Él ha construido una torre
de Babel donde el debió haber erigido un templo al
Misterio Universal. Con esta construcción el sólo ha
logrado una confusión de lenguas, cuando el debió
haber alcanzado una concordia universal.
En una ocasión, Sócrates estaba caminando con
algunos discípulos a lo largo de una vía pública muy
transitada en Atenas. El viejo filosofo estoico estaba
empezando un discurso y uno de sus discípulos,
temiendo que la confusión de la calle distrajera a su
maestro, le dijo, “Antes de empezar esta enseñanza,
busquemos un lugar adecuado para la instrucción”.
Instantáneamente Sócrates le respondió, “El lugar
donde estas siempre es adecuado para la instrucción”.
Este incidente es de gran significación para el buscador de la verdad moderno. En la antigua Atenas
varios profesores tenían arboledas y plazas y otros
lugares de retiro dentro y alrededor de la ciudad.
Platón prefería el Liceo, Aristóteles la pista de carreras en el Gimnasio. Platón siempre enseñaba sentado,
Aristóteles mientras caminaba y Diógenes hablaba
sólo cuando estaba en su bañera. Sócrates dirigía sus
comentarios contra la opinión de que varios lugares
tenían virtudes especiales, que los hombres se encontraban
más cercanos a Dios o a la Verdad en un lugar que en otro y que sólo se podría hablar de asuntos divinos en santuarios o templos. Para Sócrates la filosofía
era tan esencialmente un misterio interno de conciencia, que se le conoce por la declaración: “Doquiera que
un hombre desee saber; ese es el lugar propio para su
educación; cuando quiera que un hombre desee saber,
ese es el tiempo propio para su instrucción.”
En el mundo moderno, el estudio de los varios departamentos de la Naturaleza se ha convertido en el
campo propio de la ciencia. Varias ciencias ‘’exactas’’
han sido establecidas y desarrolladas por medio de
las cuales los fenómenos son clasificados y las varias
fuerzas operando a través de la Naturaleza son catalogadas
y examinadas. La ciencia ha acumulado un
vasto cúmulo de conocimiento formal y cualquiera con
el deseo de entender las operaciones complicadas del
universo material puede realizar su deseo dedicándose
a una o más de las ciencias. La astronomía le revelará
la mecánica de los cielos. La geología, la formación de
la tierra; la antropología, el origen y desarrollo de la
raza humana. Ningún filósofo negará la significación
del cúmulo de conocimiento amasado por la ciencia.
La filosofía difiere de la ciencia, sin embargo,
mayormente en torno a sus conclusiones que provienen
de la masa de conocimiento físico acumulado. LA
CIENCIA LEE EL LIBRO DE LA NATURALEZA,
PERO NO LO ENTIENDE. Con demasiada frecuencia,
profundidad en conocimiento científico inclina al
ateísmo o, por lo menos, a un agnosticismo mórbido.
La teoría mecanicista de la ciencia, que ve todo el proceso
universal como una clase de máquina de movimiento
perpetuo, es una explicación completamente
insuficiente de la existencia y sus leyes. Si los científicos
pudiesen sólo darse cuenta que el conocimiento
que ellos han acumulado no está completo por sí solo,
sino que depende de las filosofías metafísicas de los
antiguos para su interpretación, ellos serían rescatados de las numerosas incertidumbres que actualmente
los asaltan.
El misterio de la divinidad comprende tres otros
misterios como aspectos de sí mismo. Dios, como Naturaleza, es visiblemente manifestado a través de una
diversidad de fenómenos. Dios, como Pensamiento,
esta infinitamente difuminado como la razón en todas
las cosas. Dios, como Espíritu, es el poder oculto
que sustenta todas las cosas como vida intrínseca.
Percibimos a Dios externamente como la Naturaleza,
internamente como el Ser, y la misma facultad con
la cual percibimos es divina y actúa como mediadora
entre sus propios extremos.
La filosofía no es en sí misma un cúmulo de conocimiento,
sino una interpretadora de conocimiento.
El conocimiento realmente no es un hecho, filosóficamente hablando, hasta que su relación con el Todo
divino haya sido demostrada. Aquello que es percibido por los sentidos es la Naturaleza. La Naturaleza
contemplada por la mente revela sus procesos y procedimientos.
Éstos, a cambio, comprendidos por el Ser
interno, se convierten en sabiduría.
Ningún verdadero e iluminado sistema de filosofía
jamás se alejará de las leyes de la Naturaleza. Los
antiguos filósofos describían el vasto cuerpo de la
Naturaleza soportado por una intrincada estructura
de leyes. En Tíbet, los Lamas dicen que la creación
material es sostenida por una base de dos relámpagos
cruzados. Estos relámpagos simbolizan las agencias
dinámicas del proceso cósmico. Los egipcios consideraban
los planetas como Seres divinos, puntos focales
de energía cósmica y ley universal. Siguiendo su teoría
astrofilosófica, podemos asociar planetas y leyes
según el siguiente orden:
1. Neptuno: Periodicidad. La existencia está dividida
en ciclos y subciclos medidos por la recurrencias
de ciertos fenómenos celestiales. Neptuno como
el planeta con movimiento de menor velocidad y que
requiere la mayor cantidad de tiempo para completar
su revolución, se convirtió emblemático del estándar
de todo retorno cíclico y periódico. Como los antiguos
lo expresaban,’’ Todas las cosas tienen principio, sus
estados más centrados y final.’’ En la India, los ciclos
cósmicos de tiempo en los cuales los mundos, continentes,
razas e imperios tienen sus auges y decadencias, son denominados KALPAS y YUGAS. Por los
griegos son llamados Edades. Todo el proceso creativo
es soportado por un armazón de tiempo y factores de
duración inconcebibles.
2. Urano: Alternación. A través de todo el procedimiento universal la ley de alternación está constantemente
actuando. Todas las naturalezas pasan
de un extremo a otro y en el transcurso de esta oscilación
semejante a la de un péndulo, pasan por numerosas
complejidades de experiencias. Mediante la
alternación de los polos de la tierra, todas las partes
de la superficie de este planeta está pasando por una
constante modificación climática. Por medio de la alternación de sexo en la reencarnación, el alma humana se balancea gradualmente de un ciclo de experiencia
a otro. Cada condición que surge en la sociedad engendra su opuesto. Cada intemperancia inclina
hacia una opuesta intemperancia. La existencia es un
péndulo siempre oscilante balanceándose con el flujo
y reflujo de la marea cósmica.
3. Saturno: Causa y Efecto. En los Misterios,
Cronos o Saturno era considerado el más cruel e implacable
de las divinidades, devorador de sus propios
hijos. El representa la inmutabilidad del plan cósmico
y de ninguna manera es esta inmutabilidad más evidente
que en la ley de causa y efecto, de la cual no
puede haber ninguna clase de desviación – una ley sin
excepción, compromiso o modificación. “Todo lo que
el hombre siembre, eso segara”, dicen las escrituras
cristianas. “El efecto sigue la causa como la rueda del
carro sigue las pezuñas del buey”, dicen los Cánones
del Budismo. Sin embargo, esta ley aunque aparenta
ser tan severa, es en verdad la más bondadosa y justa
de los edictos, puesto que asegura que el bien, así como
el mal, que el hombre se gane, inevitablemente vendrá
hacia él.
4. Júpiter: Evolución. La ley de la evolución puede
ser definida como la expansión de naturalezas desde
su interior hacia lo externo. Júpiter era el dios del crecimiento
y la expansión. La evolución es despliegue.
Es la externalización de divinidad interna. Es Dios
creciendo a través de formas y causando que estas formas
incrementen sus propias dimensiones con el fin de
que sean adecuadas para la verdad creciendo dentro
de ellas. Cada forma en la naturaleza está evolucionando
y mediante la evolución, está retornando otra
vez a su propia fuente – la infinita perfección dentro
de la cual fue originalmente individualizada. La evolución es el proceso de convertirse cada vez más suficiente a la necesidad de esa energía que reside dentro
de la forma en evolución.
5. Marte: Karma. La ley del Karma en algunos
aspectos ha de ser diferenciada de Causa y Efecto.
Causa y Efecto de la manera que es gobernada por
Saturno, es enteramente impersonal, es decir, transciende
el valor moral. Karma, o la ley de compensación,
es Causa y Efecto directamente aplicada al
hombre o a un agente moral auto motivante. El Karma
se manifiesta con el desarrollo de la mente consciente.
La Naturaleza nunca elige hacer el mal porque
está completamente regida por ley. El hombre poseyendo
el poder de elegir aquello que es incorrecto, de
ese modo crea Karma que toma la forma de Causa y
Efecto como un medio de castigo o retribución. Por
consiguiente, Marte se convierte en el demonio, castigando las fechorías. La ley de Causa y Efecto de
Saturno no infiere ningún elemento de castigo, mera- mente el inevitable flujo y reflujo.
6. Sol: Reencarnación. El nacimiento anual del Sol,
su muerte y resurrección, lo convierte en el símbolo
propio del Ego luminoso del hombre que migra de
cuerpo a cuerpo en el misterio de la Reencarnación. El
Renacer es la ley de la evolución aplicada al Ser dentro
del hombre, que, sobreviviendo la desintegración
de la forma física, construye mansiones más nobles y
continua viviendo a lo largo de las edades en nuevos
cuerpos adecuados a sus necesidades.
7. Venus: Armonía y Ritmo. La Naturaleza, en
el logro de sus fines inevitables, se mueve gloriosa y
directamente, nunca por un momento se desvía de la
certeza de su curso. Las causas fluyen hacia sus efectos
con majestuosidad y belleza, y todos los procesos
de la Naturaleza poseen gracia y ritmo armonioso.
Los antiguos, por consiguiente, declararon que la
manera de la Naturaleza es el estándar absoluto de la
belleza, todas las criaturas deberían cultivar armonía
y ritmo como atributos de la naturaleza divina.
8. Mercurio: Equilibrio. En los antiguos libros de
los Cabalistas, está escrito que todas las fuerzas desequilibradas
perecen en la Vacuidad. El desequilibrio
conduce a la destrucción. El equilibrio o aplomo conserva
recursos y logra permanencia. Mercurio como
la mente es el reconciliador de opuestos. Aquel que
logra el balance, logra el poder. El equilibrio es la base
inamovible sobre la cual construir una estructura perdurable de pensamiento y acción. Todos los extremos
han de ser superados. El equilibrio es la inmortalidad.
9. La Luna: Generación. Todos los egos entrando
en el universo físico han de obedecer la ley de generación.
Todas las formas materiales son creadas según
los patrones y principios peculiares a lo que Platón
le denominó la esfera generativa. En esta etapa de
la evolución la ley de generación infiere que todos los
cuerpos han de ser construidos según una ley o patrón.
Esta es la célebre Cuadragésima Séptima Proposición
de Euclides. El hombre en sí, llamado en la China la
criatura del cielo y la tierra, es la progenie del primer
par de opuestos – el espíritu y la materia.
10. La Tierra: En las antiguas filosofías la tierra
no tenía ley peculiar pero era el laboratorio en el cual
las nueve leyes se manifestaban en infinitas combinaciones. El universo material es verdaderamente la
encarnación de la ley. Las leyes de la Naturaleza son
los impulsos residentes en el intelecto Divino manifestándose como los movedores de átomos y constructores
de mundos.
Cuando el estudiante comprenda el significado místico
de estas leyes, el habrá establecido su filosofía sobra
una base permanente y suficiente.
Suyo muy sinceramente,
*
Traducción por:
Damian Baladeva
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